Evolución
El corrimiento hacia una industria de alto estándar con elementos vivenciales en un marco de protección y respeto del medio ambiente, las culturas locales y el patrimonio, proyectos que garanticen el mínimo impacto ambiental en interés de la sostenibilidad del sector y un balance más armónico e inclusivo con participación de todos los actores posibles, cada vez más caracterizan la gestión turística de América Latina. Los arrecifes, playas y bosques del Caribe; los monumentales paisajes de los Andes y la Patagonia; el universo amazónico; los volcanes, selvas, costas y naturaleza toda del norte y centro del continente, constituyen un tesoro natural de inmensas proporciones que, esencialmente, conforman el universo de atractivos a los que se ha asociado la industria, además de su historia, tradiciones, su riqueza cultural y arqueológica, que van mucho más allá del medio centenar de ciudades con sitios en la lista del Patrimonio Mundial, declarados por la UNESCO en esta parte del mundo. La región sigue siendo un destino internacional exitoso y asiste a un fuerte movimiento de inversiones en hoteles de alta gama con espacios para reuniones, Spas de primera categoría y, en muchos casos, servicios de golf y marinas, así como infraestructuras extra-hoteleras de primer nivel y más posibilidades de contacto con los pueblos, culturas y realidades locales, de lo que hablan a diario decenas de noticias, que son la más clara señal de cómo y cuánto se avanza. México, Centroamérica, Brasil, Argentina, Ecuador, Colombia, República Dominicana, Cuba y muchas de las pequeñas islas del Caribe, son objeto frecuente de atención por la prensa especializada, cuyo seguimiento describe la evolución de una industria turística responsable, que a la vez que crece y se desarrolla, no pierde frescura y novedad, avanzando aceleradamente, también, en áreas tecnológicas claves como, por ejemplo, el comercio electrónico –que de 21 800 millones de dólares en 2009, debe pasar a 34 500, a fines de 2011. Responsabilidad en su gestión, posicionamiento en segmentos de elevada exigencia como el turismo de negocios y eventos, variedad y calidad en las ofertas de alojamiento, productos extra-hoteleros de clase mundial, políticas de inversión marcadas por una rigurosa proyección de sostenibilidad y el máximo de sinergia entre los sectores público y privado, deben seguir distinguiendo la industria turística latinoamericana que para alegría de todos los que apostamos por ella, es obligada referencia mundial de cómo actuar y qué ponderar, para un buen ejercicio del sector.
José Carlos de Santiago