Por sus numerosos manantiales, cataratas y ríos que la atraviesan, los nativos la llamaron “Tierra de mucha agua”, siendo Guayana un fantástico paraíso para los amantes de la aventura y la naturaleza.

Situada en el noreste de América del Sur, en un punto privilegiado de la cuenca caribeña, Guyana atrapa al visitante con su monumental catarata de Kaieteur, una Ciudad Jardín como Georgetown, su exuberante selva tropical y una de las mezclas raciales mas sugestivas del planeta. Los bosques colman el entorno del Kaieteur, declarado Parque Nacional. Al recorrerlo quedará fascinado con la variedad de pájaros multicolores, entre lo más preciado de la variada fauna guyanesa, y escuchará los alaridos melancólicos de los monos “cantores”, el croar de las ranas doradas y pudiera reparar en los lagartos gigantes, serpientes y las huellas frescas de un tigre montés. La geografía de Guyana recoge 276 cascadas y un sistema de ríos y arroyos sinuosos. Unos parecen finísimas venas azules en el mapa, pero otros son verdaderos monstruos como el Essequibo, que recorre 371 millas, una de las más extensas "rutas del agua" del orbe. La imponente vía fluvial posee tramos de hasta 20 kilómetros de ancho y unas 365 islas localizadas en su trayectoria, algunas de ellas superan en dimensión a países caribeños. Otros afluentes tienen importancia capital para el país y es el caso del Ireng, el cual sirve de frontera entre Guyana y Brasil, con la frecuentada catarata Orinduik y su mansa caída que tienta a nadar en sus aguas. Sin embargo, ninguno cala tan hondo en el corazón de los guyaneses como el río Demerara, la principal vía de acceso a la sorprendente Georgetown, la capital. Georgetown, la seductora Se trata del mayor asentamiento costero de la nación, con casas de madera del siglo XIX, apoyadas en pilares y un encantador bulevar verde que rodea los viejos canales holandeses. La urbe de 170.000 habitantes cautiva por sus incontables obras coloniales, reminiscencias de los períodos de dominio holandés y británico, y se caracteriza por amplias avenidas escoltadas por árboles. De todas las edificaciones capitalinas, sobresale la Catedral de San Jorge, una blanca estructura victoriana de 1892 y que se considera, con sus 182 pies de altura, la construcción de madera más alta del mundo. Basta un paseo por la avenida de la República para admirar lo más notorio de la arquitectura de Georgetown: el estilo gótico del City Hall (el Ayuntamiento), un majestuoso inmueble levantado en 1887. Una de las más insólitas muestras arquitectónicas se ofrece en el puente flotante de dos kilómetros de longitud tendido sobre el Demerara para unir a los núcleos poblacionales situados a ambos lados de un río. En el punto más céntrico de la capital se encuentra el mercado de Stabroek, una mole metálica que toma vida durante el día con el ajetreo de compradores y vendedores. La plaza deviene sitio idóneo para reparar en la mezcla multirracial de Guyana, entre las más interesantes del universo, gracias a la presencia de amerindios, habitantes originales, europeos, chinos orientales, javaneses y africanos traídos en los siglos XVII y XVIII para trabajar en las plantaciones. Esta atípica fusión étnica se manifiesta en festivales, música, bailes y comidas autóctonos. No es raro, entonces, la existencia de platos diversos y, por supuesto, de la agradable selección de restaurantes. Hay también varios zoológicos y el Museo Nacional de la ciudad, con representaciones de la vida de los animales de la región y del país. Al ubicarse justamente en la desembocadura del Demerara, en la costa caribeña de Sudamérica, Georgetown funciona como puerta de entrada para cualquiera excursión hacia el interior del país. Para moverse más allá de los límites capitalinos se recomienda hacerlo por avión, pues el acceso terrestre lleva varios días para llegar a su destino. La única excepción es Liden, el segundo pueblo más importante del país, conectado con la capital por una vía pavimentada de 112 kilómetros. Al atravesar este terreno abrupto, encontrará hormigueros de hasta 10 pies de altura y algunos de los ranchos, famosos por las espléndidas comidas, donde se hospedan visitantes durante la noche. A diferencias de otras regiones antillanas, Guyana no posee playas de arena fina y aguas verdeazules, a causa del torrente caudal de sus ríos que desembocan en las costas arrojando sus turbias aguas.