Cuando en 1494 Cristóbal Colón navegó por el ancho golfo de Jagua, se admiró de la belleza de bahía tan prominente. Desde muy temprano, en la época de conquista, se asentaron en sus costas pequeños núcleos poblacionales dedicados preferentemente al comercio. El trasiego de mercancías y los afanes ingleses por apoderarse de los territorios españoles de ultramar, fueron las razones primordiales para que en 1745 se concluyera la construcción de la fortaleza de Nuestra Señora de Los Angeles de Jagua, desde la cual se domina toda la bahía y que alberga entre sus paredes múltiples leyendas como aquella de la dama azul que vigila el horizonte desde los muros del castillo.

A principios del siglo XIX llega, a la entonces colonia Fernandina de Jagua, un grupo de colonos franceses procedentes de Burdeos, Filadelfia y La Lousiana; fueron ellos quienes fundaron el núcleo urbano de Cienfuegos el 22 de abril de 1819. Diez años después la corona española le concede el título de Villa y ya para 1880 adquiere la condición de ciudad, demostrando de ese modo el vertiginoso desarrollo alcanzado en tan breve tiempo y que se debió fundamentalmente a la actividad mercantil de su puerto.

La influencia gala en la urbe es prominente, y decisiva en su desarrollo arquitectónico y urbanístico en los primeros años. Rica en palacios, teatros, iglesias y parques, esta ciudad atesora grandes atractivos para el turismo. Entre los valores histórico-culturales de la ciudad se encuentran el único Arco de Triunfo existente en Cuba y erigido por los obreros de Cienfuegos a la República en 1902; la Catedral de la Purísima Concepción, construida en 1819 y decorada con vitrales franceses. El Centenario Teatro Tomás Terry inaugurado en 1890 y en el que se presentaron a su paso por Cuba el célebre cantante italiano Enrico Caruso y la famosa bailarina rusa Ana Pavlova; palacios majestuosos que denotan el esplendor de la ciudad como el de Valle o Ferrer o lugares muy vinculados a la historia como los cementerios Tomás Acea y La Reina o el Colegio San Lorenzo, que desempeñó un importante papel en el levantamiento de los marinos contra la tiranía de Batista.

Pero sin dudas el atractivo fundamental de Cienfuegos es su condición de ciudad costera. Llamada la Perla del Sur o la Linda ciudad del mar, esta sureña región está indisolublemente ligada a la actividad marítima. Puerto por excelencia y privilegio, esta ciudad es además uno de los más importantes destinos especializados en los deportes náuticos.

La Bahía de Jagua representa un recurso estratégico para los deportes náuticos, con sus 88 Km2 de superficie que permiten conformar una pista acuática de una milla náutica para los campeonatos internacionales de Lanchas Rápidas que cumplirán en el año 2000 su 4to año de celebración consecutiva.

En su bahía se desarrolla cada año el Gran Prix de motonáutica, auspiciado por el Ministerio de Turismo. Además de un amplio despliegue de regatas, ski acuático o sencillamente la práctica de la natación que puede realizarse perfectamente en sus limpias y serenas aguas.

La playa de Rancho Luna, de finas arenas y aguas apacibles, es otro de los peculiares sitios que atesora La Perla del Sur y que los visitantes a esta ciudad pueden disfrutar. Otras playas de gran belleza también son Playa El Inglés y Playa Fría, ambas a unos 50 kilómetros de Cienfuegos, en el camino hacia Trinidad.

También los amantes del buceo tienen en Cienfuegos un espacio ideal para su desempeño. Los fondos marinos invitan a sumergirse por sus formaciones coralinas de baja y media profundidad en la ensenada de Barreras y Las Playitas, mientras que a un mayor avance hacia el fondo resalta un relieve abrupto, acompañado de abundantes esponjas, gorgonias y corales.

Operan en la zona los centros de buceo Faro Luna, Guajimico y Whaleshark, los cuales brindan a los interesados cursos de iniciación, inmersiones diurnas y nocturnas en barcos hundidos y en arrecifes, así como paseos en catamaranes, bicicletas acuáticas y kayacs

Otro de los mayores encantos de esta bella ciudad es la naturaleza que la rodea. A pocos minutos de su centro urbano se puede visitar el Jardín Botánico, creado en 1901 bajo los auspicios de la Universidad de Harvard y que cuenta con más de dos mil especies de plantas y una colección de palmas que se encuentra entre las diez más completas del mundo.

Sierra de El Escambray al nordeste, es una buena excusa para que aquellos que buscan en la naturaleza todo su esplendor, descubran un mundo inusitado de exuberante verdor. En este macizo montañoso se localiza el refugio de fauna Laguna de Guanaroca-Yaguanabo-El Nicho, que contiene entre sus mayores atractivos unas 65 especies de plantas con alto endemismo, además de ser sitio de nidificación de flamencos y otras aves marinas.

También es posible disfrutar del senderismo y el turismo ecológico en las regiones de Guajimico y el Valle de Yaguanabo. Los amantes de la espeleología encontrarán en la gruta de Martín Infierno una estalagmita de 67 metros de altura, así como múltiples rarezas minero geológicas, entre otros atractivos.

Es asimismo Cienfuegos famosa por sus tradiciones culturales. Plaza indiscutible de la música y las artes plásticas, la ciudad ha sido inmortalizada en canciones, poemas y obras de arte. Músicos, pintores y escritores cienfuegueros llenan las páginas de la cultura cubana.

Esta urbe de mar, historia, naturaleza y cultura, invita al viajero a descubrirla y la hospitalidad de su gente, que abre las puertas de su ciudad y sus corazones al visitante, le dejará un grato recuerdo difícil de borrar.

Leyendas cienfuegueras

La Dama Azul

Un ave rara de gran tamaño y blanco plumaje se dirigía todas las noches hacia el Castillo de Jagua al dar las doce de la noche y en respuesta a su llamado salía de la capilla de la fortaleza una sombra de mujer, alta, elegante, vestida de brocado azul, guarnecida de brillantes, perlas y esmeraldas, cubierta por un velo transparente que flotaba en el aire y después de pasear por los muros y almenas desaparecía súbitamente.

La fantástica visión se repetía varias noches, produciendo el temor entre los guardianes, quienes se resistían a hacer las guardias nocturnas. Un joven alférez, recién llegado, arrogante y decidido, se dispuso a sustituir al centinela. Cuando a medianoche apareció el fantasma, se dirigió a su encuentro. Lo que ocurrió entre ambos está envuelto en el misterio. A la mañana siguiente de aquella noche fatal, los soldados hallaron a su alférez tendido en el suelo sin conocimiento y al lado una calavera, un rico manto azul y la espada partida en dos pedazos.

El joven se recobró de su letargo, aunque perdida la razón tuvo que ser recluido en un manicomio. Todavía hoy es creencia que la dama azul hace de tarde en tarde sus apariciones paseando sobre los muros de la fortaleza.

La Marilope

Hacia 1562 se estableció en la región un español que se enamoró de una india y tuvo una niña que se convirtió en la joven más codiciada por los hombres de Jagua. El pirata Jean el Temerario, llegó al puerto y se enamoró de Marilope en cuanto la vió. Ella lo rechazó y él juró hacerla suya a cualquier precio.

Una tarde en que estaba sola a la orilla del mar se le presentó de improviso y volvió a declararle su amor. Rechazado, frenético de rabia, intentó llevársela a su barco; pero ella huyó a su bohío. Cerca, un grupo de piratas se le interpuso. Jean la alcanza y brotó una muralla de espinas, él fuera de sí le disparó, Marilope se desplomó, mientras una paloma blanca ascendió hasta perderse en las nubes; brilló un relámpago y Jean y sus secuaces cayeron sin sentido.El cuerpo del primero ardió como una antorcha humana; donde cayó muerta Marilope, brotó súbitamente una planta cubierta de flores de intenso color amarillo con reflejos de azufre, que hoy nos recuerda el nombre de la mestiza de bronce y mármol que prefirió morir a entregarse a quien no la merecía.

El grito del Caletón

Una mañana en el poblado de Jagua llegó una misteriosa galera procedente de un país europeo, que ancló en el Caletón de Don Bruno. Todas las tardes al morir el sol veíase, encima de los farallones que circundaban el Caletón una figura alta de mujer, vestida de blanco, de elegante andar con paso reposado acompañada por tres ataviadas damas.

Transcurrieron dos semanas y una noche estrellada de hermosa luna, un grito estridente, fuerte, supremo alarido humano de angustia y dolor, rompió el silencio monótono de la noche y llenó de pánico a los habitantes del lugar.

Al amanecer, pequeños grupos de pobladores, discurrían por la playa, comentando el suceso que de lo alto del Caletón había partido. No volvió a verse la blanca figura por la alta línea de las elevaciones. Dos días después enfiló el barco por el canal hacia mar afuera, llevando consigo el misterio de su estancia en este puerto y una leyenda de tragedia.