El Océano Glacial Ártico siempre ha sido una zona casi vedada para el transporte marítimo. Es el área oceánica más pequeña y al norte de la Tierra, cubierta durante la mayor parte del año por una espesa capa de hielo y con temperaturas que rondan en invierno los −50 °C y en verano apenas superan los 0 °C.
Esta zona abarca toda la costa norte de Rusia con especial importancia económica, por lo que dicha nación se ha lanzado a la creación de verdaderos colosos para la conquista de los hielos.
El cambio climático y el consecuente deshielo prometen que, a corto plazo, la ruta marítima del norte adquirirá mayor trascendencia para el comercio mundial. Rusia
se prepara desde hace varios años en la producción de buques que permitan la apertura de dicha ruta todo el año; así surgió el proyecto 22220, que ha dado como resultado la botadura de los más grandes rompehielos del mundo.
El rompehielos nuclear Árktika, buque insignia del proyecto 22220, vio la luz en los astilleros del Báltico en la ciudad de San Petersburgo, y realizó sus primeras pruebas en diciembre de 2019 en el Golfo de Finlandia.
Este gigante de los mares mide 173,3 m de eslora y 34 m de manga, así como un desplazamiento de 33,500 t que lo convierten en el rompehielos más grande del mundo. Se espera que pueda navegar a través de una capa de hielo de hasta 3 m de espesor, con posibilidad de hacerlo durante todo el año por la ruta del Mar del Norte, y no solo en zonas marítimas, sino también en las desembocaduras de los ríos del norte de Rusia. Ello se suma a la botadura en mayo de 2019 del rompehielos Ural, similar al Árktika, que asegurará la navegación de barcos que transporten hidrocarburos a los países de la cuenca del Pacífico desde los yacimientos situados en las penínsulas de Yamal y Guida, y en la plataforma del Mar de Kara.
Además de los rompehielos, Rusia realiza un proyecto conocido como la plataforma ártica autopropulsada Severni Polius que, aunque no es tan grande como los rompehielos atómicos, será única en su tipo en el mundo y podrá permanecer en el mar durante dos años ininterrumpidos como base para los científicos que estudian las zonas que por el deshielo ya no pueden mantener bases estáticas sobre la superficie ártica.
Asimismo, científicos rusos desarrollan el primer submarino atómico de uso civil con el fin de buscar yacimientos minerales bajo los hielos árticos. Posee fosos dotados con equipos robotizados y aparatos sumergibles de navegación autónoma que permiten efectuar la tomografía sísmica y la búsqueda de minerales.
Tiene una eslora de 135,5 m, la manga de 14,4 m,
autonomía de navegación de 90 días, velocidad de 12,6 kn y la profundidad máxima de inmersión de 400 m. Su tripulación es de 40 personas.
Estos proyectos constituyen la avanzada de la conquista del Ártico ruso, pues la importancia económica de la zona es innegable, así como las prometedoras previsiones de las riquezas que los hielos esconden aún del hombre.