El camino de Santiago
Es inevitable y a la vez cautivador: si de verdad desea conocer Cuba, si realmente quiere palpitar a su ritmo y gozar el privilegio de su maravillosa polifonía, entonces tiene que visitar Santiago. De lo contrario, se marchará incompleto.
Santiago de Cuba es la joya oriental, la capital del Caribe. Situada al sur, a más de 900 kilómetros de La Habana, es la segunda ciudad más importante del país.
Mucho hay por ver en esta urbe. Historia y cultura se entrelazan en ella para ofrendar a los sentidos una diversidad de sitios que no pasan inadvertidos para el visitante. A 490 años de fundada, la ciudad guarda sus maravillas con la modestia de lo cotidiano, en una sinuosa topografía de sitios empinados y ondulantes arterias.
Toda Santiago destila historia. Basta llegar al núcleo citadino, al céntrico Parque Céspedes, para comprobarlo de un vistazo. Dos construcciones captan la atención del viajero; frente a frente reposan el Ayuntamiento municipal y la Catedral de la arquidiócesis santiaguera.
El primero, un monumental edificio construido en 1950 a la usanza colonial, desde donde Fidel Castro se dirigió al pueblo al triunfar la Revolución Cubana el 1ro. de enero de 1959. El segundo, una majestuosa catedral de dos torres y amplia cúpula, que desde su edificación en el siglo XVI, ha sufrido sucesivas reconstrucciones hasta llegar a su forma actual. Con una amplia terraza frontal y un Museo Arquidiocesano en uno de sus lados, es una de las pocas iglesias del planeta ubicada en un segundo piso.
Más modesto en apariencia pero no menos trascendental es el Museo de Ambiente Histórico, más conocido como Casa de Diego Velásquez. Frente a una esquina del propio Parque Céspedes, este museo, del que se dice fue la sede del primer gobernador de la isla, constituye en sí una valiosa muestra de la arquitectura colonial en América, a la vez que acopia muebles de aquella época fundacional.
A dos cuadras del parque, tomando la calle Aguilera, aparece otra reliquia local. El museo Bacardí cuyos orígenes se remontan a 1899 fue fundado por el patriota Emilio Bacardí Moreau, a la sazón primer alcalde la ciudad, de quien luego tomó su nombre. En sus tres salas, atesora numerosos objetos de relevancia histórica, así como apreciables colecciones de arte y arqueología. Su edificio actual, inaugurado en 1928, es al mismo tiempo una de las principales representaciones de la grandilocuente arquitectura ecléctica que adorna la ciudad, junto a la Catedral, el Hotel Casa Granda y el Ayuntamiento Provincial, situado frente al propio museo.
Rebelde ayer Parafraseando a un poeta, no existe en Santiago una piedra que no haya sido lanzada contra el enemigo, una calle por donde no haya pasado nunca un héroe. Y para hallar estas huellas solo es necesario caminar.
Todo el centro de la ciudad, con una superficie aproximada de 2,5 kilómetros cuadrados, contiene un sinnúmero de lugares vinculados a las diferentes contiendas independentistas. Por estas y otras razones, el centro histórico santiaguero es Monumento Nacional desde 1979.
Museos como el enclavado en la monumental Plaza Antonio Maceo, a la entrada de la ciudad por carretera, o la casa del propio Maceo, intrépido general conocido como el Titán de Bronce, remiten a las primeras gestas libertarias, libradas en el siglo XIX. Otros sitios, como el hogar del mártir revolucionario Frank País y el Museo de la Lucha Clandestina, antigua estación de policía asaltada por el propio Frank, ubicada en la llamada Loma del Intendente, develan la historia más cercana.
Entre estos últimos destacan sobremanera el Cuartel Moncada y el conjunto de lugares asociados al asalto liderado por Fidel Castro el 26 de julio de 1953. En los alrededores del Moncada se localizan el Palacio de Justicia y el Parque Abel Santamaría. Y doce kilómetros al sureste, la Granjita Siboney muestra los vestigios museables de la preparación previa de los asaltantes, conservados como evidencia ineludible del pasado heroico de la ciudad.
Mientras, en el suroeste de la villa, el Cementerio de Santa Ifigenia recoge en sus 130 000 metros cuadrados quizás el mayor testimonio de la historia santiaguera y ofrece al espectador una elevada muestra del valor artístico de Santa Ifigenia, genuina prenda de la arquitectura funeraria cubana con casi siglo y medio de funcionamiento.
Una ciudad con vista al mar Santiago de Cuba no sería la misma sin el mar. Desde su accidentada geografía la bahía es una perenne referencia. Hacia ella corren en bajada las principales calles hasta desembocar en el puerto y el acogedor paseo de la Alameda. A ella se dirige la vista desde cualquiera de los puntos empinados de la urbe, como el Balcón de Velásquez, emplazamiento ubicado en la intersección de las arterias Corona y San Basilio, donde, según se cuenta, se refugiaba antaño el Adelantado Diego Velásquez para observar el mar.
Pero la plenitud de la bahía se alcanza más adelante, más allá de la ciudad. Tomando la carretera del Morro, la misma que lleva al aeropuerto internacional Antonio Maceo, la visita pronto recibirá el aliento fresco del mar. En espectacular panorama, naturaleza y hombre se funden: a la encrespada loma y la vegetación salvaje, se unen industrias y apacibles poblaciones marítimas. Y justo a la salida al mar o, lo que es lo mismo, a la entrada de la bahía, las dos puntas de tierra apenas si permiten el espacio suficiente para que los barcos penetren en busca de puerto. Coronando la punta este se yergue el Castillo de San Pedro de la Roca, el Morro santiaguero, una imponente fortaleza declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997, y en la cual radica el Museo de la Piratería. El Morro fue terminado en el lejano 1642, y su diseño se debe al famoso arquitecto italiano Juan Bautista Antonelli, quien supo aprovechar la recia topografía para brindarle al castillo una imagen de inexpugnabilidad.
Sin embargo, esta aparente condición no pudo evitar la toma de la ciudad por los filibusteros ingleses en 1662. Como no pudo evitar la derrota de la flota española del Almirante Cervera en julio de 1898, en la batalla que decidió la suerte de la Guerra Hispano-Cubano-Americana. A lo largo de la costa exterior aún pueden apreciarse los restos de los buques ibéricos hundidos por los cañoneros yankis.
El lado oeste de la bahía es el lugar de la pequeña población de La Socapa y su batería artillera, también combatiente de aquellas contiendas. Y en su interior, el pequeño Cayo Granma ofrece al turista el contacto con la sencilla gente del mar, y una pintoresca arquitectura de madera sobre pilotes con llamativos detalles ornamentales, característica de otros asentamientos de los alrededores de la bahía, como Punta Gorda y Ciudamar.
Para bailar, Santiago La ciudad bulle al ritmo de su contagiosa alegría y musicalidad; al fragor de sus habitantes y de su clima, tan caliente como el ron que en ella se produce. No en balde Santiago es la cuna de dos de los más auténticos géneros musicales de la isla: la Trova y el Son. Y a ellos se puede acceder en cualquier momento, en cualquier lugar.
La literatura, por su parte, tiene dos santuarios en la Biblioteca Provincial Elvira Cape y en la Casa Natal de José María Heredia, el insigne poeta y patriota cubano de inicios del XIX, conocido como el Cantor del Niágara.
Pero la verdadera apoteosis emana de la cultura popular. De ello da fe el Museo del Carnaval, palacio donde pervive la esencia de esa increíble y maravillosa explosión de pueblo que es el carnaval santiaguero.
Porque Santiago es el carnaval y el carnaval es Santiago. A él deben su celebridad sitios como la mítica calle Trocha, asiento de celebraciones inimaginables, o la Avenida Garzón, adonde llegan a su final los vistosos desfiles de las comparsas. Y por él, instituciones como la centenaria Conga de Los Hoyos, cuya sede puede rastrearse en el transitado paseo Martí, son hoy emblemas de la cultura de la isla.
El componente africano y caribeño es en gran medida el responsable de la vital naturaleza santiaguera. La Casa del Caribe y la Casa del África, enclavados en el residencial barrio de Vista Alegre, contribuyen a develar este legado. Ambos poseen valiosas colecciones y organizan eventos como el Festival del Caribe y la Conferencia Cultural Africana, en los que el visitante puede apreciar a plenitud el deslumbrante folklore afrocaribeño.
Todo un barrio, El Tivolí, preserva las raíces franco-haitianas. En él encuentra hospedaje la Casa de las Tradiciones, policromo espacio donde se resguarda la herencia de quienes por su peregrinar contribuyeron a dotar a Santiago de su peculiar armonía.
Iré a Santiago Muchos son los sitios aún no reseñados. No alcanzarían ni mil páginas para conseguir un retrato fiel de lo que Santiago atesora. Cómo pasar por alto, por ejemplo, la célebre Plaza de Marte, un vasto parque para el reposo en el corazón de la ciudad, donde radica una de las peñas deportivas más animadas del país. O el Museo de Historia Natural, con sorprendentes ejemplares de muestra, a solo una cuadra de ella.
Cómo no mencionar la escalinata de Padre Pico, una de las imágenes más representativas de la urbe, con sus casas en niveles sucesivos. O la calle Enramadas, vía mayor de la villa y sus concurridos comercios. O el café La Isabelica, núcleo de la vida bohemia y noctámbula de la ciudad, que debe su nombre a uno de aquellos cafetales franceses.
Cómo obviar la Loma de San Juan, el Árbol de la Paz, el fortín de Yarayó, lugares que como el Morro participaron de las batallas entre cubanos, españoles y norteamericanos en 1898. O el Bosque de los Héroes, conjunto monumental cercano al conocido parque Ferreiro, erigido a la memoria de los caídos en las guerras de liberación.
Imposible desestimar la importancia cultural de la Universidad de Oriente, casa de altos estudios con más de 55 años formando competentes profesionales. O del estadio de béisbol Guillermón Moncada, situado como la universidad en la Avenida de Las Américas, principal templo de esa otra manifestación de la cultura popular que es el deporte.
Cómo no hablar de las localidades que rodean la ciudad, como el cercano poblado de El Caney, reconocido internacionalmente por la dulzura de sus frutas, en particular de sus mangos. O como El Cobre, a 22 kilómetros de Santiago por carretera, dueño de una singular belleza y lugar del santuario dedicado a la Virgen de la Caridad del cobre, Patrona de Cuba.
Cómo olvidar el extenso y hermoso Parque Baconao, reserva natural de la biosfera donde se localizan algunas de las más bellas playas de los alrededores: Daiquirí, que ha dado su nombre al sabroso cocktail, Sigua, Cazonal y Siboney, lugar de nacimiento del afamado músico Compay Segundo, fallecido recientemente. A Baconao pertenecen también el Valle de la Prehistoria, en el que pueden observarse reproducciones a tamaño natural de variadas especies de dinosaurios, así como el imponente mirador de la Gran Piedra, ubicado a cerca de 1200 metros sobre el nivel del mar.
Esto y más tiene Santiago, la capital de la provincia de igual nombre, la ciudad que por estos días estará cumpliendo sus 49 décadas de vida. Acepte el reto de conocerla, de recorrerla palmo a palmo, y encontrará el por qué de sus justificadas alabanzas. Eso sí, recórrala pero no se asombre. Sepa que una vez dijo de ella el poeta: «¡Es Santiago de Cuba!/ ¡No os asombréis de nada!».