Ante la prolongación de la crisis financiera y el declive del comercio global, la industria del ocio se alza como alternativa de resistencia económica, aunque su muro también exhibe grietas.

La crisis económica desatada en el 2008 empieza a mostrar signos comparables con la Gran Depresión del pasado siglo, aunque los escenarios globales han cambiado mucho entre uno y otro momento. Ambos desastres comenzaron con terremotos bursátiles en Wall Street, polo principal de las finanzas del orbe. Quizás por compartir origen, la actual convulsión amenaza con repetir registros temporales igual de prolongados que la conmoción económica de la década del 30.

A cuatro años del inicio, la crisis del presente sacude el árbol de la economía mundial con tal fuerza que siguen cayendo hojas, ramas, empresas, bancos y empleos. Europa continúa sin encontrar solución a una deuda desproporcionada que le ahoga, mientras nuevos tropiezos del comercio y la producción globales confirman impactos en regiones, países y sectores económicos que habían navegado bien hasta el momento.

Definitivamente, el alivio del 2010 fue apenas un engañoso truco de estadísticas y tecnócratas. El agravamiento lo admiten ya hasta instituciones financieras internacionales que mostraron poca visión y previsión frente al cataclismo y sus causas. 

El economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Olivier Blanchard, reconoció en septiembre pasado que la economía mundial necesitará por lo menos diez años para salir de la crisis financiera. 

Su homólogo en el Banco Mundial, Kaushik Basu, coincide en que tomará años resolver el rollo financiero actual, por el daño de la crisis europea al comercio mundial. Más partidario de un enfoque keynesiano que apueste al crecimiento económico y el empleo, mira con el ceño fruncido las obsesiones fiscales de los políticos europeos ante la inflación y los equilibrios macroeconómicos. «No lo están haciendo bien», dijo.

Comercio en picada

Mientras las olas de desempleados agitan al Viejo Continente, la incertidumbre mantiene a los bancos europeos sumidos en una congelación crediticia que lastra al comercio, acentúa la contracción de la demanda y golpea a las exportaciones de otros países. Con los nexos comerciales como vector, la crisis contagia a regiones –Lejano Oriente y Sudamérica– que habían resistido hasta ahora.

La Organización Mundial de Comercio (OMC) redujo en septiembre a 2,5 % su previsión de crecimiento del intercambio mundial de mercancías para el actual año, desde el 3,7 % pronosticado en abril. Achaca el debilitamiento a «vientos en contra cada vez más grandes», entre los que menciona los problemas económicos en Estados Unidos y Japón y la desaceleración de economías emergentes. Pero como causa más grave señala el efecto de la crisis financiera europea sobre el resto del mundo.

De hecho, la OMC observa mayor retraimiento en los países desarrollados, cuyas exportaciones solo aumentarían un 1,5 % en 2012, mientras sus importaciones tendrían un crecimiento casi nulo, de 0,4 %. Aunque también pierden vigor, las llamadas economías en desarrollo o emergentes encontrarían entre sí sostén para un incremento de exportaciones de 3,5 % y de 5,4 % en las importaciones.

En el primer semestre de 2012 la caída resultó más dura en la Unión Europea, con bajas importantes –hasta del 3,5 % interanual de abril a junio– tanto en el comercio entre países miembros como en el intercambio con el resto del mundo. El dato es preocupante por cargar la UE con más de un tercio del comercio mundial.

El desempleo masivo y la vuelta del fantasma de la recesión a Europa, el estancamiento de otros dos polos económicos y financieros, Estados Unidos y Japón, y la desaceleración de economías emergentes que servían de motor al comercio mundial –según el BM, China crecería este año un 7,7 % en lugar del 9,3 % conseguido en 2011–, llevaron al FMI a recortar su pronóstico de crecimiento económico global de 3,5 % a 3,3 % para 2012. 

Si tenemos en cuenta la torpeza de los gobiernos de Europa para ponerse de acuerdo y resolver sus agonías financieras comunes, no sorprendería una evolución económica y social más cruenta que los pronósticos del FMI.

Una buena noticia

Un punto de luz, sin embargo, asoma entre las brumas. La industria turística mantiene una expansión firme este año, en aparente contradicción con las tendencias dominantes en la economía mundial.

«La única buena noticia procedente de la economía viene del turismo», gracias a su flexibilidad y capacidad para adaptarse bien a la coyuntura, sostuvo el secretario general de la Organización Mundial de Turismo (OMT), Taleb Rifai, el pasado 27 de septiembre, en ocasión del día internacional del sector.

Animado por el alza de viajes este año, dijo que el turismo «es probablemente uno de los pocos sectores que puede estimular la economía mundial, en particular en lo que concierne al empleo». 

¿Tiene razón Rifai? Solo en parte. Aunque resiste, la industria del ocio también deja entrever síntomas de agotamiento. 

En el primer semestre del actual año, 467 millones de turistas internacionales arribaron a los diversos destinos del planeta, un incremento del 5 % sobre similar etapa del 2011. Con ese registro en cartera, la OMT confía en ver un aumento del 4 % al cierre de diciembre, y sobrepasar por primera vez la cifra de mil millones de viajeros. 

El sector aporta el 5 % del producto bruto global y genera 235 millones de puestos de trabajo. Su contribución es mucho mayor para algunas economías, sobre todo de países en desarrollo, por ejemplo, del Caribe. 

El rostro del turismo muestra buenos colores hasta en Europa, que con el 51 % de las 990 millones de llegadas internacionales siguió liderando a los destinos del mundo en 2011, según la OMT. Esa región superó las expectativas creadas por la crisis y recibió un 5,2 % más de visitantes.

Pero un análisis más detenido evidencia debilidades subyacentes. Europa es la región del mundo donde más lentamente crecen las llegadas: un 4 % en el primer semestre de 2012 en comparación con igual etapa del año previo, mientras aumentaron un 5 % en América, un 7 % en África y un 8 % en Asia y el Pacífico. Incluso, el mayor crecimiento europeo lo absorbieron las regiones Central y del Este, mientras en el Sur de Europa y el Mediterráneo se ampliaron apenas 1 %.

Emergentes de paseo

A la industria turística europea la están salvando sus propios nativos y las economías emergentes. Una encuesta realizada este año por la firma Avis entre 2 500 personas del continente revela más propensión a las escapadas breves. Casi dos tercios de los consultados, el 63 %, se inclinan por viajes de corta duración o a lugares próximos y dejan para mejor momento las vacaciones largas o en destinos de América y Asia.

Las presiones sobre el bolsillo enfrían el deseo de gastar de los europeos. En cambio, crece el interés de naciones emergentes por llegarse hasta Europa y disfrutar a mano llena.

Según el último informe de la OMT, la disposición a gastar bajó en los vacacionistas provenientes del Viejo Continente, mientras aumentó en los que salen de economías en desarrollo. Entre los países o mercados emisores con incrementos más notables del gasto en turismo internacional están China (+30 %) y Rusia (+15 %). También Estados Unidos (+9 %), Alemania (+6 %) y Canadá (+6 %). En cambio, creció lentamente o disminuyó en el Reino Unido, Italia y Francia. 

La preferencia de los europeos por visitar países del área, combinada con el creciente apetito por viajar en economías emergentes muy pobladas, como China, Rusia y Brasil, así como el hecho de que Europa continúa a la cabeza de los destinos turísticos, compensan las zancadillas que la crisis de la deuda de la UE pone a los consumidores locales y al comercio con el resto del mundo. 

Después del bache que siguió al estallido de la crisis financiera en 2008, la renta de la industria mundial del turismo se ha recuperado desde 2010, hasta redondear en 2011 ingresos de 1,2 billones de dólares (con transporte internacional de pasajeros incluido), según la OMT. Su ritmo de crecimiento parece más sólido que el del comercio. Pero como ese sector no opera en un mundo diferente también enseña grietas, por más que despierten aplausos y justifiquen el interés de empresarios y gobiernos por esa columna del consumo, las industrias locales y el comercio global.