Los inicios de Chicote fueron más que modestos: Nacido en 1899, huérfano de padre, creció entre las tabernas del mercado de Mostenses, sirviendo a los braceros el aguardiente que preparaba su madre, en las heladas madrugadas de los inviernos madrileños.

Cuando terminaba se iba a la escuela, y al final de la tarde repartía telegramas en bicicleta. Un descubrimiento marcó su existencia: el asomarse, con sólo 17 años, a la barra del Hotel Ritz, donde trabajó como ayudante. Luego hubo de partir a la guerra de Marruecos y se convirtió en el jefe de las cantinas españolas. Entonces ya tenía claro que la hostelería era su negocio. Al regreso, la retoma en el hotel Savoy, se crece como barman en el Cook, y se asienta tras el mostrador del bar Pidoux. En Septiembre de 1931 logra su sueño dorado, abrir su propio bar en el número 12 de la Avenida Conde de Peñalver –hoy Gran Vía–, en septiembre de 1931, insertando para siempre este local en la noche madrileña. Por el Bar Chicote pasó todo un firmamento de la literatura, el arte y la política del jet-set de los años 40, 50 y 60 : presidentes como Eisenhower, escritores como Hemingway, científicos como Alexander Fleming, testas coronadas como Rainiero de Mónaco y la princesa Grace Kelly, y estrellas del cine como Ava Gardner, Frank Sinatra, Yul Brynner, Lana Turner, Gary Cooper, Orson Wells...la lista sería interminable. En 1947, Chicote se había convertido en una marca de prestigio por derecho propio. El jet-set de entonces le abre las puertas; prepara la coctelería para fiestas de postín de duques y marqueses, y hasta lo captan como un elemento típicamente madrileño.

Chicote había juntado tantas botellas curiosas, que inaugura su Museo de Bebidas en el sótano del bar, nueva atracción para los madrileños y visitantes de cultura alcohólica. Según cuenta Carmen Sevilla, en el sótano se firmaban contratos de cine y hacían fantásticas degustaciones; no era un museo de botellas y bebidas, sino de memorias y personalidades.

LA HORA ESTELAR DE UN BARMAN

Los adalides del franquismo, que no se chupan el dedo, hacen la vista gorda del fenómeno. Chicote es el mejor embajador que podían soñar, es filmado para el noticiero NO-DO, y cuando el presidente Eisenhower queda extasiado con sus inigualables vinos, el número 12 de la Gran Vía se gradúa de política, de ahí en adelante nadie se atreverá a molestarlo. Es la hora apoteósica del humilde repartidor de aguardiente. Viaja por el mundo, sobre todo América Latina y del Norte, cargado de productos y bebidas españolas de la cuales es el mejor embajador y promocionista. En esos recorridos precedidos de su fama como barman, hace amigos y teje lazos que en su día redituarán con intereses; Cantinflas, Elizabeth Taylor, Gary Cooper, Walt Disney, entre otras celebridades.

UN INNOVADOR SORPRENDENTE.

Recuperar el interés del público y renovarse sin cambiar la decoración de un local legendario, son los retos asumidos desde 2001 por el nuevo equipo de dirección de Chicote, encabezado por Pedro Serrano y Alexis Rojas, quienes han impulsado el renacimiento del Museo para el siglo XXI. “Chicote, además de sus virtudes como barman, fue un innovador talentoso y sorprendente –expresa Alexis a “Viajes”, en el ámbito de las relaciones públicas, como se entienden hoy.”

Cóctel en tiempos de dictadura En tiempos de Franco, hasta para ser un barman innovador había que tener valor, cuando los adalides del generalísimo criticaban el cóctel como un anglicismo extranjerizante. Chicote, es cauto pero no ceja en su empeño, intuye que la dictadura terminará cediendo a la moda indetenible del bar americano,sólo es cuestión de tiempo. Para apresurar al reloj crea algo inusitado: Un toque de vermut rojo con un bombardeo de ginebra y un fondo de Gran Manier, se fusionan en el novedoso “Cocktail Chicote”, que hizo las delicias de la high-life de entonces, a precios astronómicos para el bolsillo de los 40: tres pesetas los cócteles normales y un duro los especiales.Pero es bien cobrado, pues sólo trae a los madrileños la mejor materia prima; whiskey irlandés y escocés legítimos, coñac francés y un Oporto cultivado por los dioses. Acompañan a estas bebidas señoriales un ejército de cócteles mestizos, desde el Cuba Libre hasta el Yacaré, el Daiquiri y el Mojito, que conquistan al Madrid de ringorrango. Suele decirse que los barman tienen fama de chismosos,pero Chicote era una excepción.Cuanto se sabe de su vida pública, se desconoce de la privada.De la misma forma discreta en que vivió su existencia privada, abandonó el mundo, en el cenit de su gloria de la cultura alcohólica.El destino quiso rendirle homenaje,pues se fue en 1977, el mismo día de Navidad en que falleciera Charles Chaplin. El brujo de los cócteles se marchó también en ilustre compañía, junto al mago del humor melancólico.Un mutis por el foro a la manera de un gran señor de la barra. Atrás quedaban más de cuatro décadas de servir – y de formar,en un Madrid del requiebro y el chotís que fue conquistado por el cóctel.Quedan también sus cientos y cientos de recetas de tragos inolvidables, y sobre todo sus enseñanzas como profesional :

“LO MÁS IMPORTANTE PARA SER UN BUEN BARMAN ES LA SIMPATÍA,SER SIMPÁTICO Y GENEROSO;PERO LA SIMPATÍA AUTÉNTICA,NO LA FINGIDA.Y LUEGO,ESTAR SIEMPRE AL DÍA DE LOS ACONTECIMIENTOS DEL PAÍS,PODER SEGUIR UNA CONVERSACIÓN DE ACTUALIDAD CON EL CLIENTE, SABER SIEMPRE QUIÉN TOREA MAÑANA, DÓNDE ES EL PARTIDO PRÓXIMO Y QUÉ ATRACCIÓN DESTACADA HAY EN UN TABLAO.DESPUÉS,EL DOMINIO EN SÍ DE LAS COMBINACIONES DE BEBIDAS YA ES MÁS SECUNDARIO.MÁS VALE SER ASÍ AUNQUE SÓLO SE CONOZCAN DIEZ FÓRMULAS, QUE SER ANTIPÁTICO Y NO TENER DONDE GENTES,AUNQUE SE CONOZCAN DIEZ MIL.”

Pedro Chicote