De arriba a abajo: entrada a la Catedral, la calle de Las Damas y la portada del Panteón.

Fue la primera ciudad en el Nuevo Mundo, la primera corte española en América. Cinco siglos después es una de las primeras ciudades turísticas de El Caribe, y se reanima como patrimonio cultural de un mundo moderno pero irremediablemente comprometido con la historia.

Una de sus calles más espléndidas es Las Damas, tributo y recordación al paseo que cada tarde hacían las doncellas que acompañaban a la virreina María de Toledo, en los primeros años del siglo XVI por una de las calles principales de Santo Domingo. Todas ellas recorrían esta vía que crecía poco a poco entre casas de piedra de pocas alturas, levantadas de acuerdo con las directrices del gobernador español en la isla, Nicolás de Ovando quien seguía las sugerencias llegadas de España para diseñar la ciudad.

Hoy en día esa calle sigue ahí, con el mismo protagonismo que tuvo entonces dentro de la ciudad colonial, y se llama precisamente la calle de Las Damas. Es una de las que necesariamente se visita al conocer la capital colonial dominicana, porque en su trazado se encuentran algunos de los monumentos más destacables.

En este viaje a la primera corte española desde la que Diego Colón, hijo del descubridor y primer virrey de América, organizó toda la acción española en la isla, la vieja ciudad aparece reformada en muchos tramos y sus principales edificios con la cara recién lavada. Pero eso no impide rememorar la figura de Ovando que diseñó esas apenas cuatro manzanas que constituían la ciudad primada, y que hoy constituyen uno de los espejos históricos de República Dominicana.

En la plaza de España se puede admirar el río Ozama, y recordar que los españoles se instalaron en un principio en la otra orilla; pero la naturaleza, en forma de huracán que destrozó las casas levantadas, se encargó de devolverles al lado actual. Hoy en esta gran explanada el Alcázar de Colón manda en la escena. Destaca por su buen estado de conservación y también por la historia que conserva porque fue el cuartel general de Diego Colón y su mujer.

Comenzó a levantarse en 1510 cuando llegaron arquitectos españoles que con el trabajo de mil quinientos indígenas lo construyeron en cuatro años.

Prácticamente no existiría entonces lo que hoy es la capital, de modo que estos colonizadores vivirían entre estas dependencias y las de las casas que poco a poco se levantaban alrededor, en medio de una vegetación tropical que no tenía nada que ver con España.

Se sabe que el palacio era un complejo con más edificios de los que hoy se encuentran y cuyos cimientos están sepultados. Hoy se pueden apreciar el mobiliario y los objetos utilizados entonces en la vida cotidiana que se han conservado intactos. Aquí nacieron las hijas de Diego Colón y María de Toledo.

También aquí se casó el legendario cacique Enriquillo que tantos problemas dio a los colonizadores españoles cuando organizó la resistencia contra los extranjeros. Desde estas dependencias se acordaba financiar expediciones a tierras desconocidas entonces como Perú, México, la Florida o Jamaica.

Mientras tanto la ciudad primada crecía, y en esa calle de las Damas se levantaba el edificio de las Casas Reales hoy convertida en Museo. En este imponente edificio del siglo XVI con vistas al Ozama, se pueden visitar exposiciones de objetos y documentos de la vida colonial española de los siglos XV al XIX. Muy cerca, la Torre del Homenaje, en piedra y mampostería, una de las visitas destacadas por los historiadores por ser la única torre medieval en América.

Con la misma piedra característica, también en la calle de las Damas y frente a la antigua casa de Ovando, se levantó en 1793 el Panteón Nacional. Fue la antigua iglesia de la Compañía de Jesús que había llegado a la ciudad en el siglo XVII, y hoy conserva memoriales en honor de muchos héroes nacionales.

Enfrente se encuentra esa antigua vivienda de Nicolás de Ovando, gobernador de 1502 a 1509, hoy perfectamente restaurada y convertida en un atractivo hotel donde se celebran habitualmente actividades culturales. Una historia algo más accidentada fue la que padeció la catedral dominicana cuya primera piedra fue colocada por Diego Colón. El emplazamiento elegido también se encontraba bastante cerca de su residencia habitual, el Alcázar, y de Las Damas. Se comenzó en 1514 pero los obreros se marchaban al oír las inmensas riquezas que les esperaban en las nuevas colonias. Gracias al obispo Geraldini, se terminó en el año 1540.

Los viajeros de la época comenzaron a ver que la ciudad tomaba cuerpo, y que aquí se instalaban las primeras sedes de instituciones como la iglesia, la cancillería real, las universidades y los organismos de justicia; y dejaron testimonio de mucho de lo que vieron. Oviedo, por ejemplo, escribió en su diario: «De Santo Domingo digo que cuanto a los edificios, ningún pueblo de España, tanto por tanto, aunque sea Barcelona, la cual yo he muy bien visto numerosas veces, le hace ventaja generalmente.... el asiento mucho mejor que el de Barcelona porque las calles son tanto y más llanas y mucho más anchas y sin comparación más derechas».

En Santo Domingo vive esa huella española en la arquitectura, y al mismo tiempo su esencia caribeña; y por ello en sus calles, pintadas de colores tropicales, se vibra a ritmo de Merengue.

Basta darse un paseo por la plaza de la catedral y por la calle El Conde para ser abordado por los más variados vendedores, guías turísticos, traductores español-español, encuestadores, o simplemente dominicanos que no necesitan más que unos segundos para entablar conversación con el visitante. Esta calle adoquinada y peatonal, merece siempre una mención por su colorido, su trajín, su gentío, sus puestos ambulantes, sus limpiabotas que persiguen al extranjero y sus cafés.

De nuevo, se tropieza aquí con la huella, y encontramos en el nombre de la calle el recuerdo del Conde de Peñalva, gobernador de La Hispaniola, quien en 1655 impidió que los barcos británicos tomaran la ciudad. El Conde, junto con la calle Mella, es una de las principales arterias comerciales de la capital. Pero si realmente se quiere conocer el bullicio de los mercados callejeros se puede uno acercar hasta el Mercado Modelo, diseñado para las compras rápidas de los turistas.

Si uno consigue zafarse de los vendedores que le arrastran, literalmente, al interior de sus puestos, podrá hacerse con lo que la tierra da en estas latitudes: elixires de amor, bebedizos contra los malos espíritus, todo tipo de artilugios de santería, café, ron, tabaco, artesanía en madera, ámbar... la esencia del Caribe en un viejo edificio. Un final de recorrido por la vieja y la nueva capital dominicana es el regreso al punto de partida, a la Plaza de España donde disfrutar un espléndido atardecer en el río Ozama, y donde las terrazas se llenan cuando el sol caribeño perdona a los visitantes.

REHABILITAR LAS COLONIAS El renacimiento de la vieja ciudad de Ovando va unida a la figura de Manuel E. del Monte Urraca, director de la Oficina del Patrimonio Cultural del gobierno dominicano y fundador de esta entidad en 1967. Arquitecto especializado en rehabilitaciones y ferviente defensor de las ciudades coloniales originales, hoy dirige los trabajos para recuperar una capital muy abandonada durante muchos años.

«Cuando yo comencé, el abandono era total y comprendí que era imprescindible trabajar en restaurar la que es la única ciudad fundada por los conquistadores españoles que sigue aquí después del paso de los siglos. Creo que es importante recuperar lo que fue la ciudad de Ovando, la ciudad primitiva que apenas eran cuatro manzanas con sus peculiaridades de entonces, con la estructura de las viviendas primeras y sin los adornos añadidos después».

La antigua vivienda de Ovando -«hay que retornar a la estructura original para que la casa cuente su historia por sí misma» explica- y otros edificios del casco colonial centran ahora la actividad de su departamento.

Según el último censo elaborado un total de ciento veinte casas coloniales se encuentra en proceso de derrumbamiento. Muchas fueron ocupadas a la caída de Trujillo, y desde entonces nadie se ha encargado de su mantenimiento.

HISTORIA DE LA CIUDAD PRIMADA Santo Domingo fue fundada por Bartolomé Colón, hermano del descubridor, el cuatro de agosto de 1496 en la margen oriental del río Ozama. Había descendido por la costa norte por indicación de su hermano con el encargo de infiltrarse en esta otra parte del territorio, y decidió instalarse aquí. Aunque en un primer momento lo hizo en la margen occidental del río, luego tuvo que trasladarla por una serie de desastres naturales que la asolaron. Sobre el origen del nombre de la ciudad hay dos teorías: la que indica que se eligió por ser fundada un domingo, y la que señala que el padre del fundador tenía este nombre y por eso se eligió. Enseguida comienza a cobrar protagonismo y se convierte en el punto de partida para otras expediciones españolas al Nuevo Mundo. En el año 1521 contaba ya con una población de quinientos habitantes. En 1558 se inaugura la Universidad de Santo Tomás de Aquino. La ciudad prospera pero al mismo tiempo empieza a padecer una de las pesadillas del Caribe: los piratas y corsarios. En 1586 Francis Drake, al mando de una escuadra de barcos británicos, saquea la ciudad. Ciclones y terremotos han sacudido la capital a lo largo del tiempo. La ciudad fue testigo de la proclamación de la independencia en 1844 en la puerta del Conde que se encuentra al final de la calle del mismo nombre.

Santo Domingo ofrece al visitante un paseo por la historia de la ciudad. La historia recorre sus calles y sus nombres evocan otros tiempos, en tanto los dominicanos brindan todo su calor.