Catedral Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción.
Biblioteca Palafoxiana.

PUEBLA, LA CUARTA CIUDAD MÁS GRANDE DE MÉXICO, ES RECONOCIDA POR APASIONANTE Y SUS JOYAS ARQUITECTÓNICAS, PERO TAMBIÉN POR SU EXCELENTE CULTURA DE LA COMIDA

Su zona metropolitana posee un área calculada como la cuarta más grande del país. Pero no solo por ello Puebla sobresale entre las principales ciudades de América Latina. Nombrada oficialmente Heroica Puebla de Zaragoza y fundada el 16 de abril de 1531, fue bautizada como Ciudad de los Ángeles, aunque todos la siguen llamando como mismo se le denomina al Estado que la acoge.
A 130 km de la ciudad de México –en el siglo XVI se desarrolló gracias a su localización estratégica, equidistante también de Veracruz–, la conforman numerosos espacios públicos que conmueven y monumentos (2 619) que por su notable riqueza arquitectónica han clasificado en la selecta lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, incluido su excepcional trazado urbano regular, que recibió tan significativa categoría en 1987.
Cuando se les pregunta a los incondicionales de Puebla cuáles son sus principales méritos, de inmediato se dividen las opiniones entre aquellos que se apasionan con las maravillas arquitectónicas o atracciones que difícilmente se hallen en otros sitios; y quienes aplauden su gastronomía, empezando por sus irresistibles dulces poblanos.
Los que integran el primer grupo acuden a variados ejemplos, porque la verdad es que tienen de dónde escoger. Hablan con entusiasmo de la Catedral Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, sede episcopal de la arquidiócesis de Puebla y tomada como un gran museo novohispano. De estilo herreriano, se construyó entre los siglos XVI y XVII dotándola de cinco naves: una central, dos laterales y otras dos capillas hornacinas que son destacadas por sus fachadas a modo renacentista.
La Palafoxiana, Monumento Histórico de México desde 1981 e incluida por la UNESCO como parte del programa Memoria del Mundo por su acervo bibliográfico de fondo antiguo, está considera la primera biblioteca pública del continente americano, a partir de que el obispo Palafox y Mendoza donara a los seminaristas de los colegios tridentinos, en 1646, su colección de 5 000 volúmenes. Desde entonces se estableció en el otrora Colegio de San Juan.
Igual se refieren a la antigua Estación del Ferrocarril Interoceánico, como se empezó a llamar a partir de que el gobierno se lo traspasara en 1886 a la empresa Interoceánica, pues en 1878 –año en que se inició su edificación– se conoció como Ferrocarril Nacional de San Martín Texmelucan. Actualmente el edificio alberga una plaza comercial.
Quienes prefieren los espacios más modernos aseguran que un safari al estilo del Africam como el que existe en Puebla no se encuentra en ninguna otra parte de Latinoamérica, al lograr albergar a una cifra superior a 300 especies de animales que viven en semilibertad, entre tigres de bengala blancos, leones, elefantes africanos, jirafas, rinocerontes, venados, monos..., y proponer las más disímiles rutas, a veces incluso en horarios nocturnos.

ESPACIOS SUI GÉNERIS
Muy particular resulta asimismo el Barrio del Artista, poblado de talleres de creadores que trabajan a la vista del público. Lo mismo habría que decir de la popular Calle de los Dulces, como le dicen todos a pesar de que en realidad es la 6 Oriente. Todavía se encuentra quienes la denominan la calle de Santa Clara, por el antiguo convento de monjas clarisas, quienes desde el siglo XVIII elaboran deliciosos postres.
Sucede que dentro de la gastronomía dulcera de Puebla sobresalen no pocas delicias (más de 300) que han nacido de la fusión de las culturas árabes, española e indígena. Y es esa combinación la que sitúa al camote entre los favoritos de pequeños y adultos. Se le llama también boniato en España porque se prepara a partir de la raíz del tubérculo la cual se cocina con azúcar, esencia de limón o de naranja y un poco de agua hasta que se obtiene una pasta o puré.
También hacen la boca aguas las tortitas de Santa Clara (galleta cubierta de un relleno), los muéganos poblanos (dulces de harina de trigo fritos en aceite vegetal y cubiertos de caramelo de azúcar y piloncillo con un ligero sabor a canela); las cocadas poblanas; y los borrachitos (rollitos de harina y azúcar con algo de licor), entre otros.
La lista sería interminable, porque no quedan dudas de que esta ciudad que parece estar encantada, dueña de una historia fascinante, una gastronomía peculiar, como también lo son la talavera, los textiles y sus fiestas populares, puebla de amor y admiración los corazones de quienes la visitan.