Desde que los indígenas americanos lo fumaban como parte de sus rituales, el tabaco ha ido extendiéndose por todo el mundo en diversas variantes, conquistando una de ellas, los Habanos, a los paladares más exquisitos del planeta

Hallaron los dos cristianos por el camino mucha gente que atravesaba a sus pueblos, mugeres y hombres, con un tizón en la mano, (y) yervas para tomar sus sahumerios que acostumbravan. Así describió Rodrigo de Jerez, uno de los marinos que acompañó al Almirante Cristóbal Colón en su primer viaje a América, el primer encuentro de los europeos con el tabaco, una planta que muy pronto cautivó al mundo entero por sus múltiples cualidades, y en especial con el hábito de fumar los puros que se hacen con ella. Atacado por la Iglesia en los primeros tiempos como costumbre «maléfica», fue curiosamente el propio Rodrigo de Jerez uno de los primeros condenados por la Inquisición por esta costumbre «pecaminosa y diabólica», lo cual no impidió que poco a poco se generalizara en España, desde donde comenzó a difundirse por el mundo entero. El rito de la Cohoba o Cohiba, como nombraban los taínos a la fuma en largas pipas de caña del tabaco con fines espirituales, era ya cuando los españoles lo vieron una costumbre muy antigua. Los mayas y aztecas, por ejemplo, desde hacía siglos lo usaban en sus ceremonias religiosas mezclado con otras sustancias, lo cual se evidencia en las múltiples inscripciones y pinturas en piedra encontradas en sus templos. También muchos pueblos de América lo empleaban como remedio medicinal, mientras que en México, el este de América y en Canadá se cultivaba la Nicotiana Rústica, de hoja estrecha con un alto contenido de nicotina, y tan amarga que se fumaba en pipa, lo que dio lugar a la famosa pipa de la paz. Corría el año 1510 cuando Francisco Hernández de Toledo llevó la semilla a España, y allí, paradójicamente, mientras la Inquisición condenaba fumar el tabaco, fueron los frailes quienes comenzaron a cultivarlo con fines ornamentales y medicinales en huertas cerradas dentro de los conventos, costumbre que llevó más tarde a dar el nombre de estancos a los comercios donde debía venderse. Pero quizás a los dos personajes que más les deba el tabaco su fama en Europa sea a Jean Nicot, embajador francés en Portugal en el siglo XVI, quien llevó a la corte francesa de Catalina de Medicis el extraño polvo molido que aliviaba las jaquecas de la reina; y al corsario inglés Sir Francis Drake, quien en 1585 lo dio a conocer en Inglaterra. Nicot fue inmortalizado por el botánico sueco Linneo, quien al publicar su tratado sobre las plantas Species Plantorum, no dudó en elegir el nombre Nicotiana Tabacum en homenaje al embajador. Mientras que Drake pasó a la historia más como pirata que como descubridor, pues fue su compatriota Sir Walter Raleigh, explorador que descubrió el tabaco en las costas norteamericanas de Virginia, quien con su pipa causó asombro en la corte de la reina Isabel I y lo introdujo definitivamente en este territorio europeo. El nuevo producto pronto se difundió por Europa y Rusia, y en el siglo XVII llegó a China, Japón y la costa occidental de África. Así, España monopolizó el comercio del tabaco, para lo cual estableció en 1634 el estanco de este producto para Castilla y León, régimen que en 1707 se amplió a todos los territorios de la corona, acompañado de la prohibición de cultivar la planta en la península para facilitar el control aduanero. La extensión del estanco a Cuba, donde tenía lugar gran parte de la producción, provocó numerosas revueltas y en 1735 España cedió la explotación a la Compañía de La Habana. Sin embargo, fue la América colonial anglófona la que se convirtió en el primer productor mundial de tabaco, al iniciar su cultivo en Jamestown, donde ya en 1615 la planta se convirtió en el producto agrícola básico y en el principal medio de cambio de la colonia. En 1776 el cultivo se extendió hacia Carolina del Norte y llegó por el oeste hasta Missouri; y en 1864 un agricultor de Ohio obtuvo por casualidad una cepa deficiente en clorofila que recibió el nombre de burley blanco y acabó por convertirse en el ingrediente principal de las mezclas de picadura americana, sobre todo a partir de la invención en 1881 de la máquina de elaborar cigarrillos. Así, ya sea en polvo de rapé, en fina picadura para liar cigarrillos o fumar en pipa, o torcido para formar un Habano, el tabaco conquistó el mundo, aunque fue Cuba, y en especial las tierras de Vuelta Abajo, quienes convirtieron a los Habanos en un producto de lujo, que hoy deleita a los gustos más refinados del planeta.