FIESTA del fuego
El Festival del Caribe en Santiago de Cuba estará dedicado en esta ocasión a los nexos históricos y culturales con República Dominicana
Los primeros días de julio un aluvión de fiestas sacudirá la ciudad de Santiago de Cuba, justo del 3 al 9, en ocasión de lacelebración de la vigésimo séptima edición del Festival del Caribe. No se asombre si además del calor que emana de sus calles, loma arriba y loma abajo, siente el tremendo abrazo multitudinario de culturas, un suceso irrepetible miles de veces en las 27 ediciones ininterrumpidas del Festival del Caribe.
Esta fiesta es una buena razón para acercarse al universo único de la cultura popular tradicional, que en Cuba goza de extraordinaria salud, y que se repite en los pueblos del Caribe, bañados de mar, de sol y de gente sencilla, contenta y humana.
Es República Dominicana el pueblo que en esta ocasión nos engullirá con su merengue, bachata, perico ripiao y mezcla sabrosa de sus culturas originarias, ensalzando una vez más los vestigios que desde las mismas guerras de independencia dejaron sus próceres en nuestra isla, sus intelectuales y sus hombres entregados a causas nobles.
Los vínculos culturales con la Casa del Caribe vienen casi desde el mismo surgimiento de los Festivales en la década del 80, pero fue en el año 1991 y como parte de la estrategia de tender puentes con los países de la región, al dedicar las distintas ediciones a un pueblo, cultura o tema representativo de esta parte del mundo, que la Casa del Caribe convidó a los hermanos dominicanos para celebrar la fiesta en su nombre.
Descorrer el velo del Caribe dominicano, sus imágenes folclóricas, sus ritmos afrocaribeños, la historia de varios siglos de colonización y conquista, ha tenido en el Oriente de Cuba una experiencia singular. Son muchos los hombres de ese país que han dejado su huella indeleble en esta región de la isla.
Esta nueva edición del Festival del Caribe, como una forma de perpetuar en la memoria la fructífera vida del intelectual dominicano Abelardo Vicioso González y sus estrechos vínculos con la Casa del Caribe, dedica el Taller Internacional de Poesía al fecundo hombre de letras, expresión de la poesía contemporánea de Nuestra América; y honrar al político e intelectual Juan Bosh, quien vivió muchos años en Cuba y cuya obra dejó su impronta absoluta en la vida social y cultural de la Isla.
Hay muchos motivos para estar aquí y allá, juntos y revueltos, armando la cofradía del espíritu, con fiestas, homenajes y celebraciones, consolidando las relaciones que existen desde antaño, haciendo insustituibles los lazos que nos unen tan tiernamente, cuando en el año 1981 decidimos hacer algo así como un Festival de la Cultura de Origen Caribeño, y ya nos perseguía el aliento dominicano, cargado de magia, color, música y poesía.
Sería imposible no haberlos vuelto a convidar este 2007, porque es fuerte el contagio con sus bailes, el impulso de perecer de cansancio con ese merengue que llevan desde Boca Chica hasta Puerto Plata en Dominicana, y que ahora tomará y hará suyas las calles Aguilera, el Paseo La Alameda y hasta el mismísimo corazón de la ciudad.
No sería de caballeros renunciar al Brugal y al Barceló, ni al arroz con habichuelas, frijoles rojos con carne, ensaladas y plátanos fritos que conforman el tradicional plato «La Bandera», ni al rico Sancocho dominicano que constituye un plato nacional, una especie de cocido español similar al ajiaco nuestro, porque serán regalos que traen los vecinos a esta parte de las Antillas y que le dan un toque distintivo a la Fiesta del Fuego.
Por ello no falta la «Casa de República Dominicana» en el Festival, con los sabores, el colorido y riqueza de su cocina, variada en frutas y vegetales, de herencias legítimas, donde el cazabe, pan hecho con yuca que nos viene a todos de los Taínos, constituirá un plato a probar, esta vez, combinado con el «chicharrón» de la piel de cerdo frita, y tan querido por los más orientales isleños.
Más de quinientos dominicanos desbordaron toda suerte de posibilidades, de pericias organizativas y estructuras reales para un Festival dedicado a su país en el año 1991, y esta vez vuelve Santiago a llenarse de dominicanos para juntar esperanzas, abrazos multitudinarios y evocar la solidaridad humana.