Enclavado a lo largo del llamado Cinturón de Fuego del Pacífico de los Andes, Ecuador es uno de los sitios preferidos de todo el mundo cuando se trata de disfrutar de un relajante baño termal de aguas ricas en minerales y lodos, nacidas de la intensa actividad volcánica que caracteriza a estas tierras. Lo mejor es que dentro de sus cuatro regiones no existe una que sobresalga por encima de la otra, solo varían en contenido y temperatura.

Las antiguas culturas del Ecuador han utilizado desde siempre estas aguas, que emergen de la tierra de forma natural y espontánea, y se emplean con regularidad para el mejoramiento de la salud, gracias a sus poderosos y probados efectos curativos, por los altos contenidos de nutrientes, minerales y sulfuros, que no limitan sus beneficios solo a lo corporal, sino también a lo espiritual. 

Hay dos tipos de aguas termales: las que han sido descubiertas y se mantienen en piscinas naturales y las que se han canalizado de manera artificial. Estos sitios dan origen a los balnearios para diferentes tratamientos y de spa, donde se pueden encontrar masajes o baños de sales y terapias innovadoras para el relax, con fangos y minerales propios de cada lugar. También están las pocetas con diferentes rangos térmicos, que mejoran la circulación sanguínea al pasar de una temperatura baja a otra más cálida.

Dentro de los destinos termales reconocidos del país se encuentra Baños de Agua Santa, ubicado a la entrada de la cuenca del Amazonas, justo sobre el volcán Tungurahua, a 1820 m de altura, entre los Parques Nacionales Llangantes y Sangay (declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO, en 1983), que ofrece al visitante una encantadora vista. Los balnearios de la urbe, que según sus viejos pobladores el inca Túpac Yupanqui admiraba por estos mismos privilegios, cuentan con aguas minerales que van desde 18 °C a 55°C, las cuales emergen del volcán. Visitado con notable frecuencia por los turistas, este lugar clasifica como el más atractivo de Ecuador después de las Islas Galápagos.

Igual de irresistible se torna para los visitantes foráneos el de las Termas de la Virgen, al pie de la cascada Cabellera de la Virgen, en el centro de la ciudad. Allí se hallan 8 piscinas de aguas termales en una primera planta, con temperaturas de 54°C, y una de olas, en la segunda. Se suma el Balneario de Santa Clara, con aguas de 22°C, referente en el tratamiento de enfermedades del hígado, los riñones y el sistema digestivo. Se enorgullece de los servicios que ofrece de jacuzzi, gimnasio y restaurante.

A una hora de Quito se ubica Papallacta, un pequeño pueblo de los Andes conocido también por el valor de sus termas, que proceden de los deshielos de los nevados Cayambe, Sarahuco y otros manantiales cercanos. Su balneario permite que el visitante ecuentre momentos de relajación y bienestar, accediendo a nueve piscinas termales de variadas temperaturas y tamaños, así como a otras cuatro de vertientes de agua fría, localizadas sobre una llanura rodeada de montañas.

Las propiedades de sus aguas se deben a que la zona de Papallacta queda dentro de un complejo volcánico con más de tres millones de años de actividad constante, llamado Chacana. Son ideales, por sus abundantes sales de azufre, bicarbonatos, hierro, magnecio, entre otros minerales, para aliviar el reumatismo, los dolores de las articulaciones y los huesos, así como para tratar problemas respiratorios.

Actuales estadísticas demuestran que quienes utilizan el termalismo como práctica de salud se enferman menos, manejan el estrés y mejoran su calidad de vida.