Desde las costas de esta pequeña isla de 616 kilómetros cuadrados y 170 mil habitantes, un tapiz vegetal sube y desciende convertido en bosques, en buganvilias que estallan, en plantaciones de bananas. El olor a monte colma la atmósfera; los pájaros tienen colores vivos; la felicidad germina en medio de un paisaje fascinante de picos y valles.

Con el suave batir de las olas en la amura del barco, la brisa hincha la vela, el timonel gira el catamarán y pone proa hacia Jalousie Bay, la playa de ensueños a la que sólo puede accederse por mar y que, desde el taxista del aeropuerto de Vigie o la terminal de Hawanorra hasta la camarera del hotel o cualquier vecino de Castries –la capital–, todos recomiendan. Este puede ser el inicio de oro de un viaje de vacaciones a Santa Lucía. Jalousie Bay es una playa espectacular bajo altos cocoteros al fondo de una caleta de trazo suave que se extiende durante varios kilómetros entre el Petit Piton y el Gros Piton, los símbolos naturales por excelencia de esta joya antillana. La zona es una reserva de acceso restringido, pocos nativos viven en los alrededores y es evidente la cautela con que las autoridades manejan el área, que se extiende en una superficie de 3 mil hectáreas, y fue declarada en el 2004 por la UNESCO, Patrimonio Natural de la Humanidad. Los Pitones suben desde el mar y son montañas casi gemelas, casi humanas por sus curiosas siluetas anatómicas –como el busto de una mujer de pechos firmes y, por eso, entre los pescadores locales se les conoce como los senos de Santa Lucía. Cerca está La Soufrière, comarca de fuerte sabor francés que debe su notoriedad, básicamente, a ser el centro de una excelente oferta de turismo termal asociada a la veintena de manantiales de aguas sulfúricas que se localizan en las inmediaciones, como un recuerdo permanente del activo pasado geológico de la isla y que los operadores turísticos de la isla promocionan como complemento a la típica variante caribeña de sol y playa. En la historia de disputa bilateral por la posesión de la isla, tanto franceses como ingleses utilizaron estos baños para sus tropas. Eran un buen alivio en tiempos en que tan poco se sabía de la malaria y de la fiebre amarilla. Precisamente este es uno de los grandes tópicos curiosos de Santa Lucía: el pasado de pertenencia intermitente a Francia y a Inglaterra (14 traspasos de unas manos a otras). De esos vaivenes del pasado, hoy son huellas muy interesantes que varios de los periódicos locales se publiquen en un inglés de altura, mientras la gente común suele comunicarse en un francés criollo, tipo patois; y en la geografía del territorio, la muy francesa Eau Piquant, esté a tiro de piedra de la tan británica Black Bay; o Londonderry, a minutos de Anse de la Rivière Dorée. Isla chiquita, naturaleza grande En Santa Lucía todo tiene escalas diminutas, menos el esplendor de su naturaleza. Por eso, aunque su plato fuerte como destino turístico caribeño son las playas, en el conjunto de islas diminutas del Caribe, ésta en particular, tiene el atractivo de ofrecer mucho más, gracias a la belleza de sus entornos naturales interiores. Por ejemplo, en los bojeos que se ofrecen en diferentes tipos de embarcaciones partiendo de Rodney Bay Marina –excelente puerto turístico al noroeste del territorio–, el interés principal del paseo es la contemplación de la isla y desembarcar en puntos desde donde se abren senderos que pueden cubrirse a pie o a caballo. Una escala fija es La Soufrière, ciudad pintoresca y afrancesada de donde emprender un paseo a la cordillera central, con sus manantiales, volcanes inactivos y maraña de lianas y árboles. Son orgullo del territorio las plantaciones de bananas, de las cuales distribuyen en Europa y Estados Unidos unas 150 mil toneladas anuales, preciándose de ser muy dulces y sanas. La más famosa de todas las granjas bananeras es la Marquis Estate, que sigue activa después de siglos y la han convertido, además, en atractivo turístico, utilizando la elegante casa del otrora gobernador francés como restaurante donde acuden a almorzar los excursionistas. La isla tiene una buena red vial que permite seguir algunas rutas y no perderse ni uno de sus puntos de interés. Generalmente van cerca de la costa, pero en determinados puntos se bifurcan hacia el interior, ascendiendo, por ejemplo, hasta De Mailly, Sarot, Deglos y el propio Monte Gimie, la altura máxima del territorio –958 metros sobre el nivel del mar parece poco dicho a secas, mas allí resulta una visión imponente por las propias escalas minúsculas de la isla. Algunos tesoros locales son el fuerte Charlotte, en Morne, una construcción castrense del siglo XVIII que fue habitual testigo del contrapunteo entre franceses e ingleses en la época; y el Parque Nacional de Pigeon Island y Marigot Bay, exquisito escenario costero del oeste muy apreciado por navegantes solitarios, debido a sus condiciones naturales y escenográficas, junto a las infraestructuras de que ha sido provisto. Vieux Fort, segunda ciudad más poblada del país próxima al aeropuerto de Hawanorra, es de bonita arquitectura y se le considera un verdadero museo viviente por sus escenarios decimonónicos. En todo caso, cualquier movimiento entre un sitio y otro lo mejor que regalará será el paisaje, imponente a veces, amenazador incluso, porque prevalecen panoramas agrestes, selváticos, con montañas muy agudas, bosques misteriosos y siempre el mar, como telón de fondo. En los asentamientos rurales, los isleños gustan pintar sus casas de colores pasteles siempre bien contrastados, destacando detalles en blanco, rosa o amarillo; y, en general, todas tienen un aspecto atildado, con el ingrediente agradable de los sillones y el columpio en el portal, la huerta pequeña y el jardín plantado de cocoteros, malangas jaspiadas, buganvilias y palmeras. Son viviendas de madera con altos puntales para el acomodo y retención del aire fresco en los días más calurosos, y están construidas sobre pilotes, para protegerlas de las inundaciones en un lugar en el que se precipitan algo más de dos mil milímetros de lluvia como promedio al año; lo que explica en parte, la exuberancia de su naturaleza. Castries, ciudad tradicional y moderna Castries es una interesante mezcla de tradición y modernidad y esto responde a que a lo largo de su historia, sufrió varios siniestros (el último, aconteció en 1948), por lo que las autoridades debieron reconstruir barrios enteros desde las cenizas. La Plaza de Colón, es uno de los conjuntos más antiguos de la ciudad con algunos edificios históricos como el de la Catedral de la Inmaculada Concepción, que data de 1897; y el llamado mercado cubierto, símbolo local. El centro actual de la ciudad es la Plaza Derek Walcott, póstumo homenaje al hijo literato que ganó el Premio Nóbel en 1992, y donde funcionan oficinas de empresas nacionales y extranjeras, representaciones de líneas aéreas y comercios. Muy activo es el puerto turístico con miles de atraques en dársenas bien habilitadas y donde funciona un gigante complejo comercial de 23 tiendas libres de impuesto con el nombre de Point Seraphine, donde los turistas pueden comprar maravillas a precios realmente ventajosos –hay artículos de diseño como cristal, porcelana, joyas, relojes, carteras, calzado y confecciones textiles para mujeres, hombres y niños. Castries es de dimensiones pequeñas y la manera ideal de conocerla es caminando a través de sus calles. De los bares concurridos y de las viviendas, incluso, salen los ritmos más escuchados por sus habitantes como el calipso, el reggae y la cadance. En las esquinas baldías, en los parques, los niños suelen reunirse para jugar fútbol o improvisar un partido de críquet, los deportes con más arraigo, y es común que entre hombres se juegue dominó también directamente en la calle. Algo curioso es la jovialidad de la gente en Castries. Se relaciona de un modo llamativamente familiar, saludándose varias veces al día con un afable sa ka fet? (¿cómo te va?), lo que después acompañan, los hombres, de un choque de manos; y las mujeres, intercambiando besos en las mejillas. A los forasteros, también les dispensan saludos afables que refuerzan la percepción de hospitalidad, aunque para estos van casi siempre en un inglés sencillo: All right? Detrás de todo, quizás esté todavía la sensación del hombre insular de «estar lejos», «aislado», que forjó a través del tiempo un sentimiento muy especial de interés por el mundo, de entrar en contacto con él, lo que antes se satisfacía intercambiando con quienes llegaban y hoy explica un poco esa cultura de la buena acogida, tan arraigada entre los pobladores de la isla.

Lo más recomendable • Bojear la costa Caribe de la isla, desde Castries o Rodney Bay Marina hasta Jalousie Bay y desembarcar en una playa al abrigo de Los Pitones. • Pasear por el cráter del volcán La Soufriére –el único en el mundo que cuenta con carretera a esos efectos. • Anclar en la exquisita bahía de Marigot, con excelentes playitas y exuberante vegetación tropical. • Ascender el Monte Gimie, la altura culminante del territorio de donde se dominan sus costas y la visión es espectacular, lo mismo hacia el Atlántico que hacia el Caribe. • Una puesta de sol en el Anse Chastanet Resort. • Recorrer Castries, el pueblito de Morne, La Soufrière, Vieux Fort o Choiseful. • Una noche en el Club Monroe, el mejor lugar para entrar en contacto con la alegría de los locales, buenos bailadores de reggae y calipso.

Ubicación y accesos Santa Lucía forma parte de las Antillas Menores. Está al sureste del mar Caribe, entre Martinica, al norte; y San Vicente y Las Granadinas, al sur; en el sector central de las Islas de Barlovento. Sus principales accesos por mar lo constituyen el puerto de Castries y la Rodney Bay Marina; y por aire, el Aeropuerto Internacional de Vigie, al norte; y el de Hawanorra, al sur.

Los mejores alojamientos La isla satisface prácticamente todas las expectativas con alojamientos en pequeñas villas, hoteles, aparthoteles y lujosos resorts. Entre sus principales alojamientos se encuentran: Anse Chastanet Beach Hotel y Dasheene Resort, La Soufrière Cariblue Hotel, Cap Estate East Winds, Brellote Bay Halcyon Beach, Choc Bay Couples, Vigie Beach Halcyon Days, Vieux Fort Hotel La Toc & Villas, Castries St. Lucian Hotel, Reduit Beach The Islander, Rodney Bay Kimatrai Hotel, Vieux Fort Green Parrot Inn, Castries Smugler´s Village, Cap Estate Harmony Apartel, Rodney Bay Lagoon St. Lucia­’s Jade Mountain, La Soufrière