La cantautora Rozalén, como siempre, acompañada por Beatriz Romero

Más de veinticinco mil personas disfrutaron en Granada, el 31 de mayo y 1ro. de junio, de la tercera edición del Bull Music Festival: dos noches, tres escenarios simultáneos y cincuenta artistas y bandas de las que más suenan en la música española contemporánea. Rozalén, C. Tangana, Mago de Oz y Ayax y Prok no defraudaron a sus seguidores y fueron las más masivas.

El recinto al aire libre El Cortijo del Conde acogió una vez más un festival en el que confluyeron las míticas bandas Medina Azahara y Mago de Oz con cantautores como Rozalén y Antilópez, los artistas urbanos de primer nivel Tangana y Arce, talentos locales (Eskorzo, Maldito Megía o Niños Mutantes) o bandas menos conocidas.

Desde las cinco de la tarde hasta el amanecer el ritmo del festival fue trepidante y en muchos momentos hubo que tener un oído en el escenario Graná Brugal y otro en el Bull, pues los conciertos se solapaban y uno quería disfrutarlo todo.

A media tarde del viernes, el dúo Fuel Fandango llegó para celebrar sus diez años de carrera, y lo hizo lanzando claveles al público y canciones antológicas, en las que iban con extraordinaria destreza del flamenco a la electrónica, de la copla al soul, del español al inglés. El concierto fue mágico, con el sol poniéndose en el horizonte y los fans bailando al ritmo de Salvaje: «Como caballos en la niebla, salvaje soy, salvaje soy».

Luego estuvo Rozalén, una de las principales voces de la canción de autor en España, acompañada por Beatriz Romero, la intérprete de lengua de signos que convierte sus conciertos en inclusivos. «Ante la vida, ante la noche, solo tenemos dos opciones: o bailamos o no bailamos», dijo la manchega, y nadie se resistió a bailar cuando sonaron sus canciones más famosas: Saltan chispas, La puerta violeta, Girasoles: «Era necesario respirar para mirar alrededor. Paseo por La Habana y un café frente al Malecón-cón-cón-cón…».

La cantautora dedicó los intermedios a reivindicar causas «pendientes», y lanzó frases como «qué bien que nos vayamos dando cuenta de que lo femenino no solo está en la mujer, ¿verdad?» o «La lucha feminista es la revolución con más amor de la historia». También recordó a los miles de desaparecidos de la Guerra Civil que siguen enterrados en las cunetas, drama que ha vivido en primera persona y que ha retratado en Justo, uno de sus últimos éxitos musicales. 

Rozalén se despidió de su público agradeciéndoles por comprar sus discos y entradas a los conciertos: «Gracias por permitirnos esta vida, se nos nota que somos muy felices sobre el escenario», aunque una hora más tarde volvió a aparecer, cuando la festiva Pegatina era la reina de la noche. Antes había estado con Mr. Kilombo, con quien también ha colaborado.

La banda catalana —que acaba de celebrar sus quince años en el WiZink Center de Madrid, a aforo completo— se despidió con una canción a favor de la tolerancia y recordando a artistas que han tenido que enfrentarse a procesos judiciales por ejercer, con su trabajo, el derecho a la libertad de expresión. 

Ya de madrugada, los de Medina Azahara demostraron que siguen siendo los mejores representantes del rock andaluz, mientras Nach —rapero de Alicante con veinte años de carrera y muchas «canas en las sienes»— calentaba una noche que tendría su epicentro en los gemelos terremoto de Granada: Ayax y Prok, también artistas urbanos con miles de seguidores por todo el país y millones de reproducciones en los canales musicales y plataformas de streaming.

Escuchando a los hermanos del Albaicín, confirmas que el rap tiene mucho de poesía y que sigue siendo el mejor género para denunciar injusticias sociales o los problemas que más preocupan a los jóvenes, aunque su forma de expresarse siga provocando rechazo en algunos círculos, especialmente entre las estructuras legales.

Mientras tanto, en un mundo paralelo, los amantes de la música electrónica abarrotaban la Underground Tent, donde hubo sesiones con la holandesa Chelina Manuhutu, la belga Charlotte de Witte o las españolas Carmen Gea y Fátima Hajji. El sábado sería el turno de los DJ masculinos Dennis Ferrer, David Squillace y Christian Smith.

Tras un descanso que pareció corto, el sábado por la tarde volvió a arrancar la fiesta. Y el intenso sol del primer día de junio no fue un problema: los organizadores instalaron carpas frente a los escenarios para dar sombra, y puestos de cerveza fresquita, garitos de comida, autobuses para volver al centro de Granada… vamos, todo lo que un festivalero necesita para sobrevivir.

Disfrutamos sin preocupaciones del humor jondo e irreverente de Antilópez, del muy radiado Lo siento, de Beret; del electro-pop de Dorian y de la magnífica puesta en escena del sevillano Juanito Makandé, ya un habitual del Bull. 

Con los acordes rockeros y celtas de Mago de Oz asistimos al «fin del mundo», viajamos a parajes fantásticos, a épocas lejanas dominadas por la Inquisición, disfrutamos de una «fiesta pagana» donde el público clama a voces: «Ponte en pie, alza el puño y ven… de la misma condición, no es el pueblo ni un señor. Ellos tienen el clero y nosotros nuestro sudor». 

El plato fuerte de la noche fue el muy mediático C. Tangana (nombre artístico del madrileño Antón Álvarez Alfaro) y su Antes de morirme, que ha lanzado junto a ese otro fenómeno actual que se llama Rosalía. También son muy coreadas canciones como Bien duro, Un veneno (colaboración con el Niño de Elche) o Booty (el tema que tiene con Becky G).

Tras él, más rap con los valencianos Zoo, el dúo sevillano SFDK (que presenta su nuevo disco Redención) y «el rapero que más suena en los vestuarios de la selección española» (se cuenta que el mismo Sergio Ramos le dedicó un gol): Arce, cuyo Carpe Diem viene taladrándome el cerebro hace días: «Vamos a disfrutar los días porque un día se acaban / Me da vértigo mirar atrás / Puedes ser rico, creerte más, que el reloj no se para / Seas quien seas serás uno más». 

«El corazón late si te queda fe, la música es vida» dice también en esta canción el artista gallego, que con 17 años ya había pasado por un reformatorio. Y ahora entiendo qué hace un tipo conservador como yo, arrítmico ante cualquier baile, en un festival tan variopinto como este. 

¡La música es vida! Y esta variedad de estilos y ritmos musicales no se encuentran fácilmente en un mismo sitio. Un acierto del festival que aplaudimos, que vivimos y hasta bailamos, a nuestra manera, claro.