El año de la sostenibilidad declarado por la Organización Mundial del Turismo (OMT) se adentra en sus finales, pero el llamado de conciencia y acción hecho por el organismo sigue en pie. No puede ser de otra manera, si por demás se piensa que el asunto es especialmente sensible en áreas como el Caribe, donde según el Consejo Mundial de Viajes y Turismo, el sector genera el 13 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB), al tiempo que se trata de una actividad fundamentalmente basada en los valores de su medio ambiente y naturaleza. La III Reunión Ministerial de Cuba y la Comunidad Caribeña, recientemente celebrada en La Habana bajo el lema Por un Caribe unido y solidario, dedicó parte importante de su agenda a los desafíos sociales, económicos y naturales de la región, y sus participantes fueron enfáticos en la necesidad de trabajar de modo mancomunado en todos estos frentes e insistir en el interés de que su marco geográfico sea declarado área especial en el contexto del desarrollo sostenible, con lo que dispondría de un cuerpo legal y procedimientos concertados para la inversión y el desarrollo responsables en el sector turístico. Es más que una alternativa, la única opción, el único camino hacia un mañana de progreso para un área que emplea en el ramo cerca del 20 por ciento de su población laboralmente activa y que, como regla, ha basado sus éxitos como destino internacional en la belleza y conservación de sus escenarios naturales costeros y de tierra adentro. Para los países caribeños, particularmente vulnerables a las amenazas derivadas del cambio climático y la degradación medioambiental, la sostenibilidad ha devenido una nueva forma de ver las cosas, con luz larga y multidimensionalmente, y esto es una de las más altas expresiones de conciencia y responsabilidad compartida en la región –ya hoy compromiso y línea de acción presente y futura.

José Carlos de Santiago