Los valores Papantla son un espectáculo único por su tradición, peligrosidad y lo vistoso de sus atuendos milenarios.

El atardecer fue una pintura de cielos imposibles con pinceladas transparentes, reflejos, gamas infinitas de azules, rosas y ocres, anuncio de la noche más patriótica. La gente comenzó a llegar poco a poco y luego como un río constante, con sonidos de música, trompetas, vendedores de globos, comida, niñas con trajes típicos y lacitos en la cabeza con los colores de la bandera. Pronto era imposible llegar donde actuaba el ballet de Xiutla en Los Arcos. La gran atracción que todos esperábamos era la de los voladores de Papantla. Buscamos un lugar alto y tranquilo y nos sentamos a observar cada detalle del malecón. Vimos pasar al Presidente Municipal con un cuadro de Miguel Hidalgo, saludando. Le sentí cercano y me gustó que todo el mundo compartiera unos momentos tan significativos.

Seguían llegando más y más, la calle era una alfombra de cabezas alegres. Sobre las 10.30 aparecieron parte del grupo de los hombres pájaro o voladores y en un molinillo metálico hicieron las delicias de todos dando vueltas cabeza abajo. Según nos contaba el presentador del evento, los cinco que más tarde subirían al mástil de 30 metros, estaban en la iglesia rezando para que todo saliera bien en esta tradición silenciosa que repiten desde el siglo XV. Por fin llegaron con sus trajes bordados y sombreros, saludando, enseguida comenzaron sus rituales de bailes alrededor de velas encendidas. Poco después comenzaron el ascenso mientras los demás aguantábamos la respiración. El último fue el del centro, en una superficie de 30 cm tocaba la flauta y el tambor y danzaba de pie en una hazaña de equilibrio. Estos instrumentos son de madera hechos a mano y representan la flauta el canto de las aves y el tambor, la voz de Dios.

Tomó asiento y los cuatro se lanzaron al descenso desde la plataforma. Sus cuatro lados representan los cuatro puntos cardinales, comenzando por el oriente pues es donde se origina la vida. Volaban, de verdad volaban, iban girando pendiendo de un pie, la cuerda se desenroscó y arriba los sonidos de la flauta seguían sonando. Cuando llegaron al suelo rompieron los aplausos, fue bello y emocionante. Después vendría el grito en la plaza y los fuegos artificiales ante locales y visitantes. Los miles de lucecitas en el aire eran como una explosión del corazón. Sentí México más vivo que nunca, muy dentro de mi piel, pura emoción.