Fort Myers se encuentra a una hora de camino de Miami, cerca del Caloosahatchee River; y es como un paseo por la historia, por la Florida del pasado, «la de antes», dice el guía del Museo de Edison y Ford, rememorando los viejos tiempos en que por allí se levantó una primera casita y existían espacios para plantar lindos jardines con palmeras, arecas, buganvilias y plantas tropicales. Fundamentalmente por eso, el lugar atrajo a algunos muy ilustres vecinos como los notables innovadores Thomas Alva Edison y Henry Ford, cuyas antiguas residencias son ahora espacios abiertos donde los visitantes pueden conocer detalles de la vida de los dos grandes creadores. Cuenta la historia que en 1875, cuando apenas contaba con 38 años, en este desolado pero naturalmente rico lugar, se instaló Edison para escapar de los inviernos neoyorquinos, convencido, además, de que se trataba del escenario ideal para desarrollar su vocación por la botánica. Una década después el singular vecino invitó a su hogar a los 300 residentes de la zona para sorprenderlos con el mayor de sus inventos: las lámparas incandescentes que iluminaban a plenitud su casa, a la postre convertida en el centro de trabajo y de estudio donde nació la mayoría de los 1 093 inventos que patentó. Animado también por el lugar y por la posibilidad de compartir investigaciones con su entrañable amigo, Henry Ford –el magnate de la industria automotriz–, igual se mudó a Fort Myers, donde ocupó un área cercana a la vivienda de Edison. Hoy esas ocho hectáreas forman parte del gran museo que recibe innumerables visitas diarias y que constituye a la vez una especie de parque botánico con más de mil especies de plantas de diversos países que decoran los imponentes jardines de ambas residencias, cuyo acceso se hace por el 2350 del bulevar McGregor. A través de los años, Edison y Ford levantaron talleres, laboratorios y hasta un centro experimental en el que vieron la luz grandes invenciones como el fonógrafo, y se desarrollaron la telefonía y la telegrafía. Tiempo después se unió a ellos otro pionero de la industria norteamericana: Harvey Firestone, que para estimular la pasión de Edison por la botánica le regaló un árbol traído de la India (un bayan tree), que apenas medía diez centímetros y hoy tiene una copa de 130 metros de diámetro, con un tronco gigantesco que para ser abrazado requiere 10 personas. Preocupados por la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, Firestone y Ford, quienes temían por el abastecimiento del caucho, financiaron a Edison las investigaciones para hallar un sustituto, esfuerzo que trajo como resultado meses más tarde, la aparición de la goma sintética. Henry Ford vendió en 1893 su primer automóvil de cuatro ruedas en 200 dólares, y las lámparas de filamento que aún hoy iluminan la casa de Edison fueron las primeras en usarse en todo el continente americano. Ahora, en el museo, además de conocer los laboratorios y talleres de trabajo, pueden verse gramófonos, radios, teléfonos, un prototipo del Ford T, un Cadillac Opera, una autobomba y otras creaciones automotrices. El museo guarda documentación de fórmulas químicas y físicas, planos, herramientas y hasta muebles construidos por el propio Edison, cuya afición por la carpintería era notoria. Los guías siempre explican que dormía una siesta diaria de 15 minutos en una hamaca que aún se ve en la galería, que tenía un gran sentido del humor, amaba la naturaleza y su sordera no le impedía ser feliz. Lo más singular de la visita sucederá cuando lea sobre la cama del creador del bombillo incandescente su siguiente máxima: «El ingenio es el 1 % de la inspiración, el 99 % es pura transpiración». El museo abre todos los días de 9 a 4 de la tarde y en el recorrido se incluyen visitas a las residencias y sus parques, en los que podrán observarse hermosas y exóticas plantas, flores y árboles, así como una pequeña piscina construida por Edison y que fue la primera de cemento que tuvo el estado de Florida.

Edison y Ford fueron amigos entrañables y ambos levantaron talleres, laboratorios y hasta un centro experimental en los predios de Fort Myers, sitio que convirtieron durante años en lugar de trabajo e innovación y al que en la actualidad acuden cientos de miles de visitantes para conocer más de la vida y la obra de estos geniales hombres.