LA RUTA DEL CAFÉ
HACIENDAS DE LOS FRANCESES EN LAS MONTAÑAS DEL ORIENTE DE CUBA
En el extremo suroriental de Cuba se levanta la cadena montañosa más impresionante del país, emergida de las aguas profundas a partir del complejo proceso geológico que tuvo lugar hace 11 millones de años y que según los geógrafos dieron por resultado las elevaciones más altas y, a la vez, más «jóvenes» de Cuba. Territorio casi inaccesible conserva la densa vegetación de bosque tropical de montaña de los tiempos de la conquista y la colonización de la Isla a principios del siglo XVI; bosques que no solo cubrían las elevaciones sino el territorio cubano. Fueron estas montañas hábitat de numerosas especies de la fauna, algunas extinguidas o en proceso de extinción como el perezoso terrestre y el almiquí, aunque aún constituyen uno de los principales reservorios naturales más ricos y diversos de Cuba.
Los primeros humanos que habitaron las montañas del Oriente cubano fueron los arahuacos asentados a la vera del rio Orinoco, en Venezuela, hará unos 3 000 años y que hacia el 150 a.n.e comenzaron a ocupar las islas del arco de Las Antillas. Los estudios arqueológicos permiten inferir que los taínos se establecieron en el territorio oriental cubano 250 años antes de la llegada de los españoles. Las piezas más impresionantes de esta cultura han sido halladas precisamente en sitios prehispánicos ubicados en estos territorios.
Durante los tres primeros siglos del período colonial, las montañas de la Sierra Maestra y sus estribaciones estuvieron despobladas y poco explotadas en sentido económico. Los hatos consistían en enormes extensiones de tierras, montuosas en su mayoría. Apenas se insinuaban algunos asientos en los que era y es posible reconocer el biotipo de los aborígenes en los habitantes actuales, caso del poblado de Yateras, entre otros. Familias cuyas vidas se imbricaron con el medio circundante de un modo orgánico, por sus modos de alimentación, rituales domésticos, actividades económicas y la forma de sus viviendas, derivadas de los bohíos prehispánicos.
Pero entre 1791 y 1803 los acontecimientos acaecidos en la vecina colonia francesa de Haití, estremecida por la primera revolución anticolonial del continente americano, protagonizada por los esclavos de las plantaciones sublevados contra sus amos blancos, provocaron la emigración en masa de numerosas familias francesas hacia la cercana ciudad de Santiago de Cuba. Recibidos en un inicio con beneplácito, los emigrados franceses sufrieron el rechazo y orden de expulsión de 1809, luego de la invasión de España en 1808 por las tropas napoleónicas. Pero por la vía legal o ilegal muchos lograron quedarse tanto en la ciudad como en las hermosas fincas de café que establecieron en las empinadas montañas de la Sierra Maestra, obra extraordinaria de la voluntad, el tesón y la inteligencia, motivo por el cual ha sido justamente considerada como una hazaña ingenieril.
La selección de estos territorios pudo haber tenido diferentes motivaciones: el bajo precio de los terrenos por la escasa o nula explotación de los mismos, su semejanza física con los abandonados en Haití, la fertilidad de un suelo virgen contantemente beneficiado por la lluvia pertinaz de las montañas, el alza de los precios del café en el mercado mundial, precisamente por la ruina de la producción haitiana y por la creciente afición al negro brebaje que, poco a poco, fue sustituyendo la tradicional taza de chocolate, bebida principal del desayuno durante el período colonial. Tal vez, el aislamiento les hizo concebir la sensación de la seguridad.
Los principales asentamientos de los franceses están ubicados en las zonas próximas a la Gran Piedra, El Cobre, Dos Palmas-Contramaestre, Yateras, El Salvador, Niceto Pérez y Guantánamo. En dicha área se han identificado un total de 171 cafetales, de los cuales 139 pertenecen al municipio de Santiago de Cuba y 32 al de Guantánamo. Los cafetales han llegado a nosotros en ruinas, algunas estudiadas como las de El Amor, la Felicidad, Villa Nueva, Dos Hermanos, La Idalia, Visitación, Sofía, Kentucky, Gran Sofía, Tres Arroyos, San Luis, Santa Paulina y Simpatía.
Asombra la envergadura de las instalaciones asociadas a los mismos y la majestuosidad de las casas de vivienda que son, posiblemente, el único testimonio de las de su mismo tipo fabricadas en Haití, destruidas durante la revolución, y que eran exponentes del largo proceso de criollización de modelos franceses, contaminados y mestizados con soluciones de origen hispánico. En todos los casos, estas viviendas fueron parte de un sitio agrícola-industrial, integrado por construcciones como fueron las albercas, represas, tahonas, almacenes, enfermerías, secaderos, hornos, barracones de esclavos, guarderías, puentes, tanques de fermentación, hornos de cal, canales de los acueductos, casas de café, casas de empleados e iglesias; instalaciones que, en conjunto, configuraban un pequeño asiento rural. También se distinguen los espacios destinados a jardines. Complementando dichas instalaciones, los franceses abrieron caminos, construyeron represas, canalizaron las aguas en un esfuerzo impresionante dada la topografía montañosa del terreno. Según Juan Pérez de la Riva los franceses construyeron la más impresionante red de caminos de la Isla con el propósito de comunicar entre sí a los sitios de concentración de los cafetales, les chemins de coline; para vincular los cafetales de un mismo sitio entre sí, les chemins de conteur; y, finalmente, los espacios productivos interiores de la finca, les chemins a la file.
En las casas de vivienda y en otras edificaciones se aprecia el uso del sistema constructivo de mampostería o ladrillo entre postes, solución que distingue las obras hechas por los franceses tanto en Haití como en los Estados Unidos de Norteamérica y que tiene lejanos antecedentes medievales en Francia, donde los muros entramados fueron frecuentes. La mampostería fue también ampliamente utilizada para las diferentes instalaciones, en particular, los impresionantes acueductos. Las casas de vivienda tuvieron portales, elemento imprescindible en zonas rurales y también balcones madereros. Pero lo más representativo de estas viviendas fueron sus techos a modo de gran sombrero de grande ala, sostenido sobre vigas de madera y bajo el que se colocaron las típicas buhardillas. Tejas de madera o tejamaníes utilizadas inicialmente fueron sustituidas más adelante por cubiertas de zinc, dada la alta pluviosidad y humedad del ambiente de la montaña.
Casos singulares son los cafetales La Isabelica y San Idelfonso. El primero por la restauración realizada que permite la comprensión del sitio y sus componentes, entre los que sobresale la casa de vivienda con los espacios típicos denominados two parlor y que constituyeron unas de las novedades aportadas por los franceses a la arquitectura doméstica de la región. Los two parlor se originan por la comunicación a través de arcos triunfales de madera de dos espacios: uno, destinado a salón de recibo de gala y, otro, para el recibo íntimo. Dichos espacios podían vincularse a voluntad mediante paneles de madera insertos en los muros. Según se deseara podían constituir una unidad espacial para reuniones más amplias o independizarse el uno del otro. También aparecen sin paneles, simplemente comunicados por los arcos triunfales. Eran los espacios donde se realizaban las reuniones, saraos y bailes, cuya esplendidez y lucimiento fueron descritos por los viajeros que recorrieron los cafetales. Las casas de vivienda fueron anfitrionas de amigos, familiares o interesados atendidos espléndidamente. Actividades presididas por la música, elemento que en gran medida ganó en extensión y popularidad dentro de la sociedad criolla gracias a la influencia de los franceses. Otros muchos elementos relacionados con la cultura del comer, tanto por rituales como por la diversidad y finura de los platos, es también otra de las innumerables deudas que tenemos para con ellos, entre numerosas expresiones relacionadas con los rituales de vida.
El cafetal-ingenio de San Ildefonso, por su parte, ubicado en las cercanías de Guantánamo, cuenta con una impresionante casa de vivienda al modo de las de gran porte de la Luisiana, lo que nos indica que entre los franceses hubo vasos comunicantes, a través de los cuales se trasmitieron las modalidades que caracterizaron a sus edificaciones.
El extraordinario valor histórico-cultural de las ruinas de estos exponentes fue reconocida por la declaratoria efectuada por la UNESCO en el año 2000 de la categoría Patrimonio de la Humanidad para el Sitio Cultural Paisaje Arqueológico de las Primeras Plantaciones Cafetales en el Sudeste de Cuba.