Arriba dos imágenes de la Fortaleza de Morro Cabaña
Museo de la Revolución
Salón de los espejos del Museo de la Revolución

La Habana es una de las capitales caribeñas con un patrimonio cultural más rico y antiguo. A casi cinco siglos de su definitivo emplazamiento en la costa norte cubana, arrastra el carisma de las ciudades portentosas; lo cual aflora en esa mezcla de modernidad y vetustez que ofrece los primores de una arquitectura ecléctica, moldeada por los hitos de una historia soberbia y única. Con sus pétreos muros y sus estrechas calles de antaño, parece advertirle al viajero que aún sigue siendo la "Llave del Nuevo Mundo", el "Antemural de las Indias Occidentales". Conserva, además, la magia de los olores múltiples y ese movimiento humano, tan febril y rítmico, que rompe las fronteras previsibles entre el día y la noche, siempre trastornable por los arrebatos del yerbero o el taxista, del trovador bohemio o el poeta levantisco.

Su más legítimo y distintivo perfil lo ofrece el casco histórico, oficialmente proclamado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Pero el turista que llega por mar se asombra al ver la mole impresionante de sus viejas construcciones militares, el gran complejo de señoriales fortificaciones que conformaron el sistema defensivo de la villa en la época colonial; entre ellos, el Castillo de los Tres Reyes del Morro y la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña. Ambos, desde su conformación exterior, son fiel lenguaje museístico del pasado; pero se enriquecen con la sorpresa del interior, donde el visitante puede observar la más completa colección de armas existente en la Isla, o el salón que sirviera de Comandancia al Che Guevara cuando bajó de la Sierra Maestra en 1959, convertido en uno de los líderes legandarios de la Revolución triunfante.

Lo extraordinario y curioso del patrimonio habanero consiste en su variedad y riqueza. Hay tesoros para satisfacer todos los intereses y todos los gustos, desde las más variadas manifestaciones culturales hasta los más disímiles períodos, aspectos y subrramas de las Ciencias Naturales o la Historia.

El Museo de Bellas Artes, por ejemplo, creado en 1913 por decreto oficial, contiene la más amplia y representativa muestra del quehacer artístico nacional desde el siglo XVI hasta el XX: grabados, pinturas, esculturas, cerámicas...

La época contemporánea tiene sus pilares en los artistas que integraron las distintas corrientes de la vanguardia: Eduardo Abela, Carlos Enríquez, Fidelio Ponce de León, Amelia Peláez, Víctor Manuel... Situada en un edificio de porte majestuoso, pero moderno, cuyas líneas sobrias y elegantes constituyen una excentricidad arquitectónica que disiente del entorno citadino, la institución posee también notables joyas de la cultura universal. Se destaca su galería de arte europeo, que va del medioevo al renacimiento. De España: Goya, Zurbarán, Murillo, El Greco, Zuluoga y, en especial, Sorolla, de quien existe aquí un conjunto numeroso de obras, considerado uno de los más importantes fuera de su país natal. De Francia pueden admirarse lienzos de Corot y Delacroix, enre otros; del acervo pictórico inglés sobresalen los más valiosos retratistas del siglo XVIII: Rommey Reynalds, Lawwrence, Gainsborough...

Pero quizás nada resulte tan prodigioso como hallar en este recinto un testimonio notable de las antiguas civilizaciones egipcias, griega y romana. Se trata de una colección cuidadosamente formada por Joaquín Gumá Herrera, Conde de Lagunillas, a mediados de este siglo XX, entre las décadas de los años cuarenta y cincuenta: piezas raras adquiridas en subastas europeas. Se deslumbra el curioso ante un retrato funerario de Fayum, o cuando aprecia ánforas y torsos helenísticos que patentizan la sensibilidad y el encanto prevalecientes en los hombres de aquellos tiempos. En particular, los exponentes cerámicos constituyen la muestra más completa de ese orden conservado en América Latina. El Museo de Arte Colonial tiene su asiento en una de las primitivas construcciones domésticas de carácter aristocrático en La Habana: la mansión conocida como "Casa de los Condes de Bayona" y que fuera construida y habitada primero por el Gobernador Luis Chacón. Es un espléndido palacio que se integra a la PLaza de la Catedral, con pisos de mármol y formidables techos de caoba. Su arquitectura dieciochesca ilustra un momento significativo del desarrollo económico de Cuba y entre los mateiales constructivos empleados imperan la piedra conchífera, el ladrillo y las maderas preciosas. La fachada se proyecta libre de portales y la componen paredes lisas con ventanas escoltadas por rejas metálicas y balcones volados con barandaje de hierro. En el interior, un patio con arcadas.

En la edificación que durante cuatro décadas fuese el Palacio Presidencial está instalado en la actualidad el Museo de la Revolución.

En la Plaza Ignacio Agramonte de la Universidad habanera se encuentra el Museo Antropológico Montané cuya exposición atesora testimonios relacionados con los grupos culturales aborígenes. Quien procure conocer el desarrollo de las comunidades prehistóricas que habitaron el territorio cubano, se enfrentará allí con interesantes muestras que van desde el régimen dietético de los menos complejos siboneyes hasta el ajuar de los más avanzados taínos agroalfareros. Instrumentos de trabajo, vasijas artesanales y objetos de carácter ceremonial o religioso ilustran las riquezas cosmogónicas de estos seres primitivos que, si bien no ofrecieron al conquistador europeo la deslumbrante cultura de las grandes civilizaciones americanas -como aztecas, mayas e incas- dejaron huellas en la toponimia local, en la tradición alimentaria o constructiva y en el no desdeñable ejemplo de su rebeldía ante un enemigo infinitamente más poderoso. Una institución de gran valor es el Museo de Historia de las Ciencias "Carlos J. Finlay", localizable en Cuba y Amargura, en el corazón de La Habana Vieja.

El edificio que lo acoge fue declarado Monumento nacional por considerarse un sitio de singular trascendencia histórica. Allí radicó antiguamente el Convento de San Francisco y después otras entidades coloniales importantes: la Escuela de Pintura y Escultura San Alejandro, primera de su clase en la Isla; la Escuela Profesional de Artes y Oficios y, con posterioridad, la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. Su trayectoria institucional posibilitó que en sus salones ocurrieran algunos acontecimientos de honda repercusión: presentación de las tesis de Finlay sobre la transmisión de la fiebre amarilla; desarrollo del curso de Lógica por el maestro Enrique José Varona; la conocida Protesta de los trece, lidereada por Rubén Martínez Villena; la intervención pública de Albert Einstein cuando visitó este país el 19 de diciembre de 1930... La exposición pretende mostrar un panorama del desenvolvimiento científico cubano en el tiempo, desde la época colonial hasta el reciente período revolucionario. Cuenta con una galería de figuras relevantes, conformada por esculturas y bustos hechos de mármol, bronce, madera, barro o yeso. Están representados los más destacados titanes de la ciencia nacional, como Finlay, Felipe Poey o Carlos de la Torre; pero también se incluyen eminencias universales: Humboldt, Pasteur, Da Vinci,Lomonosov, Arquímides, Newton, Laplace, Copérnico, Darwin y Galileo, entre otros. Uno de sus exponentes más señalados data de 1849: el busto mascarilla de Tomás Romay, introductor de la vacuna en Cuba.

El Museo de Ciencias Naturales "Felipe Poey" tiene como premisa básica presentar la evolución de la vida y las distintas especies que conforman la flora y la fauna de la nación. Posee extensas y ricas colecciones, con ejemplares de Cuba y de otros continentes. Sobresalen las múltiples variedades de aves y mamíferos: desde los pingüinos de mayor tamaño en el planeta hasta un oso mongol. Pero vale destacar ante todo las especies endémicas más raras por su tipicidad y singularidades: el carpintero real, por ejemplo, ya casi extinguido y existente sólo en apartadas regiones boscosas de nuestro archipiélago; o el zunzuncito o pájaro mosca -el más pequeño del mundo- exclusivo de este país. Sus dimensiones y colorido constituyen siempre una revelación para el visitante de otras latitudes. En un área del Hospital Docente "General Calixto García" se halla establecido el Museo de Medicina Tropical "Carlos J. Finaly". En sus salas aparecen numerosos ejemplares de parasitismo causado por gérmenes autóctonos y otros producidos por agentes exóticos. Contiene, asimismo, una colección de alcance histórico, formada por medallas, diplomas y otras pertenencias del doctor Pedro Kourí, fundador en el año 1937 del Instituto de Medicina Tropical. Valiosas son también las informaciones mapificadas que aquí se ofertan sobre la incidencia que en distintas regiones del planeta tienen las llamdas patologías características del trópico.

No pocos museos habaneros están concebidos con el propósito de perpetuar la memoria de eminentes personalidades de la historia y la cultura nacionales. En 25 y O, en el Vedado, existe la Casa Abel Santamaría, apartamento donde se analizaron y desarrollaron los preparativos del asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953. En el reparto Párraga se encuentra el "Hurón Azul", vivienda de dos plantas donde habitó, pintó y murió Carlos Enríquez, destacado artista plástico de la vanguardia pictórica en Cuba. En la Fundación Alejo Carpentier, con sede en Empedrado 215 -casa que sirvió de inspiración al escritor para componer El Siglo de las Luces- se exponen objetos, documentos y libros relacionados con el ilustre novelista, Premio Cervantes en 1978. Es imposible hablar de riqueza patrimonial habanera sin considerar los museos enclavados en los pueblos próximos a la gran urbe. En San Francisco de Paula está uno singular e impresionante: el Ernest Hemingway. Radica específicamente en "Finca Vigía", lugar donde residiera el gran narrador norteamericano desde 1939 y hasta su muerte en 1961. El autor de El viejo y el mar -novela cubana que le valió el Premio Nobel 1954- permanece allí, íntegro y palpitante, en cada objeto que fue suyo, muchos de los cuales prosiguen detenidos en el tiempo, tal como él los dejara cuando partió.

Sus salas cumplen el propósito de mostrar los acontecimientos más trascendentes en la historia política del país desde la época aborigen hasta los sucesos más recientes de la lucha que encabezara Fidel Castro. El inmueble ha sido escenario de múltiples momentos significatiovos de la nación: albergó a la mayor parte de los mandatarios cubanos de la República, fue objeto de un asalto que protagonizaron jóvenes insurgentes enfrentados a la tiranía de Fulgencio Batista el 13 de marzo de 1957 y dos años después acogió al primer gobierno revolucionario, empeñado en transformar todas las estructuras de la Isla caribeña.

En la calle Leonor Pérez no. 314, se encuentra la Casa Natal de José Martí, figura máxima de la independencia nacional y uno de los pensadores más trascendentales de América Latina en el siglo XIX. Es una vivienda modesta, cuya planta superior habitó la familia del héroe. El fervor patriótico popular desatado tras la epopeya libertadora que concluyó en 1898 influyó en la decisión estatal de convertir el inmueble en un museo histórico conmemorativo con el propósito de rendir permanente honor al gran patriota, educador y escritor. Abrió al público por primera vez en 1925. En la actualidad, la casa es venerada como un templo. Conserva y expone valiosas evidencias materiales y documentales vinculadas con la vida y la obra del Apóstol: el grillete que arrastró -prendido a su pierna como espina oprobiosa- durante la permanencia en el presidio político y que él fuera el primero en guardar siempre con celo; fotografías suyas y diferentes ediciones de sus obras; objetos que le pertenecieron, y otros que le acompañaban cuando el fatal instante de su caída en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895... Todo está allí, sin salvarse de la pátina del tiempo, pero gloriosamente a salvo, destilando la misma ternura y el mismo amor que Martí puso en cada empeño humano.

En aquella mansión están sus cosas más preciadas y cercanas: las prendas de uso personal, la vajilla y los muebles, los libros, los carteles taurinos y las tumbas de los perros. Reposan en armarios y paredes las evidencias de sus safaris por la selva africana: tarramentas que son trofeos de caza, armas y piezas artesanales indígenas... "Finca Vigía" es, a fin de cuentas, otra especie de selva, cubierta por el tropel de mil recuerdos y curiosidades. De ahí su condición excepcional de museo donde no se entra, porque está concebido para ser visto desde afuera. Quien lo visite apreciará el hálito vertiginoso del dueño y la sombra real de los personajes salidos de su pluma, todos flotando en los pisos y los techos, al compás de la tupida vegetación externa que contribuye a fortalecer el clima de encantamiento. Basta aproximarse con deseos para comprender que Hemingway nunca se fue. En la ciudad de Guanabacoa también existe un museo que posee singulares testimonios del pasado histórico cubano, entre los cuales se encuentran el machete que perteneciera a Pepe Antonio Gómez, protagonista de la heroica resistencia hecha por los criollos a los invasores ingleses en 1762; la tribuna desde donde José Martí pronunciara su primer discurso en la Isla tras regresar del destierro político; y evidencias materiales y documentales que ilustran procesos y momentos de las luchas revolucionarias del pueblo.