Manu Navarro La nueva joya panameña de Alicia Alonso
Manu Navarro, nueva primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba (BNC) compartió la escena con los cubanos Yosvany Cortellán y Jorge Vega en el más reciente Festival Internacional de Ballet de La Habana, en 2012, momento en el cual su atracción por la compañía llegó a oídos de Alicia Alonso y del director del Museo de la Danza, Pedro Simón. El matrimonio vio una de sus presentaciones en el evento, y al poco tiempo, la artista recibió la invitación de participar en las venideras funciones de la compañía en Cuba.
Aquella carta llegó acompañada de una crítica a su nombre artístico, Manuelita, que le parecía a la Alonso demasiado extenso y aniñado. La directora le aseguraba que Manu tendría posibilidades superiores de quedar en la mente de los amantes de la danza y Manuela aceptó el cambio con orgullo.
Es como empezar otra vez, pero no me molesta, porque puedo decir que Alicia Alonso me cambió el nombre. Es un privilegio, afirmó a la prensa panameña cuando hicieron pública la invitación.
Un profundo deseo de perfeccionamiento impulsó a la bailarina panameña a cruzar el Mar Caribe para incorporarse a la escuela cubana de ballet, que desde mediados del siglo XX integró las influencias europeas existentes, pero con indudable raíz latina.
El pueblo de Cuba valora el ballet casi tanto como el béisbol, deporte nacional, y al igual que los aficionados beisboleros los balletómanos elaboran sus propias propuestas de alineaciones, entiéndanse elencos, rinden culto a los bailarines de preferencia y emborronan la imagen de otros.
A los ojos de Manu, el público cubano es difícil por la gran cantidad de conocimientos que posee y porque ama con empecinamiento a sus artistas. Ella intentará conquistarle con una manera distinta de danzar y su carisma propio, está convencida. La panameña, de 24 años de edad, solo piensa en bailar pues le encanta el escenario.
El público puede esperar de mí mucha pasión y una total entrega, sostuvo y lo demostró durante su primera presentación como invitada del BNC, en el Teatro Nacional, en el solo contemporáneo De un hilo, creación de Analida Galindo. La obra dejó al auditorio con deseos de apreciar más de la bailarina. El segundo día de función el aplauso fue cerrado y se escucharon bravos. En la siguiente semana la televisión y la radio local daban la bienvenida a la artista.
Para mí es muy importante la versatilidad, asumir lo mismo un contemporáneo que un clásico, expresarme de más de un modo, sostuvo Navarro, aún a la espera de que le concedan el protagónico de un clásico para probar facultades.
Manuelita, como le dicen en su natal Panamá, se ve a sí misma como una bailarina fuerte que busca sentido a cada gesto pues no le gusta moverse sin motivo, y le fascinan los detalles, poner las manos en una pose pero por una razón.
Yo entrené de forma rusa desde los 15 años en Carolina del Sur, Estados Unidos, con un excelente maestro llamado Stanislav Issaev, proveniente de la escuela Vaganova. Por mi forma de bailar se darán cuenta de que no soy cubana, mis brazos fluyen muy al estilo ruso y eso no es malo, simplemente una manera distinta, explicó.
La joven aspira a mejorar su técnica en Cuba y poder desarrollarla en obras de estilos distintos como Giselle, referente supremo del Romanticismo danzario, y Don Quijote, representante del clasicismo. Aunque reconoce que la lánguida Giselle tiene que ver menos con su naturaleza, más cercana a la alegre y desafiante Kitry del Quijote. Siento que ella y yo tenemos una conexión especial, nos parecemos en personalidad, vamos de la mano, confesó.
La empatía con ese enérgico personaje al menos se echa a ver en los deseos de bailar de esta joven de grandes extremidades y brazos que complementan a las palabras durante el diálogo. Con brillo en los ojos cuenta que hace dos años, bailó en su país Don Quijote junto al primer bailarín cubano Romel Frómeta, en una temporada que nunca olvidará porque la otra primera figura panameña se lesionó y ella debió asumir las seis funciones seguidas con distintos partenaires (compañeros de baile) cada noche.
Si algo le maravilla de Cuba es precisamente la variedad de bailarines talentosos con que cuenta desde el cuerpo de baile hasta los niveles superiores. Hay mucho para donde mirar, variedad para escoger y no estoy acostumbrada a ello, lo reconozco, exclama con una sonrisa de auténtica sorpresa tras ver una función de la Escuela Nacional de Ballet; pues en esta isla no pierde el tiempo.
Si bien aún no ha tenido la oportunidad de demostrar mayores capacidades en los escenarios ya Manu cautiva a quien la conoce dentro del público en las funciones, tanto de la compañía como de la academia.
Este momento para mí es una oportunidad no solo de enriquecimiento profesional sino también personal, dijo recién llegada a la isla cuando la abordé por primera vez en el teatro.
A la escuela cubana la define su estilo, cuando todos los bailarines suben al escenario hay una armonía que crea ambiente y transmite uniformidad, observó la joven deseosa de ampliar su repertorio.
En Cuba asumirá casi el doble de las funciones que en Panamá, donde realizan un promedio de 40 actuaciones al año, la mayoría de programas conciertos con fragmentos de distintas obras y solo dos ballets clásicos completos.
Manu espera oportunidades para ponerse a prueba mientras toma clases y recibe ensayos en el corazón de La Habana, en la sede de la compañía cubana que de momento es su otra casa.