José Carlos Rafart en su taller
Algunas obras de pepe

El Maestro y su entorno.

Al traspasar los umbrales de la casa de José Carlos "Pepe" Rafart, recordé de inmediato al gran escritor francés Honorato de Balzac, máximo exponente del realismo en el siglo XIX, quien sustentaba que la casa, los objetos que hay en ella y su disposición en el conjunto, constituyen elementos suficientes para explicar al que la habita y viceversa. Creo que en este caso la tesis se explica por sí misma, pues todo en esa morada transmite orden, elegancia, buen gusto y distinción. Una majestuosa lámpara Art Nouveau ilumina el conjunto del que sobresalen variedad de plantas, vitrales y pinturas de grandes maestros cubanos, delicadas esculturas de mármol, objetos de plata de variadas formas.

En una pequeña cámara Rafart tiene instalado su taller; es allí, en absoluta soledad y bajo el rigor de la disciplina donde el orfebre, en alianza con el alquimista, sereno y paciente se entrega en cuerpo y alma a su obra. Allí, la magia de unas manos conforma el metal y lo convierte en las más caprichosas y originales figuras.

La plata se diluye en variedad de formas vegetales o animales, en ocasiones trabajadas en superficies planas sobre las que el artista incrusta, como complementos y en originales estructuras o composiciones artísticas, piedras semipreciosas ¿El resultado? Un conjunto armónico de inusitados valores estéticos, aunque paradójicamente surja de la integración de los más caprichosos contrastes, un conjunto que remite, en ocasiones, al mundo onírico del surrealismo.

Nacimiento de un artista. De sangre catalana por su ascendencia, "Pepe" Rafart es un auténtico cubano nacido en La Habana el 20 de marzo de 1946. Estudió Escultura en la Academia de San Alejandro, en la propia Ciudad de La Habana. Según declara el artista, la influencia de la madre fue para él determinante; modista de alta costura, ella también era una artista que trabajaba con maestría lujosas telas en su taller de Madrid. El hijo fue incorporándose esa especial sensibilidad materna, a la cual añadiría sus cualidades y valores innatos, para expresarla más tarde en la concepción de una obra única por su originalidad.

Gran parte de sus años de infancia los pasó Rafart en Barcelona; abierto y comunicativo, en su personalidad descuellan muy en especial dos rasgos: el tesón y la disciplina, virtudes éstas que hacen del escultor y orfebre autodidacta, fabricante artesanal de joyería que empleaba el carey como materia prima, un artífice de la orfebrería al que se le encargan regalos de protocolo para el Ministerio de Relaciones Exteriores y obras para distintas instituciones como es la Iglesia de Paula, en la que se colocan junto a otras de artistas tan reconocidos como Pedro Pablo Oliva, Roberto Fabelo y Zaida del Río, por sólo mencionar algunos. En 1996, el Papa Juan Pablo II recibió de manos del Presidente del Estado Cubano, Comandante Fidel Castro, su obra titulada Nautilus, por otros nombrada también El nacimiento del mundo.La clave secreta.

Quizás la clave secreta de la creación de José Carlos Rafart sea la espontaneidad; esa forma de trabajar sin planes ni proyectos previos. Es el artista que integra metales (especialmente la plata), piedras semipreciosas, maderas, marfil, objetos marinos en un singular proceso creativo en que la vegetación y los animales son motivos de inspiración preferidos, y en que experimenta con materiales como la tagua, llamada también nuez de marfil o marfil vegetal (semillas de varias clases de palmas que crecen en los bosques húmedos del trópico). La tagua ha sido utilizada por las tribus Wounann de Panamá y puede trabajarse igual que el marfil.

Entre los objetos de joyería se aprecian collares articulados con piezas fundidas y sortijas con motivos astrológicos, las que trascienden su función ornamental para instalarse en la categoría de lo artístico. El trabajo de incrustaciones y tallado en copas u objetos de madera, en pulsos, anillos, collares o lámparas denota, además de una depurada técnica y estilo muy personal, originalidad, exquisitez y elevado sentido estético; en fin, un riguroso trabajo de orfebrería realizado por un auténtico artista de las Artes Plásticas.

Pero, a mi juicio, donde la creación de "Pepe" Rafart rebasa los límites de lo imaginable, es en sus piezas escultóricas tridimensionales, las que constituyen expresiones artísticas de acabada factura artesanal que escapan a todo encasillamiento o catalogación definitiva. Estas creaciones no están ligadas a una escuela particular. Decir que son barrocas puede resultar en ocasiones un acierto; pero, y he ahí su unicidad, las de Rafart son piezas diferentes, llenas de audacia y por encima de todo, auténticas.

La obra del artista es la grandeza de la pequeñez. Variedad de insectos, caracoles, pequeñas aves, son recreados en esculturas que llevan el sello de la elegancia y el refinamiento. El tallado es perfecto así como la distribución del material empleado; cada elemento, cada piedra - rigurosamente seleccionada - ocupan su lugar en el conjunto; no sobra ni falta nada; todo tiene la dimensión exacta. De ahí la expresión del ensayista y etnólogo Miguel Barnet al referirse a su obra: "Como el mago inmortaliza las cosas pequeñas. Su lenguaje está en sus manos, es el lenguaje de la prestidigitación y el hechizo".

Muchas de las formas de estas singulares esculturas están sujetas a infinitas interpretaciones o representaciones simbólicas. Así, la integración armónica de los diferentes elementos en una determinada obra que puede parecernos en su esencia una exótica ave, un insecto o un caracol marino, va adquiriendo nuevas dimensiones y hasta connotaciones extratemporales o alusivas al mundo de la Ciencia Ficción.

En conversación con Rafart éste expresa: Me he propuesto abandonar un poco los motivos básicos que han caracterizado mis anteriores creaciones: plantas, figuras zoomorfas; quisiera hacer piezas grandes, pues todas las que he hecho hasta ahora son de 40 ó 50 centímetros como máximo. Tengo proyectos de hacer grandes piezas en hierro, bronce o cobre y murales (que ya he comenzado a hacer) con estos mismos materiales. Trato de descubrir otros mundos que están ahí, dispuestos para ser recreados por el talento artístico.

Cuando en 1996 el Consejo de Estado de la República de Cuba decidió encomendar a José Carlos "Pepe" Rafart la realización de una pieza para obsequiar al Papa Juan Pablo II en su visita a Cuba, sabía que había elegido a la persona idónea, al artista que sabía qué hacer, cómo hacer y para quién hacer la obra exacta.