Habanos, caribeño y universal
Con una historia de cinco siglos, tanto expertos como una pléyade de fumadores de todo el mundo, han mostrado su preferencia por los Habanos, considerados con justicia los mejores puros del mundo. Calidad y exclusividad son dos de sus atributos inseparables; de ahí que existan múltiples razones para colocar a este producto en la posición de compañero inseparable de los encuentros sociales, del lujo, del placer de vivir y de compartir con los demás, aunque ahora existan campañas antitabaquismo que intenten empañar tal liderazgo. Es el caso que, por ejemplo, los coleccionistas tienen un espacio muy particular para las anillas de tabaco y demás engalanamientos de las cajas. Esta es una práctica que existe desde hace varios siglos, cuando comenzó este hábito como una protección particular para el comercio. Las artes gráficas se regodean de buena manera a la hora de confeccionar estas etiquetas con bellos colores y figuras; tal y como la filatelia, la vitolfilia entonces ocupa un lugar prominente en el devenir histórico. Mediante colecciones de anillas se pueden conocer distintas épocas, personajes y figuras; detalles culturales que enriquecen la presencia de los habanos. Asimismo, existe mucha relación entre los puros y la perfumería, debido al propio aroma de la hoja, de la que emanan unos efluvios muy agradables y particulares que distinguen el olor a tabaco. Esa fragancia estaba entre las más reconocidas por los habaneros del siglo XVIII. El tabaco también es un punto de unión con la pintura; muchos autores como el barcelonés Vives Fierro tienen colecciones completas de sus obras dedicadas al tema, incluso con un amplio destaque de las torcedoras, de las galeras donde se confeccionan los puros y de las calles cercanas a las fábricas. Y qué decir de la farmacopea. Quizás por aquí pudo empezar todo, pues la hoja del tabaco fue perfecta, y aún lo es, para curar muchas dolencias; actúa como antiparasitaria por ejemplo, tal y como lo entendieron los exploradores españoles a su llegada a Cuba y después de tener contacto con la población aborigen que ya la empleaba en este sentido. Entonces, podemos decir que el Habano es una especie de engarce, vínculo y sentimiento común entre la cultura y la industria, entre las artes y el comercio: sentencia divina para quienes, fumadores o no, aprecian aquellos productos que relacionan a los hombres y mujeres con el quehacer de la humanidad en distintas esferas de la vida.
La mejor historia, el mejor origen Pongamos entonces un poco de historia en la mesa, pues Rodrigo de Xerez y Luis de Torres fueron los mejores hombres de Cristóbal Colón; esta era toda una patente para la gran aventura que además de llegar a América sería descubrir el tabaco. Por ello los escogió el 2 de noviembre de 1492 para llevar las cartas de presentación de los Reyes Católicos al emperador de los chinos, confundidos con China y el ansiado Cipango (Japón), por el cual habían hecho el viaje, pero resultó que estaban en Cuba. El 27 de octubre de ese propio año, la flota española había llegado a tierras de la isla antillana; sin embargo, la primera eventualidad la aportaron Xerez y Toledo el 4 de noviembre, cuando dieron informes de lo que luego se llamaría tabaco. Los emisarios de Colón vieron a los indios con unos tubos de hojas en los labios, en el cacicazgo taíno de Maniabón, en la región oriental de la ínsula. Sobre este hecho, el propio fray Bartolomé de las Casas dejaría constancia escrita en su diario y a partir de él, se acumularían una serie de sucesos, hasta el punto de que el incipiente hábito de fumar de Xerez le provocó cárcel en España. Bautizada por los científicos como Nicotiana Tabacum, la palabra con la cual los aborígenes cubanos la designaban era cojiba, cohoba, o cohiba. Esta planta parece ser nativa de Sudamérica, de la familia de las Solanáceas. A la llegada de los exploradores españoles los aborígenes la cultivaban, por lo cual todos los indicadores conducen a confirmar la paternidad cubana del tabaco: yerba anual pubescente, viscosa, de unos dos metros de altura, poco ramificada o con un solo tallo, hojas oblongo-lanceoladas, alternas, enteras y cuya variedad cubana se considera la superior en el mundo: la havanensis "plus ultra" de la calidad. Esta planta, también medicinal (purgante y antiparasitaria), es la delicia de quienes la fumaron o la fuman, como son los casos del pirata Francis Drake, y el corsario John Howkins; ellos convencieron a sus seguidores de que era bueno realizar los asaltos "echando humo" y así marcaron sus tropelías en el siglo XVI. A la lista entonces, con el tiempo, también se sumaron Federico I, el Grande, de Rusia; Benito Juárez, Abraham Lincoln, Napoleón Bonaparte, José Stalin, Ulises Grant, Theodoro Roosevelt, Sigmund Freud, Orson Welles, Ernesto Che Guevara o Winston Churchill, este último hasta aportó su nombre para una de las vitolas más voluminosas de las fabricadas en Cuba. Al tabaco le fue permitido el cultivo por Real Cédula del 20 de octubre de 1614, idéntico documento que prohibía su comercialización. El monopolio de la hoja también surge por Real Cédula el 18 de diciembre de 1740, carta que permite la creación de la Real Compañía de Comercio de La Habana. A partir de ese momento aparecen períodos de estanco y desestancos, guerras y pedidos, hasta convertirse en una de las primeras industrias cubanas. Pero el tabaco penetró en Europa primero de forma casi solapada y luego con un empuje que disgustó a unos y mereció el elogio de otros, hasta finalmente quedarse para ser aceptado por todos. Un elemento importante a tener en cuenta es la Denominación de Origen. Para que un puro se considere Habano tiene que tener su nacimiento en Cuba, con hojas cosechadas en esta Isla, formado el cigarro con manos cubanas, con la experiencia cubana y el aliento cubano. Tales elementos luego se aspiran en esa pieza vegetal única, independientemente de sus marcas, a partir del amor con el que son confeccionados y las características que atesora cada uno de los Habanos. Por ello, el Festival del Habano es el momento especial, la Meca de los fumadores más exigentes, sean comerciantes de tabaco, artistas, periodistas, o simples degustadores. Se trata de una reunión muy especial, con sorpresas, y en la que ya destaca un concurso tan elitista como el Habanosommelier (internacional), para escoger a los expertos que mejor tratan al puro cubano, su selección, corte, encendido, combinación con bebidas y platos, el gusto por la mejor vida. Momento para visitar plantaciones y fábricas, para dialogar y comprender esa esencia de esencias que muchos admiran y disfrutan con una simple bocanada de humo, del mejor humo, el de los habanos.
Planta mágica Bautizada por los científicos como Nicotiana Tabacum, como ya bien dijimos la palabra con la cual los aborígenes cubanos la designaban era cojiba, cohoba, o cohiba; para otros el nombre partía de la Isla de Trinidad y Tobago. Algunos, por su parte, consideran que Cohiba era un instrumento de madera en forma de Y, hueco, que empleaban los "indios" para inhalar por la nariz el humo producido por la planta. También se conoce que en los rituales aborígenes se dedicaba un espacio a rendirle culto al tabaco, que incluía iconos, especie de tambor, con el cual se agradecía a la planta sus beneficios. Es el tabaco, además, una pieza clave para los dioses de origen africano, traídos a Cuba en el siglo XVI en los barcos negreros. A la sombra de los barracones, fue símbolo para Osaín, el dios (orisha) del herbario; Elegguá, quien abre los caminos; Oggún, rey de los soldados y herreros, y Ochosi, el cazador. Todos los orishas varones fuman y mastican la planta, les encanta el rapé, el jugo de sus raíces, las hojas y las flores y, por lo tanto, curan con ella muchas enfermedades.