La Habana. Vivirla y amarla
es un espacio muy grande en la memoria de Cuba, de América y del mundo. ¡Tantas cosas han pasado en esta ciudad! ¡Es tan bello su urbanismo, está tan bien trazado su diseño como ciudad de cara al mar! Es también, la ciudad que por una serie de azares ha conservado sus estilos y recuerdos.
es un espacio muy grande en la memoria de Cuba, de América y del mundo. ¡Tantas cosas han pasado en esta ciudad! ¡Es tan bello su urbanismo, está tan bien trazado su diseño como ciudad de cara al mar! Es también, la ciudad que por una serie de azares ha conservado sus estilos y recuerdos. Hay ciudades que quedan para siempre en la memoria. La Habana es una de ellas. Parecería que son palabras de oficio pronunciadas por quienes tienen como deber cotidiano cuidar de ella. Lo cierto es que este compromiso nació de un hechizo, de una fascinación que se ha hecho mayor con el tiempo, en la medida en que los recuerdos de tantas otras urbes, se superponen en nuestra vivencia cotidiana. En el fondo del alma hay una voz que nos dice: nada como La Habana. La Habana es un estado de ánimo, una sucesión de sorpresas y nostalgias; más aun, cuando todo parece detenido en el tiempo y está cubierto por un velo fino y delicado, rasgado por el rumor y la vida azarosa de los que la habitan. Para esta ciudad, con nombre de mujer, no habrá muerte ni olvido, y es que en ella habita la poesía, la promesa de eternidad que le dio sentido a todas y cada una de las generaciones que fueron modelando sus espacios urbanos, sus monumentos, sus calles. Nosotros no ofrecemos una mirada nostálgica de la ciudad, sino activa, para conservar los rasgos que definen su identidad. Porque La Habana no es una señora mayor que se coloca pelucas y colorea las mejillas. La Habana exhibe la dignidad de sus años, la belleza del tiempo, el encanto y orgullo de sí misma.
Eusebio Leal Spengler Historiador de la Ciudad de La Habana
----------------------------------------------------
Alguien muy inteligente me dijo alguna vez que tratándose de La Habana, lo más sabio era abstenerse de hablar mucho para no gastar fuerzas en derrochar una prosa que nunca pasará de ser un intento más de expresar en palabras lo que siempre la realidad supera. Además, ya son muchas las líneas escritas sobre este lugar y algunas tan melifluas o matizadas por códigos de manual que a pesar del esfuerzo por haberles hecho textos meritorios y hermosos, vuelve a percibirse que la mejor bibliografía sobre la antigua Llave del Golfo es la que está escrita en sus propias piedras o es capaz de contar la propia vecindad. La Habana es un enorme baúl de sorpresas, un largo viaje a través de todas las sensaciones humanas sin horarios ni itinerarios prefijados. Arquitectónicamente es una ciudad ecléctica con barrios hermosos apoyada en miles de columnas que garantizan espacios protegidos del sol del mediodía y donde se encuentran iglesias, palacios, arcos, plazas y parques en una cantidad abrumadora; y desde el punto de vista cultural, un lugar indispensable en el que muy pocos pueden imaginar semejante riqueza. La música, la poesía, la danza, la pintura son algunos de sus grandes placeres, cuya magnificencia y espectacularidad parecen alcanzarse gracias a fuerzas muy poderosas que algunos llaman el espíritu de La Habana. La gente es digna y amable, con un sentido de la hospitalidad y del amor sin reserva, que se descubre en la manera de relacionarse, en la forma en que se besan los enamorados bajo el cielo de oro del Malecón, cuando cada tarde se convierte en el más concurrido espacio de la ciudad, en la capacidad de compartir lo que tiene, como expresión de que se puede ser muy solidario y gozar de la vida con una felicidad gigantesca, independientemente de las dificultades del momento o la más severa austeridad. Algo interesante he leído y copio textualmente: «cualquier ciudad cuyo sonido sea evanescente constituye una prolongación de nuestro laberinto interior; cualquier país que deseamos visitar fervientemente forma parte ya de nuestra memoria, aunque no lo hayamos alcanzado todavía. «La Habana posee todas las propiedades para que este mito se cumpla; tiene playas maravillosas, barrios secretos poblados de leyendas africanas y por todos esos ámbitos fluye el poder de la carne femenina junto con el fragor de todos los deseos bajo el sentimiento del aire; y eso hace que uno pueda descubrir sus paisajes en la propia alma y a sus habitantes tan cálidos recostados en alguna esquina de nuestro cuerpo, como una de las tantas formas del placer de la vida.» La recomendación para cualquier visitante es proponerse atravesar la espesura de emociones que regala la ciudad; disfrutar de sus luces que van del violáceo al dorado entre el amanecer y la tarde, comprender que la grandeza puede hallarse en algo tan sencillo como un mojito o la mirada cálida y dulce de una muchacha. En sus calles y plazas la poesía que anima la mirada para asentar los pasos de quienes las recorren, traza los signos que perpetúan con amor la historia. Aquí están mis precursores todos que me imponen hacer de Abel progenie. Pablo Armando Fernández Premio Nacional de Literatura Lo más sabroso de mi experiencia habanera es que a mi no me deslumbraron el Habana Libre, ni el Focsa, ni el Hospital Hermanos Amejeiras. Yo venía de Manzanillo y lo que me cautivó fue el toque de magia que encontré viviendo entre la gente sencilla de Centro Habana, Buena Vista, Párraga, los barrios. Por eso digo que si para Hemingway «París era una fiesta», para mí y para gran cantidad de artistas que hoy son personalidades reconocidas de la cultura cubana, La Habana sigue siendo mucho más que eso; y aunque en ocasiones siento que agradece alguna de mis canciones, me parece que mucho me queda por hacer para que esté más satisfecha con este inquilino. David Álvarez Músico. Director de Juego de Manos
Todo consiste en saber que La Habana existe como una forma de la dicha humana. Que tiene todo lo necesario para que se cumplan los sueños de cualquier turista que ha decidido moverse a algún rincón del mundo para cambiar de aire y recuperar fuerzas más allá de la cotidianidad. Su Centro Histórico es Patrimonio de la Humanidad, pero más allá de él también están su historia, sus encantos, sus épocas distintas desde el lejano siglo XVI hasta estos comienzos del XXI. Esto es visible a través del propio diseño urbano, los ambientes siempre variados desde las angostas callejuelas coloniales de los Oficios y de los Mercaderes hasta la moderna y arbolada barriada de Miramar en la que se descubren los bríos renovadores del presente o las decenas de capas de pintura que envuelven los edificios y antiguos palacetes repletos de decorados y que sacan a la luz el abandono y la desidia. La Bodeguita del Medio, el Floridita y Tropicana, por ejemplo, son un triángulo de obligada referencia para los visitantes; como las plazas fundacionales y las fortalezas, el barrio del Vedado y las excelentes Playas del Este, que tampoco deben faltar. La excelente posición geográfica al borde de una bahía de bolsa amplia y bien protegida resultó decisiva para que se convirtiera la ciudad en el principal centro urbano de Cuba, acogiera al gobierno y sus instituciones centrales, desarrollara infraestructuras vitales y llegara a ser un lugar muy especial. La ciudad actual abarca un área de 732 kilómetros cuadrados, de los cuales tiene urbanizados apenas 172, y en ella funcionan interesantes museos, universidades, teatros y centros de cultura. Si usted es de los que ha venido a La Habana con motivo de un evento o por razones de trabajo y apenas dispone de algunas horas libres para conocerla, no dude en hacerse un itinerario sucinto, porque bien vale la oportunidad de conocer la capital de Cuba. La Plaza de Armas, flanqueada por importantes edificaciones y monumentos de la ciudad como el castillo de La Fuerza, el Templete, el hotel Santa Isabel, el Palacio del Segundo Cabo y el Museo de los Capitanes Generales, puede ser un buen punto de partida. Cerca también están la Plaza Vieja, el Museo del Ron Havana Club y mucho de lo que más vale y brilla en el casco antiguo. Camine por Obispo, como lo hizo tantas veces Hemingway, del hotel Ambos Mundos al Floridita, la cuna del Daiquiri; entre al Museo Nacional de Bellas Artes y también mézclese con los transeúntes –la vecindad–, ese conglomerado humano que se empeña en vivir a toda costa, con una generosidad y una alegría desbordantes. Tome entonces el Malecón y suba al Parque Central. Admire el Gran Teatro de La Habana y la monumentalidad del Capitolio para después volver atrás y desde la costa subir las alturas del Vedado por las calles 23, Paseo y G, que le conducirán hasta otros sitios también interesantes como La Rampa, la Universidad y la Plaza de la Revolución. Baje por esas mismas calles, si viniera por Reina, Carlos III o Zapata; y de nuevo en el Malecón, pase el río Almendares a través del túnel para recorrer la arbolada y suntuosa Quinta Avenida, en Miramar, que atraviesa la ciudad hasta sus confines del oeste, pasando cerca del famoso cabaret Tropicana y llevando directamente a la Marina Hemingway. Eso es algo que el visitante agradecerá, sobre todo porque no es tan sencillo encontrar lugares como este donde se respire con facilidad la promesa de una vida mejor, lo que constituye la más poderosa aspiración de cualquiera que no se conforme con poca cosa. La Habana es el puente mitológico entre lo real y lo irreal. Está presidida por las encrucijadas. Es el Caribe. Miguel Barnet Antropólogo y novelista Presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba