El actor y director teatral Michaelis Cué cumplió una exitosa gira a Asunción, con su unipersonal Marx en el Soho, a partir de la obra del historiador estadounidense Howard Zinn. Las presentaciones respondieron a la invitación del destacado actor, director y diseñador teatral paraguayo José Luis Ardissone, fundador en 1982 de Arlequín Teatro, destacada institución teatral del país sudamericano.
Como resultado de las dos funciones presentadas a sala llena y la favorable repercusión en los medios, el artista cubano fue distinguido como visitante ilustre.
Representada en muchas ciudades del orbe y estrenada en 2004 en La Habana, la obra recrea la peripecia de Karl Marx, autorizado a volver al mundo de los vivos, quien, por un error burocrático, aparece en el Soho de Nueva York. El texto, audaz y polémico, revisa la vida del autor de El capital, que trascendió por sus ideas filosóficas revolucionarias, pero que fue también un hombre común.
El espectáculo de Cué retoma del texto original un lenguaje fluido; la agudeza de la palabra es un arma eficaz para recrear ciertas polémicas de la época de El Moro. El personaje ofrece una imagen veraz en la creación intelectual y en el debate político, las relaciones con su esposa e hijas, la fecunda polémica con sus contemporáneos o su sentido de la amistad con Federico Engels.
La puesta cubana contó en su estreno con la presencia del dramaturgo, quien se impresionó por la lectura de Michaelis. Recibió el Premio Villanueva de la Crítica en 2004, formó parte de Mayo Teatral 2006, y se llevó a la televisión. Además, recorrió Costa Rica, México, Perú, Chile y Venezuela. En mayo de este año, con motivo del bicentenario de Marx, regresó a la escena y a la pequeña pantalla, acompañada por una muestra fotográfica de su andar.
A raíz de las presentaciones en Asunción, el narrador paraguayo Augusto Ferreira resaltó que el montaje demuestra, a través de una historia de vida, cómo la idea de una sociedad que priorizara la dignidad de los trabajadores, fue transformándose en algo parecido a una religión extremista por obra de fanáticos. Y añadió: «La obra es irreverente, toca temas políticos sensibles, sin hacer apología de ninguna idea en momento alguno (siempre mantiene el respeto), y dejó a todos pensando, y eso es maravilloso. Es la sensación que uno busca cuando va al teatro, pero no solamente tiene que hacerte pensar y meditar, sino que te tiene que entretener. Y Marx en el Soho también lo logró con un rotundo éxito. El público rio, lloró (o por lo menos, yo lloré), se alegró y se indignó de la misma forma en que Marx lo hacía, y por eso puedo decir que esta obra causó un enorme impacto en mí. No por nada lleva más de ciento cincuenta interpretaciones a casa llena por toda América, y no por nada el público se puso de pie al final para aplaudir hasta el cansancio. Michaelis Cué es un prodigio, y estoy inmensamente feliz por haber tenido la oportunidad de verlo en un papel tan difícil y en una obra tan enigmática, tan importante y tan bien escrita».
Catorce años han sido, para este montaje, ocasión de supervivencia y madurez.