Quien naciera en Santa Isabel de las Lajas, pequeña localidad de la provincia de Cienfuegos, el 24 de agosto de 1919 y muriera casi sobre un escenario, el 19 de febrero de 1963, hoy vuelve a resurgir como protagonista de un filme, «El Benny», del novel realizador Jorge Luis Sánchez, que abarrotó las salas cinematográficas cubanas, batiendo récords de taquilla con medio millón de espectadores a unas pocas semanas de su estreno. Incluso para celebrar su aniversario, la firma discográfica EGREM, lanzó este año Benny Canta Boleros, que agrupa, en dos volúmenes, treinta joyas del género en la voz del gran artista, y enriquece el amplio catálogo del sello dedicado al Sonero Mayor.

Bartolomé Maximiliano Moré Benítez, que ese era su nombre, desde muy niño aprendió a tocar la guitarra, instrumento que utilizó para acompañarse y cantar en fiestas y serenatas en su tierra natal. En 1940 se trasladó a La Habana y durante algunos años se convirtió en trovador ambulante, que entonaba canciones en cafés, calles y parques de la capital.

Cinco años después viaja a México con el afamado conjunto de Miguel Matamoros, presentándose en centros nocturnos aztecas hasta unirse a la orquesta de Dámaso Pérez Prado, el «Rey del Mambo». Allá grabó discos, filmó películas y cantó con gran éxito en teatros y cabarets, regresando a Cuba por un tiempo e incorporándose a la orquesta oriental de Mariano Mercerón.

Meses más tarde parte nuevamente hacia México donde continúa una ascendente carrera musical. Retorna a Cuba en 1953 y trabaja con la orquesta de Bebo Valdés hasta que funda su propia orquesta –la Banda Gigante de Benny Moré- dotándola de un estilo muy personal, realizando presentaciones en radio, televisión, teatros y cabarets que lo consagran definitivamente en el panorama musical cubano, latinoamericano y caribeño, así como en el corazón de su pueblo.

«El Bárbaro del Ritmo», como fue bautizado, desarrolló un estilo hasta entonces inédito en el ritmo y en su manera de cantar, que recorría todo el registro de voz, y puso su sello indiscutible en cada creación, a pesar de que nunca estudió música en ninguna escuela. Alto y delgado, tocado con sombrero de anchas alas y bastón en mano, paseó por los escenarios de Cuba y de la región su carismática personalidad, muchas veces controvertida y polémica, en ocasiones exagerada hasta el mito y la leyenda.

Acompañada de frases, gritos y pasos de baile, su presencia ante el público hacían de él un extraordinario showman. Hoy su música y las anécdotas de su breve existencia pasan de generación en generación para quedar definitivamente grabadas en la memoria colectiva de los cubanos y de sus fans en otras tierras de América.