JOSE JULIAN MARTI PEREZ, el más universal de los cubanos
El poeta es José Martí, y el cuaderno se titula Versos sencillos. Recuerdos y anécdotas, sueños y fracasos entregó el escritor en poemas bien personales, de rima pegajosa que han llegado al alma contemporánea a través de la lectura y de la musicalización. Allí, en uno de esos versos sencillos -y para nada simples--, el poeta se presentó con la frase que titula este trabajo, porque hombre de amor y poesía fue sin dudas Martí. Quizás el sufrimiento y el dolor fueron sus mejores maestros. Su vida íntima fue una suma de angustias y desengaños. Adoró a su madre canaria, quien se pasó la vida reprochándole su dedicación a la libertad de Cuba. La hermana más cercana falleció adolescente, lejos de él.
A los 16 años de edad casi muere en el presidio político, dando pico de sol a sol en una cantera, y la salud le quedó minada para siempre con una dolorosa tumoración inguinal provocada por las cadenas que arrastró. Se enamoró con frecuencia, y especialmente de la esposa, pero vivieron separados porque ella deseaba un compañero en el hogar y no un hombre de intensa vida pública. Escribió su primer poemario -Ismaelillo- para su hijo, y, sin embargo, sólo lo vio unos cuatro años de los 16 que tenía el joven cuando Martí murió. Lo envenenaron, lo espiaron en su propio hogar, lo traicionaron más de una vez. Murió en su primer combate, sin ver a su isla independiente. Pero escribió antes de partir a la guerra de independencia de Cuba que esta se hacía por el bien mayor del hombre.
Fue un desprendido optimista, enamorado del arte, de los amigos, de los niños, de los pueblos de Hispanoamérica, de los pobres de la tierra. Para sostener a su familia, escribió incontables páginas para los periódicos, tradujo libros, impartió clases. Por eso el tiempo nunca le alcanzó para terminar sus Versos libres, que hubieran transformado la poesía de entonces, ni para escribir ni editar los tantos libros que ideó.
La vida le fue demasiado corta y siempre estaba de prisa. Caminaba corriendo, subía las escaleras de dos en dos, escribía largas crónicas y cartas de un tirón, dormía poco.
Las balas lo mataron a los 43 años, cuando consideraba que era entonces que comenzaba su tarea más importante: organizar la república cubana en medio de la guerra contra el dominio colonial. Proclamó una guerra sin odios, de amor; no contra los españoles sino contra el gobierno colonial. Amó a España y a los españoles: desde Goya, Quevedo y Calderón, hasta los gitanos, chulillos y costureras de Madrid; desde los republicanos de Zaragoza hasta los aires marinos de Cádiz y Santander. Invitó a los españoles a la obra republicana en Cuba . Fue el primer antimperialista de Latinoamérica y rechazó el mercantilismo de los norteamericanos. Pero llevó luto por Lincoln, tradujo a Poe, admiró a Emerson y a Whitman. Llamó a adquirir una cultura del trabajo como en el Norte, buscó aliados en el pueblo de Estados Unidos y durante 15 años fue el cronista de su vida dinámica, de sus ambiciones, de su modernidad. Fue hijo de valenciano y de canaria y a la vez sintió correr por sus venas la sangre de los heroicos caciques Caracas que dieron su vida frente a la Conquista.
Comprendió que Hispanoamérica se salvaría con sus indios y sus negros. Y admiró al árabe, y al anamita que luchaban contra la dominación europea. Era el centro en los salones de los cubanos ricos de la Quinta Avenida de Nueva York. Los tabaqueros emigrados de la Isla lo adoraban. La colonia hispanoamericana de aquella ciudad se nucleaba en su torno. Su elocuencia magnetizaba, sus cartas convencían; su periodismo enseñó a escribir a una generación literaria. Soñador y apasionado, de excepcional racionalismo como hombre de acción, múltiple y polisémico en su pensamiento, Martí tuvo profunda conciencia de su época cambiante, la cual le exigía formas y espíritu nuevo, para impulsar a la que llamó nuestra América por el camino que estimaba adecuado a su identidad e intereses. "¡Yo soy bueno, y como bueno Moriré de cara al sol!" Así dijo también en los Versos sencillos. Cayó en combate, derribado de su caballo, poco después del mediodía. De cara al sol. Desde entonces es paradigma y guía de los cubanos. Amó mucho, soñó sin límites, trabajó sin descanso y sufrió más. Por todo eso, creo que fue José Martí un hombre pleno y feliz.