- Lo que puede un Dios de Bronce.
HAY MUCHO DE NOVELESCO Y PREMONITORIO EN LOS VEINTIÚN AÑOS DE VIDA DE ERNEST HEMINGWAY EN FINCA VIGÍA. EN ESE REMANSO DE NATURALEZA Y CULTURA, SU ESPÍRITU PARECE ANUNCIAR QUE PUEDE SER OTRA LA TRAMA ENTRE CUBA Y ESTADOS UNIDOS.
Un novelista que tuvo en Cuba una vida de novela. Ese fue Ernest Hemingway. El solo episodio de su cacería de submarinos de la Alemania fascista a bordo de El Pilar, un yate apto para el disfrute y la pesca, alcanzaría como argumento para una aventura despampanante.
Otra peripecia como para devorar —además de sus días de pesca de la aguja en las corrientes del Golfo, o sus jornadas bohemias de mojito y daiquirí entre El Floridita y la Bodeguita del Medio— sería su costumbre de invitar a los amigos que lo visitaban en su residencia de Finca Vigía, en las afueras de La Habana, a descalzarse y mojar los pies en el agua de la piscina donde se bañaba desnuda Ava Gardner.
El autor de El viejo y el mar, novela escrita precisamente en dicha finca, y por el que mereciera el Nobel de Literatura —una noticia que le sorprendió en esos predios—, hizo confesión del cariño que le inspiró Cuba: «Amo a este país y me siento como en casa; y allí donde un hombre se siente como en casa, aparte del lugar donde nació, es el sitio adonde estaba destinado».
Por ello su paso por esta tierra, y el tipo de relación que estableció con ella, resultó una premonición. Si hay un lucero centelleante en las incipientes relaciones entre Cuba y Estados Unidos, su constelación es Finca Vigía, ese remanso de naturaleza y cultura en el que Hemingway escribió parte de sus más notables obras, y donde creó —en veintiún años de fantástica y controversial estancia— su particularísimo cosmos de afecto y respeto por la Isla.
Es ya una señal, al menos llamativa, que antes de partir de su primera visita, tras dejar abierta la sede diplomática norteamericana en la capital del archipiélago, el secretario de Estado norteamericano, Jonh Kerry, buscara palpar la inmanencia de ese rastro de cordialidad en Finca Vigía, por donde pasan cada año unos ochenta mil curiosos.
Es que, como declaró a la agencia Telam la directora de la casa-museo, Ada Rosa Alfonso Rosales, Hemingway existió, existe y existirá por los siglos de los siglos, amén, para unir a Cuba y a Estados Unidos. La figura del escritor, su obra e historia de vida, constituyen un puente entre dos pueblos que tienen muchos puntos en común.
La muy espiritual devoción del escritor por esta Isla y sus símbolos la denotan hechos como que El viejo y el mar esté considerada su novela cubana, así como que la medalla de su Nobel se encuentre entre las devociones a la Virgen de la Caridad en el Santuario del Cobre.
Ada Rosa Alfonso, quien también preside el Comité Organizador del coloquio internacional que se honra con el nombre del novelista, ha calificado ese encuentro como un espacio de convergencia entre las culturas de Estados Unidos y Cuba.
Para la especialista no caben dudas de que lo más auténtico de Hemingway está en esta tierra, aunque los más connotados estudiosos de su vida y obra se hallan en Estados Unidos, por lo que la cita es la más importante destinada a la confluencia de las dos partes.
En la próxima edición del evento, anunciada del 15 al 18 de junio de 2017, se celebrarán, junto a las cinco décadas y media de la fundación del Museo Ernest Hemingway Finca Vigía —el primero dedicado a su obra en el mundo— los ochenta años de Tener o no tener y los sesenta y cinco de El viejo y el mar.
Entre los puentes especiales que se tienden está además el anuncio de que el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural de Cuba y la Fundación Finca Vigía de Estados Unidos se han unido para proteger el legado del Dios de Bronce de la literatura norteamericana. Para ello se comprometieron a construir un espacio para restaurar y conservar las pertenencias del escritor resguardadas en La Habana.
Mary Jo Adams, directora ejecutiva de la organización estadounidense, explicó a la Agencia Cubana de Noticias (ACN) que el inmueble servirá para la reconstrucción de piezas y su almacenamiento.
La agencia cubana reseñó que la fundación, surgida en 2002 con la guía de Jenny, nieta de Max Perkins —editor y amigo de Hemingway—, su esposo Frank Phillips y el congresista James P. McGovern, ayudó al gobierno antillano en la restauración de la casa-museo y de los terrenos que la rodean en San Francisco de Paula. Esa labor incluyó la preservación de miles de documentos, entre cartas, anotaciones, programas de mano, libros y revistas.
Otro signo de acercamiento es que, aunque la construcción del nuevo espacio para la conservación de ese patrimonio estará a cargo de arquitectos e ingenieros del patio, sus homólogos de Estados Unidos ayudaron en la planificación.
Empeño relevante de ambas partes es el proyecto Cartas de Hemingway, mediante el cual un grupo de investigadores norteamericanos publica volúmenes con la correspondencia del Premio Nobel de Literatura fechada entre 1926 y 1929. La compilación, que comenzó a principios de 2000, incluye seis mil cartas, entre estas las encontradas en la colección de tres mil documentos pertenecientes al patrimonio del museo ubicado en Cuba. La idea del proyecto, que se aspira llegue a quince tomos, partió de uno de los hijos de Hemingway, quien soñó que las misivas de su papá fueran congregadas de una manera más académica.
Los nuevos luceros que centellean en la constelación de Finca Vigía son señales para dar calma al espíritu del escritor, quien señaló con su cariño un destino más fulgurante al complejo cosmos de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.