Casi tres horas de viaje al occidente, desde la capital cubana, permite descubrir un pueblo colmado de enigmas y leyendas, de casas coloridas, de música, de canto, de gente noble y hospitalaria que, además, vibra entre mogotes. Un sitio, el único en Cuba, donde se han encontrado restos fósiles de determinados tipos de dinosaurios, monos y tortugas marinas. 

Nombrado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en el año 1999, Viñales tiene una arquitectura histórica e ilustre, que mantiene el diseño típico de una calle principal, galerías de columnas a sus lados y casas de tejas rojas que favorecen sus condiciones climáticas. La urbe convive con la brisa natural y el verdor de esos paisajes naturales que la distinguen a nivel mundial. Ese mismo año, hace ya dos décadas, el valle del mismo nombre y parte de la sierra que lo rodea, se designó Parque Nacional.

Le dicen el Jardín de Cuba, porque sus mogotes son únicos. La palma de sierra, la palma bonita de sierra y la palma corcho (Monumento Natural Nacional por sobrevivir desde el Período Jurásico hasta la fecha) son algunas de esas 17 plantas endémicas que solo pueden localizarse en estos parajes de la provincia de Pinar del Río. 

¡Ay de quien guste del turismo de aventura, el senderismo, la observación de aves como el tocororo, la cartacuba, el colibrí y el tomeguín del pinar; de la espeleología… y no visite a Viñales! Se pierde un valle inundado de asombros, la cuna de la escalada en Cuba, el sistema cavernario más grande del país con sus más de 300 cuevas, entre las cuales se halla la segunda más grande de América Latina (la Gran Caverna de Santo Tomás). 

El desarrollo social y económico del poblado no ha agredido los elementos naturales que embellecen la zona. No lo hizo, por ejemplo, la puesta en marcha de un canopy, una instalación insertada en un espacio donde no provoca ningún daño al medioambiente, y que nos acerca a un proyecto tan interesante como el que los artesanos han llamado Raíces. Por cierto, esta es una tierra que sobresale por la artesanía que se realiza de carácter utilitario, y que cuenta con magníficos exponentes como el sombrero de yarey, el porrón para tomar agua y las canastas para guardar el pan, los huevos y el tabaco…

Y hablando del tabaco, aquí no es tapado sino de sol. Cierto que no alcanza la escala que en otros macizos tabacaleros como San Juan, Consolación y San Luis, sin embargo, tiene la peculiaridad de cultivarse por métodos tradicionales (arado, yunta de buey…), de manera familiar: campesinos a quienes les gusta pilar el café y colarlo luego en teta, y hasta tomar su guitarra y entonar un punto guajiro (una práctica muy extendida por esta región) antes de ponerse a trabajar en fincas muy pequeñas, debido a la geomorfología del lugar. El hecho de que además prefieren cortarlo más que ensartarlo, lo hace muy exclusivo. 

Además de dar una vuelta por las vegas, el visitante no puede dejar de llegarse a la Cueva del Indio con su río subterráneo, al Rancho San Vicente, al Mirador de los Jazmines, ni dejar de fotografiarse en el Mural de la Prehistoria, una de las pinturas a cielo abierto más grandes del mundo.

 

SINGULARIDADES

Algunos multiplican las leyendas de este lugar cuando se habla del misticismo que acompaña a los acuáticos, la historia de Antoñica Izquierdo, el vínculo eterno que allí se ha establecido con importantes artistas del país, y de la casa embrujada en las mismas curvas camino al poblado, en la que pocos han intentado vivir por el «ruido» de pasos y cazuelas. 

En Viñales se aprecia, además, una presencia importante del sector privado en actividades como la gastronomía (el modo como se asa el puerco en esta parte de Cuba es única), con espacios que resaltan por su prestancia y buen servicio. Uno de ellos se nombra Cubar, Premio del Salón de Arquitectura, pero también está la Finca de Benito, situada en las afueras del pueblo y que ha conquistado en dos ocasiones el Premio de la Cátedra de Arquitectura Vernácula Gonzalo de Cárdenas, auspiciado por la Fundación Diego Sangrego, de España, y la Oficina del Historiador de La Habana: en el 2009 en Restauración y el año pasado en Conservación. Por supuesto, también hay dignos representantes en el sector estatal, como Don Tomás, distinguido en la categoría de Conservación. Se trata de la casona enclavada en el centro histórico, ejecutada por el arquitecto español Roger Revilleax, entre 1887 y 1888. 

La verdad es que Viñales merece más de una visita, y ya no para recorrer las rutas más conocidas sino también para ir al campo a comer malanga amarilla, pasar una noche con los carboneros, encontrar el mejor mármol negro del país en el Cayo San Felipe, desandar el Valle Ancón por el sendero del ruiseñor, mojarse los pies en el río La Jagua o realizar la caminata «Del infierno al paraíso» en la pre-montaña y la Sierra del Infierno, una de las más elevadas de la provincia de Pinar del Río.  

Si de curiosidades se trata, la casa de María resulta la parada perfecta antes de iniciar el viaje aventurero. En los predios de esta vivienda, designada como el Jardín Botánico de Viñales, se conservan especies vegetales que no se hallan en otro lugar. La generosidad de la familia permite que recorramos su amplio patio para que nos sorprendamos con la exclusividad de este ambiente natural.

Al fondo del Valle, atravesando las veredas, podemos dar con la Casa  Raíces, del escultor Noel Galá, quien alterna sus labores en el campo con el arte de hacer vivir los troncos de tengue, yagrumón, guamá y macurije, esculpiendo en ellos figuras, animales y seres ficticios.

Y por si fuera poco, esta tierra fue bendecida el 1ro. de febrero de 2019 por una lluvia de meteoritos que hizo retumbar algunas casas y despertar a muchos de sus habitantes. Todavía algunos guardan restos de esas «piedras voladoras» que impactaron en las paredes, mientras ya existe una Ruta del Meteorito, organizada para que el viajero comprenda la dimensión del fenómeno, único en la historia del país porque el anterior (Cienfuegos, 1994) aconteció en una zona despoblada y en cuya presa se perdieron las huellas. 

¿Viñales? Es mucho más. Es encontrar a cada paso comida sana, es tomar agua de coco con piña mientras una hamaca mece los sueños, es montar una carreta tirada por bueyes para sentir la emoción de una vida y es, sobre todo, estar dispuesto a recibir sorpresas a cada paso. Es un paraíso natural.

 

A pesar de las polémicas

Según recoge el libro En marcha con Fidel, en una visita que el Comandante en Jefe realizara a Viñales, acompañado por Antonio Núñez Jiménez, considerado el cuarto descubridor de Cuba, se sentaron a descansar en el lugar en el cual está ubicado el Mural de la Prehistoria. Fue allí donde el reconocido científico, geógrafo y arqueólogo le propuso crear un museo que recogiera, en su frontispicio, un mural con la historia geológica del valle. «¿Y por qué no hacemos como los indios, que pintaban piedra sobre piedra?», le preguntó Fidel. De ese modo se decidió llevar adelante la obra en unas de las paredes rocosas del Mogote de Pita. Se le encargó la tarea al discípulo del muralista mexicano Diego Rivera, el pintor Leovigildo González, quien ya era una persona mayor y enferma, se le pusieron 19 campesinos a sus órdenes, que, colgados de arneses, elaboraron el famoso mural. Así se lo hizo saber a Excelencias Nidia Cabrera Huerta, directora de la Oficina Técnica de Monumentos y Sitios Históricos del Centro Provincial de Patrimonio Cultural.

«Existe un gran sentido de pertenencia de los habitantes de la zona hacia el mural, tanto es así que cuando hicimos el expediente para la declaratoria de Viñales como Patrimonio Mundial, nos aseguraban que justo ese sería el primer sitio adonde llevarían a un visitante, a pesar de que existen muchas polémicas alrededor del mismo, sobre todo porque los conservacionistas señalan que, aunque la pared que se utilizó solo representa el 0,01% del área rocosa del territorio, se trata de una agresión al medioambiente. 

«En mi opinión, ese hecho debería analizarse, por una parte, en el contexto en que tuvo lugar: inicios de la Revolución, en el período romántico en el cual todos querían hacer algo que fuera importante (no olvidemos que ese resultó el primer programa turístico después de 1959); por la otra, estamos hablando de un área muy reducida y, por tanto, el impacto que provoca es puramente local, porque solo se circunscribe al Valle Dos Hermanas.

«Recuerdo que en el momento de la declaratoria, el asesor de Patrimonio Mundial nos decía: ¿quiénes somos nosotros para cuestionar lo que una comunidad considera que forma parte de su patrimonio? Sin dudas, el Mural de la Prehistoria es un símbolo indiscutible de Viñales».