La cayería cubana sirve de refugio a especies exclusivasde la flora y la fauna.
Playas de finas y blancas arenas, exóticos animales y parajes solitarios resultan inolvidables atractivos para el viajero.

Cuentan los más viejos del lugar que Don Pepe, a pesar de su mal carácter, había logrado vivir en armonía con vecinos y familia hasta el día en que el pescador se enteró que su bella sobrina estaba enamorada. Desde entonces, todo minuto le fue poco para impedir que los amantes se encontraran. Y estos, desesperados, decidieron recurrir a la inteligencia, propagando el rumor de que en el lugar de la cayería donde se amaban, se veían en las tardes brujas y fantasmas.

Todo fue bien durante un tiempo para la joven pareja, hasta una tarde en que ella, extraviada en medio de la tempestad, nunca llegó a la cita. En vano la buscaron por el monte y el mar. Por gusto recorrió Don Pepe todos los cayos cercanos. Nada pudo hacer el novio que, desesperado; se entregó a la bebida. Sin embargo, desde entonces, persiste la leyenda que en las tardes de Cayo Las Brujas, puede verse paseando por la arena una sombra misteriosa, mientras que en la lejanía de Cayo Borracho, el llanto de un hombre totalmente ebrio clama por su amada perdida.

Fantasía o realidad, nadie que haya visitado esta porción mágica de la cayería villaclareña de Cuba deja de ser encantado por este paraíso natural, refugio de innumerables especies de flora y fauna, algunas únicas de la zona, que además posee playas casi vírgenes, comparables solo con las de Varadero.

Un pedraplén de 48 kilómetros de largo, Premio Puente de Alcántara a la Mejor Obra Civil Iberoamericana por la armoniosa combinación de naturaleza e ingeniería, une con tierra firme a los islotes de Santa María, Las Brujas y Ensenacho; en una vía que con sus 46 puentes permite el intercambio de agua entre una y otra parte, gracias a lo cual florece la vida.

En estos cayos se ubican importantes instalaciones hoteleras como Villa Las Brujas, el Hotel Sol Melía Cayo Santa María, o el Occidental Royal Hideaway Ensenachos, primer y único resort de cinco estrellas de lujo, ubicado entre las playas de Ensenachos y El Mégano, además de contar con instalaciones extrahoteleras como campos de golf, bases náuticas y parques temáticos, y un pequeño aeropuerto para hacer más fácil la comunicación.

Esta inigualable cayería, que forma parte de los Jardines del Rey, es refugio de flora y fauna, con especies exclusivas como la jutía rata, y otras endémicas de moluscos, el pájaro arriero y lagartos. También es rica la flora, que cuenta con 248 especies, de las cuales 72 son maderables, 40 ornamentales y 91 medicinales.

Con estos atractivos naturales, unidos a sus hermosas playas y diversidad de vida submarina para el buceo, la cayería norte de Villa Clara se ha convertido en uno de los sitios de mayor crecimiento turístico, que próximamente se verá impulsado con la ampliación del hotel Occidental Royal Hideaway Ensenachos y la apertura de Las Dunas.

Sin embargo, el encanto de la cayería norte villaclareña, una de las zonas de mayor emergencia turística hoy en toda la isla, no es exclusivo de esta zona. Archipiélago privilegiado en el Caribe, la isla mayor, Cuba, está rodeada por más de 3 000 islas, islotes y cayos, desde la Isla de la Juventud, hasta los grandes cayos como Romano, Coco o Cayo Largo, los cuales trazan alrededor de tierra firme un collar de innigualable belleza, rica flora y fauna, y playas paradisiacas muchas de ellas apenas exploradas.

JARDINES PARA EL REY Cuentan que fue el Adelantado Don Diego Velázquez, conquistador de Cuba, quien se encargó de desbaratar la loca idea de Colón, quien afirmaba haber llegado al mágico Catay, del cual tanto habló Marco Polo en su libro El Millón.

Don Diego, ni tardo ni perezoso, organizó un bojeo a Cuba para cerciorarse de su condición de isla, y como quien no quiere la cosa en su viaje se tropezó con la maravilla inigualable de la cayería cubana.

Pensando quizás en la magnificencia de los jardines reales españoles, o quien sabe si en los afamados de Versalles, el palacio del soberano francés, Don Diego no se equivocó al bautizar el archipiélago que corre por el norte de Cuba, desde Punta Hicacos, Varadero, hasta Nuevitas, Camagüey, como los Jardines del Rey.

Y es que esta formación emergida del mar, separada de la isla grande por un conjunto de bahías y lagunas, está compuesta por más de 400 cayos, algunos verdaderas islas, y coronado por una barrera coralina de 400 kilómetros de extensión, solo superada en el mundo por la Gran Barrera Australiana, aunque a diferencia de esta sus aguas cálidas y tranquilas durante todo el año, y su rica flora y fauna submarina y terrestre, invitan a quedarse a vivir por siempre en este Edén natural.

Quizás por eso Ernest Hemingway, conocedor como nadie de la zona, gustaba perseguir por ella a los submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial o a gigantescos pez espadas para luchar con el anzuelo contra ellos.

Quién sabe, incluso, si más de una vez se deleitó zambulléndose en las aguas tranquilas de las innumerables playas de cayos como Coco y Guillermo, que sobresalen en Jardines del Rey por su belleza y esplendor.

Cayo Coco, en especial, es un remanso natural de 370 km2, mayormente cubierto de bosques, donde los manglares, cocoteros y otras especies de la fauna, desembocan en 22 kilómetros de playas con arenas límpidas y fondos transparentes. Variadas colonias de flamencos en sus lagunas costeras, así como moluscos, anfibios, mamíferos y aves endémicas y migratorias, hacen de este sitio un reservorio natural único, acrecentado por el incalculable valor de su barrera coralina, verdadero jardín submarino.

Unido a tierra firme por un pedraplén de 17 kilómetros de largo, que también conecta a la provincia de Ciego de Ávila con Cayo Romano, otro afrodisiaco lugar, Cayo Coco cuenta con innumerables instalaciones turísticas, donde el buceo, los baños de playa y sol, pero en especial el disfrute de una paisaje casi virgen, lo convierten en uno de los polos turísticos más deseados por viajeros de cualquier rincón del mundo.

APOSENTOS PARA LA REINA Si el Rey tiene sus Jardines en el norte de Cuba, la Soberana tiene los suyos en el sur; en jardines de la reina; otro archipiélago con menos desarrollo turístico, pero quizás por eso más encantador todavía, donde la flora y fauna endémica es de tal riqueza, que aún los especialistas continúan clasificando especies en el lugar.

Más allá, y atrapando en un mismo lazo a Isla de la Juventud, la segunda en tamaño e importancia de Cuba, y a otras 300 formaciones de diverso tamaño, se ubica el Archipiélago de los Canarreos, del cual forma parte Cayo Largo del Sur, uno de los destinos más conocidos de la Mayor de las Antillas.

Playas de arenas negras como Bibijagua, o fondos marinos únicos en su parte sur, junto a poblaciones de cocodrilos y una rica tradición cultural, hacen de Isla de la Juventud o Isla de Pinos, como también se le conoce, el sitio ideal por donde iniciar un periplo que bien puede terminar en la cayería adyacente.

Allí, Cayo Largo del Sur, con sus 27 kilómetros de playas y sus fondos únicos, calificados por la revista National Geographic entre los mejor conservados del planeta, ofrece 33 puntos de buceo en sus cercanías, o recorridos a través de los manglares para la observación de aves, e incluso las facilidades de sus marinas para la práctica de la pesca, la vida a bordo y la realización de excursiones alrededor del islote o a los vecinos cayos de Rosario, Rico, Cantiles e Iguana.

La Isla Todo Incluido, como se le conoce comercialmente a Cayo Largo del Sur, cuenta con más de mil habitaciones, agrupadas en acogedores hoteles y villas, cercanos a las playas más conocidas del lugar: Paradiso, Lindamar, Blanca o Tortuga, llamada así por ser la favorita de los quelonios para desovar, pues sus peculiares arenas no se calientan por muy fuertes que sean los rayos solares.

Sin embargo, la belleza implícita en este lugar no es peculiar de la zona, se repite a todo lo largo y ancho de las costas cubanas, donde cada pocos kilómetros es fácil tropezarse con innumerables islote, que se despliegan desde los Cayos Jutía y Saetía en el occidente; los ubicados en los Jardines del Rey o en las cercanías de la costa de Holguín, en el norte, o los incomparables archipiélagos de Jardines de la Reina y de los Canarreos, al sur, corolario de la isla grande, que luce orgullosa sus cayos como collar de perlas para la Antilla Mayor.