Santiago. José Julián Aguilera Vicente
Santiago. Antonio Salustino Ferrer Cabello
Santiago de Cuba. José Loreto Horruitiner / Paisaje urbano. Miguel Ángel Botalín

Santiago de Cuba es una ciudad cuya recia personalidad se fundamenta en la participación decisiva de ella y sus hijos en la epopeya nacional, sus aportes a la cultura de la Isla, especialmente por su creatividad musical; y en su paisaje urbano, singular, único y extraordinario.
Este peculiar modo de expresión lo debe, en buena medida, a su localización geográfica, el estar al fondo de una interesante bahía, rodeada de montañas, en un relieve ondulante que configura un anfiteatro natural que mira al mar, y por otra parte, la mano creativa del santiaguero, que le proporcionó un trazado de calles, callejuelas y callejones angostos y motivadores, y sus edificios, verdaderos protagonistas de la belleza citadina que nunca olvidan su resistencia sísmica, y siempre se muestran elegantes y acordes, en textura y color, al mundo caribeño.
Esta urbe ha sido un paraíso, un escenario alucinante para pintores deseosos de pintarla, de dejar en el lienzo su belleza y su espíritu. Atrapan la calidad de su luz, los misterios de sus rincones, la intensidad de sus colores… Estos y otros aspectos fueron los que motivaron al gran periodista Pablo de la Torriente Brau a decir: «Santiago no se parece a ninguna otra ciudad, vista ni imaginada… Ella está pintada con todos los colores del mundo».
Pintores enamorados de la imagen urbana santiaguera hay muchos, incluso hoy existe todo un grupo de buenos artistas que fijan su mirada sobre ella para expresar su arte. Pero queremos hablar, como homenaje necesario, sobre un cuarteto de grandes pinceles que, en los últimos cincuenta años, elevó al grado de maravilla su pasión por pintar la ciudad: Antonio Ferrer Cabello, José Julián Aguilera Vicente, Miguel Ángel Botalín Pampín y José Loreto Horruitiner. Todos ellos maestros, desde diferentes visiones de una misma realidad, captaron esencias y regalaron arte del bueno. El Museo Bacardí y otras muchas instituciones conservan importantes obras que forman un legado impresionante de nuestra ciudad.
Desde el lienzo, en aceite o acrílico, con pincel o espátula, con la gubia sobre madera modelando tacos especiales para diferentes técnicas del grabado, ellos hicieron época y escuela. Fueron profesores del arte y del paisaje, siempre desde la frescura y la modernidad, siempre auténticos y veraces, fieles en la defensa de la cultura local, nacional y universal.