El Malecón Habanero es un beso cubierto de agua.

Es La Habana una ciudad de encantos, portadora de sueños y sensualidades, bulliciosa, alegre y ecléctica. En ella, el Malecón Habanero es un beso cubierto de agua, un beso agitado en sus donaires, patrimonio de muchos que lo sienten como centro de lunas y enamorados, de pesquerías y charlas, de cálido mirar hacia el horizonte. Construido por tramos hace más de cien años, saluda al visitante con un hospitalario sabor. Guarda secretos, acuna nostalgias de épocas diferentes que lo han conservado.

Su inauguración data del 20 de mayo de 1902, con un primer trecho desde el castillo de La Punta hasta las inmediaciones de la calle Belascoaín. En 1958 culmina su construcción, en un crecimiento hacia el oeste, aparejado a la expansión urbanística de la ciudad.

A pesar de exponerse al sol, en su desnudez, lo acompañan edificaciones, monumentos, pedazos de una historia que es símbolo de identidad y garantía de que Cuba tiene diferentes miradas para contarlas.

Así, el parque con la escultura del generalísimo Máximo Gómez, el dominicano que peleó en las guerras de independencia en el siglo XIX o el Parque Maceo con la estatua del emblemático general, ejemplo de coraje para los cubanos, permiten el reposo al transeúnte, que desde allí disfruta de una naturaleza venturosa, o el monumento al General Calixto García, en la zona del Vedado, de sobria y austera arquitectura.

La Habana mira hacia el mar desde este balcón tan enraizado que parece como nacido de los arrecifes. Quizás por esa posición de privilegio, cuatro hoteles se erigen en sus alrededores: el Deauville, Nacional, Habana Riviera y Meliá Cohíba. Arrollar por el malecón, bailar al compás de la música contagiosa que se esparce en pleno carnaval, es un evento inolvidable. Por esta gran avenida, que en algún momento fue llamada Avenida del Golfo, las carrozas y mparsas han diseñado un espectáculo que unido a la idiosincrasia del cubano nos identifica con la soltura y alegría de los caribeños.

El Malecón es también símbolo de los más elevados valores éticos y morales de la nación cubana representados en a Tribuna Antimperialista José Martí y el Monte de las Banderas, testigos de multitudinarias marchas de los cubanos de hoy y de mañana.