Campo del cielo
EL MUSEO DE LOS METEORITOS, LOCALIZADO EN LA PROVINCIA DE CHACO, ES UN LUGAR ÚNICO, DONDE SE PUEDEN APRECIAR EL SEGUNDO METEORITO MÁS GRANDE DEL MUNDO Y CENTENARES DE FRAGMENTOS, LO QUE LO CONVIERTEN EN LA MAYOR CONCENTRACIÓN MUNDIAL DE ROCAS EXTRATERRESTRES
Las pruebas científicas estiman que hace unos 4000 años, los indígenas Qom y Wichi, cuyos descendientes aún habitan la zona, vieron en la realidad lo que luego millones de terrícolas hemos visto como películas de ciencia ficción. Ocurrió que un meteorito –cuyo peso estimado rondaría las 800 t– entró en la órbita terrestre. La fuerza de gravedad lo precipitó irremediablemente hacia la superficie a velocidad descomunal, alcanzando temperaturas de miles de grados hasta que estalló a pocos kilómetros del suelo, provocando el impacto de centenares de pedazos de gran tamaño concentrados en un área reducida.
Los aborígenes que observaron aquel auténtico cataclismo cósmico lo incorporaron a su mitología. Según su versión, fueron gotas de sudor del Sol que cayeron para unirse íntimamente con la Tierra, una forma de unión entre lo terrestre y lo celestial. Por ello el lugar les pareció sagrado y dejaron sin habitar la zona principal del impacto. Tal vez pensaron que las relaciones de intimidad hay que mantenerlas tranquilas ¡y si es entre dos colosos tan imponentes como Sol y Tierra mucho más! El caso es que al sitio donde se produjo la lluvia celestial lo llamaron con el poético nombre de Pingüen N’onaxa, que significa Campo del Cielo.
Y así pasaron siglos hasta que, a partir de la década de los años 70 del pasado siglo, el investigador William Cassidy (astrónomo de la NASA) se interesó por aquellas extrañas piedras a las que los lugareños daban poca importancia. Tal era, que en 1990 un avispado turista estadounidense ya marchaba con el meteorito «Chaco» (37 000 kg) encima de la plataforma de un camión para sacarlo ilegalmente del país y venderlo por 20 millones de dólares, cuando fue interceptado por un policía rural al sospechar que algo no cuadraba en aquel raro cargamento.
MUSEO DE LOS METEORITOS
El intento de robo del meteorito salió publicado en medios de comunicación de todas partes y el tema se judicializó, lo cual hizo reflexionar a políticos y científicos sobre la necesidad de proteger aquel patrimonio natural llovido del cielo, que convertía esa zona en algo único en el mundo.
En otros lugares del planeta se habían encontrado algunos meteoritos, pero allí había centenares, que conforman la mayor concentración mundial de rocas extraterrestres. Su valor científico era incalculable y también pensaron que se podría convertir en un sitio de grandísimo interés turístico. Por ello el gobierno argentino ha promulgado estrictas leyes de protección para su Parque Natural de los Meteoritos.
De esta manera se inauguró, a finales de 2016, el Museo Campo del Cielo. Se encuentra a 350 km de Resistencia –capital de la provincia de Chaco– en dirección suroeste hacia la localidad de Gancedo, en cuyo término municipal se localiza este Parque Nacional. Se ha acondicionado el entorno natural cual museo al aire libre, conjuntamente con un magnífico edificio que funciona como centro interactivo de interpretación del fenómeno espacial y exposición de meteoritos de tamaño más pequeño.
La carretera asfaltada desde Resistencia es buena. Una desviación señalizada de 12 km por pista de tierra bien arreglada nos lleva hacia el museo, enclavado en una extensa zona de 100 ha arboladas con especies autóctonas. Senderos bien delimitados y paneles explicativos permiten contemplar y conocer los meteoritos más grandes, algunos junto al correspondiente cráter que en su momento causó el tremendo impacto, aunque actualmente esos huecos aparecen suavizados por la erosión y colmatación de tierra, agua y vegetación. La buena sombra que da el arbolado, el suelo con césped, así como mesas y sillas rústicas junto a parrillas, conforman un lugar espectacular para el asado familiar de los domingos.
Los grandes meteoritos tienen nombre: al segundo mayor del mundo le han bautizado como Chaco, en honor a la región, y pesa 37 t; el siguiente es el Gancedo, en honor a la población municipal, con sus 30 800 kg ocupa la tercera posición como meteorito de una sola pieza en el ranking universal; otro el Toba... Así hay varias docenas más repartidos por la gran extensión del Parque.
Resulta que unos trozos del gran meteorito inicial impactaron verticalmente formando cráteres, pero se fragmentaron en piezas como consecuencia del brutal golpe, mientras que otros colisionaron en ángulos de 10º o menos por lo que penetraron rasante en la mullida tierra, excavando un túnel, hasta quedar empotrados sin destruirse, dada su notable dureza.
El edificio del museo ha sido diseñado por el arquitecto español Pedro García Demeses. A la entrada hay un conjunto de esculturales lanzas en acero de 11 m, obra del artista chaqueño Fabriciano Gómez, quien quiso representar aquellas «lanzas de fuego» que se clavaron sobre la tierra. Luego, una enorme marquesina estrellada, que da sombra en esta tierra cálida, se antepone al inmueble dividido en dos partes: en la planta baja existen paneles donde se narra la historia, la cosmovisión indígena, se muestran los lugares donde se encontraron los meteoritos y se explica cómo se han rescatado del subsuelo. Posteriormente, una rampa nos lleva al sótano, que es el auténtico corazón de la institución, pues allí se muestran más de 300 fragmentos de meteorito en las vitrinas, junto a una serie de dispositivos interactivos que permiten aprender qué es un asteroide, cómo se produjo la lluvia y su composición (en este caso son metálicos, en su mayor parte de hierro puro, con un 7% de níquel y porcentajes más pequeños de cobalto, fósforo, galio, iridio y otros).
Pedí permiso para sacar de la vitrina inferior un trozo del tamaño de una cabeza humana y hacerle fotos, pude comprobar que pesaba mucho más que cualquier otra roca normal del mismo tamaño, como demuestra una urna con una balanza, donde de una parte está el meteorito y en la otra una roca cálcica que quintuplica su volumen respecto al primero, para equilibrar el fiel.
Completa el conjunto la sala de cine, donde se proyecta una película de 15 min sobre los impactos que ya se han producido en la tierra y otros que están por llegar, en una hipótesis –nunca descartable– de que hay cuerpos extraterrestres que pueden chocar, con enorme peligro para la vida en nuestro planeta. El espectador sale impresionado y pensativo, pero confiando en que la ciencia resolverá.
PUEDE VOLVER A OCURRIR
Sabemos del éxito que han tenido películas basadas en extinciones. A todos nos suena aquello de: «Hace 65 millones de años un meteorito impactó contra el planeta...» Es un hecho comprobado que ocurrió y puede volver a pasar. Aquel asteroide que extinguió a los dinosaurios tenía una dimensión de solo unos 12 km, pero las consecuencias cambiaron la vida en la Tierra. De ahí la importancia del estudio de estas muestras que el espacio sideral nos proporciona, pues la tecnología debe estar preparada para una contingencia real. El objetivo es detectar objetos extraterrestres con mucha antelación y después desviarlos de su órbita o destruirlos. La pregunta no es si caerá; la pregunta es cuándo.
Lo que ocurrió en la provincia argentina de Chaco es un fenómeno único a nivel mundial, por eso lo que expone este Museo-Parque es fantástico. Artísticamente me parecen bellas esculturas talladas por fuerzas siderales en un material específico que ningún escultor humano podrá trabajar. Las miro, fotografío, las toco como si acariciara un planeta en miniatura con sus cráteres, montañas y depresiones. Me emociona sentir estos objetos, mensajeros del cosmos, que están ahora entre nosotros, pero que no son de nosotros. Pienso lo costosísimo que es mandar una nave espacial para conseguir una muestra de materia extraterrestre, su gramo valdría mucho más que su peso en oro, pero en este excepcional lugar tengo ese material delante de mis sentidos a toneladas, puedo tocarlo y hasta posar infantilmente sobre el meteorito Chaco, para hacerme fotos como si fuese un marciano que llegó subido en la mole.
La temática extraterrestre gusta a mayores y pequeños, que aquí pueden disfrutar de ello como en ningún otro lugar. Hasta han institucionalizado una Fiesta Nacional del Meteorito (la última fue 17 y 18 de septiembre) con actividades lúdicas a base de música y gastronomía. Una fiesta «galáctica» que arman los animados argentinos para congraciarse con las fuerzas cósmicas, tal vez como rogando protección para que la amenaza latente de impacto de asteroides no nos agrie la vida en nuestro bello planeta azul.
El museo resulta muy didáctico gracias a la presentación interactiva de su contenido. Pero la gestación del proyecto no ha sido fácil, Cassidy llevaba décadas analizando el terreno y alertando de la gran importancia que tenía para la humanidad, hasta que obtuvo financiamiento de la NASA por tres años para realizar fotos aéreas, satelitales, magnetometría y estudios topográficos en pos de detectar cráteres donde estaban enterrados los mayores meteoritos cubiertos por tierra, inundaciones y vegetación.
Del proyecto aún queda mucho por descubrir. El museo abre todos los días de 9:00 h a 17:00 h, su precio es simbólico y las visitas guiadas (www.chaco.travel). Aquí tenemos el material original de nuestro sistema solar, el principio de todo nuestro soporte y, desde luego, un lugar extraordinario que visitar.