Iglesia de Nuestra Señora de la Soledad.

Camagüey. Cuba

Con un Centro Histórico declarado en 2008, patrimonio Cultural de la Humanidad, Ésta es la capital de la más extensa provincia cubana, cuna de patricios y literatos como Ignacio Agramonte y Salvador Cisneros o Gertrudis Gómez de Avellaneda y Nicolás Guillén. Fue fundada en 1515 bajo el nombre de Santa María del Puerto del Príncipe en la costa norte de la provincia y trasladada a su actual emplazamiento, en enero de 1528.

Fue la historia de su tiempo lo que pautó la personalidad urbana de Camagüey, levantada sobre un trazado irregular en torno a calles sinuosas, como mecanismo de defensa frente a las repetidas y voraces incursiones piratas. Su casco antiguo fue deliberadamente concebido de forma irregular y laberíntica, para entrampar y confundir a los recurrentes atacantes, emboscarlos una y otra vez, refrenarlos y hacerles saber contragolpe a contragolpe, que la villa no sería jamás una plaza fácil para sus fechorías. Un buen ejemplo de esa aparente anarquía urbana lo siguen siendo todavía las llamadas Cinco Esquinas, en el centro de la ciudad; adonde se llega tras caminar una cuadra desde la Plaza de San Juan de Dios, por la calle San Rafael, que al desembocar en la placita de Paco Recio, se entrecruza con las calles Lugareño y Ángel para formar este típico rincón, lo que se repite de otras muchas maneras en la trama de callejuelas y vericuetos del núcleo fundacional, aún vivo, con miles de habitantes al abrigo de casas centenarias de gruesas paredes de arcilla, pisos del propio material y techos de tejas. Eso y los tinajones también de barro, símbolos de la localidad, han hecho que la urbe camagüeyana tenga el matiz cobrizo del que alguna vez escribiera el Poeta Nacional de Cuba, Nicolás Guillén, en metafórica alusión al pasado rural de su villa, que evolucionó al compás de un sólido desarrollo agrícola y ganadero hasta convertirse en ciudad, en 1817; con grandes iglesias y palacetes levantados gracias a la arcilla generosa de sus suelos. La UNESCO reconoció como Patrimonio Cultural de la Humanidad al Centro Histórico de Camagüey en 2008, y de entonces a hoy, ese gran conjunto de arquitectura colonial parece rejuvenecerse por día, objeto de una cuidadosa restauración que ha reflotado la original belleza con que le dotaron sus antiguos ingenieros y alarifes, detalles y decorados antes disminuidos por cientos de capas de pintura o, en muchos casos, también, hasta eliminados, pero que por fortuna han sido nuevamente develados, para el disfrute de todos.

«El conservatismo arquitectónico de Camagüey es en gran parte resultado de su alejamiento en el centro de la Isla, del que no salió hasta 1903, cuando comenzó a funcionar el ferrocarril de Santa Clara a Santiago de Cuba, complementado por la carretera central en 1931. Después de Trinidad es la población que ha conservado en mayor medida su aspecto colonial en Cuba.» Joaquín E. Weiss

En torno a la Plaza de los Trabajadores Un gran árbol de ceiba en medio de este espacio marca el punto fundacional de la antigua villa. Hasta el presente sigue siendo su corazón. Está cerca de la calle República, la más comercial y animada; y en uno de sus costados se encuentran el edificio que acoge a la Cadena Provincial de Radio Ignacio Agramonte y la casa en la que nació el venerado prócer local de igual nombre –un hermoso palacete de 1750 con techos de armadura y patio interior, donde ha sobrevivido una batería de los típicos tinajones camagüeyanos que funcionaban como aljibes para almacenar el agua de lluvia, con sus sistemas de canales y conductoras perfectamente conservados. A pasos está la Iglesia de las Mercedes, fundada en 1601 y transformada entre 1748 y 1756 en el edificio que es hoy, con tres naves de ladrillos cubiertas por sólidas bóvedas de cañón, torre central en la fachada barroca y el convento aledaño, de dos niveles sostenidos por sólidas columnas y arcos. En su interior destacan el coro orlado, las catacumbas de cuando se permitían enterramientos en los templos –prohibidos en 1814–, y un hermoso Santo Sepulcro realizado por el artífice mexicano Juan Benítez Alfonso, con una donación de los vecinos de la ciudad de 23 mil monedas de plata. El cercano Teatro Principal, inaugurado en 1850, es una excelente opción para una noche en la ciudad. Tiene como regla una activa programación y es el escenario del Ballet de Camagüey –de estilo clásico y segunda compañía de este tipo de danza en Cuba. De Bedoya a San Juan de Dios Puede asegurarse que esta es la «milla de oro» del Camagüey tradicional. Uno de sus conjuntos más sobresalientes es la hermosa Plazuela de Bedoya, completamente restaurada, junto con la Iglesia del Carmen, de 1732, y el antiguo Convento de las Ursulinas. Las estrechas aceras, las pilastras truncas a la altura de un hombre para facilitar el paso a los transeúntes, las puertas en forma de arco carpanel, las ventanas con rejas de madera, los patios a modo de colgadizos y, asimismo, los aleros sostenidos por tornapuntas horizontales que salen de los gruesos muros, son los elementos más destacados del espacio. El otro –y la joya indiscutible de toda la ciudad–, es la Plaza de San Juan de Dios, o del Padre Olallo (así también conocida en honor a José Olallo, quien pasó 53 años cuidando enfermos en el antiguo hospital asomado a este propio espacio; y fuera recientemente canonizado por el Vaticano). Aunque todo el conjunto de inmuebles de la plaza es una especie de daguerrotipo dieciochesco o decimonónico, como una imagen perfecta del lejano pasado que vale la pena contemplar de cerca, el antiguo hospital e iglesia, levantados en 1728 por iniciativa de los esposos Don Gaspar Alonso de Betancourt y Doña Ángela Hidalgo Agramonte, son los elementos más notables en este lugar. Grandes muros tapiales sin decoraciones al estilo de las construcciones conventuales de la época, caracterizan al hospital. Las rejas de las ventanas rectangulares y las barandas en el interior de la galería del segundo nivel, evidencian el inteligente uso de las maderas criollas, integradas con irreprochable belleza en todo el contexto del edificio, hoy sede de la Dirección Provincial de Patrimonio y la Oficina del Historiador de la Ciudad. La iglesia de San Juan de Dios, por su parte, es otro elemento interesante del conjunto, a pesar de sus modestas dimensiones. Y esto, por sus inalterados interiores donde se conservan incluso los pisos originales de ladrillos de barro y los modestos nichos con sus antiguas imágenes religiosas perfectas. Resaltan, además, el coro de madera y los techos de alfarjes de par y nudillos con tirantes y cuadrales dobles donde sobreviven decoraciones de su tiempo, así como en su altar mayor la Santísima Trinidad y en escala humana, el Espíritu Santo.

Lo más especial Hay algo muy especial que se siente cuando se está en Camagüey: la ciudad es mucho mejor que su bibliografía. En sus calles se encuentra lo que no dicen los libros, la realidad no es una invención literaria, su grandeza consiste en ser de una belleza que no empalaga, tener unas escalas que no abruman y un paisaje humano en el que laten la sencillez, la sensibilidad y la nobleza de la vida. Unas recomendaciones nos atrevemos a hacer para finalizar: caminar Camagüey y perderse entre su gente, aprovechar su relieve llano para andarla de un extremo a otro a la sombra de sus calles estrechas; sacar un espacio de tiempo para visitar el Museo Provincial instalado en el antiguo Cuartel de Caballería y que atesora la más importante colección de pintura cubana del siglo XIX en el país, después del de Bellas Artes de La Habana; escaparse a la norteña playa de Santa Lucía, una de las más hermosas de la Isla; o explorar la maravilla natural que es la Sierra de Cubitas. Algo se puede asegurar: Camagüey es de esos lugares a los que puede volverse una y otra vez. Y no únicamente por todo lo que ofrece, porque su gente sea simpática y sus mujeres bellas, sino porque al no ser una ciudad anquilosada que se mira al ombligo y respira sólo para mantener vivas las glorias del pasado, tiene un idioma secreto con el que se dirige a sus visitantes, alguna fuerza seductora, que los hace disfrutar de la ciudad como lo harían los niños, con un afán constante por descubrir cosas y disfrutar de la vida.

El hermoso parque Ignacio Agramonte Al italiano Salvatore Boemi se debe la escultura ecuestre de este gran patriota local, conocido como El Mayor. Es de bronce y fue colocada sobre pedestal de granito con metopas a relieve que recuerdan momentos cruciales de la gesta del jefe mambí, que vio la luz el 23 de diciembre de 1841 y cayó en Jimaguayú sin cumplir los 32 años, después de librar más de 52 combates. Amalia Simoni, la viuda del patriota, develó el monumento en una solemne ceremonia el 24 de febrero de 1912, cuando hacía 10 años que el parque llevaba el nombre del prócer. Flanquean el espacio, entre otros, la Santa Iglesia de la Catedral, que adquirió su actual estado hacia 1864. La fachada tiene un gran frontón y la torre de seis niveles, está rematada por una gran estatua de Cristo Rey. Tras sus gruesos muros de ladrillos, se adora a Nuestra Señora de la Candelaria, patrona de la ciudad. El pintoresco bar El Cambio, estrenado en 1909 para la venta de billetes de lotería y el cambio de los premiados por dinero en efectivo, funciona en uno de sus costados; y asimismo, el restaurante La Volanta, la siempre recomendable Casa de la Trova Patricio Ballagas, que ocupa un inmueble del siglo XVIII y es habitual escenario de presentaciones de grupos de música tradicional; y la biblioteca provincial, Julio Antonio Mella. El parque Ignacio Agramonte es uno de los lugares más agradables de Camagüey, con gran concurrencia de vecinos de todas las edades que acuden allí a conversar y relajarse. Cerca, en el número 58 de la calle Hermanos Agüero, se encuentra la casa donde nació el 1º de agosto de 1904 el prolífico poeta Nicolás Guillén, hoy una institución cultural que combina sus funciones de museo con el estudio y promoción de la obra literaria de este camagüeyano de profundo sentido humano y marcada vocación negrista, con obras que son verdaderos hitos poéticos, como Sóngoro-Cosongo, Motivos de son y El son entero. El Casino Campestre, Barberán y Collar Los orígenes del Casino Campestre se remontan a 1857 cuando en la entonces periferia de la ciudad, era utilizado el lugar como feria, mercado agropecuario y campo de recreo. «Es nuestro Parque Central» me ilustraba el amigo pintor camagüeyano Omar Estrada, haciendo alusión al famoso parque de Nueva York. Tiene extensas áreas abiertas con grandes árboles, caminos escoltados por bancos, rincones para enamorados y amenidades para pequeños y familia en general. Una de sus mejores curiosidades es el monumento levantado como recuerdo de los pilotos sevillanos Barberán y Collar, quienes el 10 de junio de 1933 aterrizaron exitosamente en Camagüey a bordo del avión Cuatro Vientos, después de protagonizar el primer vuelo trasatlántico del mundo, con una duración de 19 horas y 11 minutos. Si bien los camagüeyanos tuvieron el privilegio de agasajarlos como verdaderos héroes, el mundo perdió la posibilidad de hacerlo, pues ambos navegantes perecieron en el intento de llegar a México, unos días después.