José Carlos de Santiago

Zona de paz, centro neurálgico para la navegación, punto de encuentro de culturas, sitio acumulativo de patrimonios mundiales, espacio privilegiado de la naturaleza, el Caribe es hoy un lugar obligado a tener en cuenta por quienes desean vivir una experiencia diferente.
No por gusto el Caribe está de moda, y más ahora, cuando han vuelto sus miradas hacia él mucha gente, tras la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, que ha vuelto a poner en la palestra mundial a la mayor de las Antillas.
El deshielo entre los dos países es un fenómeno que no solo repercutirá en la isla grande, sino también en sus hermanos caribeños e incluso latinoamericanos, reconfigurando el mundo turístico, y atrayendo a este país, pero también hacia otros de la zona, a más turistas, aerolíneas, cruceros, inversionistas.
Con razón la OMT escogió a La Habana para celebrar la LX Reunión de la Comisión de la Organización Mundial del Turismo para las Américas, precisamente este 2017, que la ONU ha declarado como el Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo.
Algunos, con vista a corto plazo, piensan en las ineludibles consecuencias que pueda provocar en otros destinos el desvío de viajeros, especialmente de Estados Unidos, hacia Cuba.
Los más, como se demostró en la reunión de la OMT, avizoran a la postre un efecto positivo, teniendo en cuenta la potenciación de los multidestinos, de nuevas y mejores conexiones aéreas, el aumento del tráfico de cruceros, la atracción de inversiones y, en sentido general, el interés por la región; porque, nadie lo dude, hay muchos ojos puestos en el Caribe.