Turismo sostenible
Algunos parajes en el Caribe conservan todavía el natural esplendor virginal que deslumbró la imaginación de los europeos a finales del siglo XV. Otros perdieron su encanto original bajo el impacto depredador de una pretendida acción civilizadora.
Playas de finas arenas blancas, bañadas por las aguas cristalinas en algún recodo caribeño, dejan ver todavía a simple vista el fondo marino, donde reposan confiadas las hermosas estrellas de mar, en tanto peces multicolores observan con sorprendente ingenuidad a los bañistas, a quienes se acercan con la misma curiosidad de los primitivos pobladores de las islas al avistar las naves de Cristóbal Colón.
Los relatos del Almirante y sus acompañantes, daban cuenta de tierras cubiertas de frondosos bosques donde la luz de sol se filtraba como rayos de oro, y era posible encontrar árboles de extrañas hojas de un increíble verdor y con el reverso blanco, como las de la misteriosa yagruma. Pero mucho más atractivos les resultaron los hombres, mujeres y niños que acudían a recibirlos, por su hermosura física, apenas cubierta, su generosidad manifiesta en el desinteresado ofrecimiento de sus frutos, simples adornos labrados en oro, y hasta los indescriptibles placeres producidos por el humo del tabaco, símbolo de paz y amistad.
Un Nuevo Mundo irrumpió en la vida de los europeos de entonces. Finalmente lo descubrieron en toda su amplitud a la vuelta de varias décadas, muy diferente de las lejanas China e India, o de las cercanas costas de Africa, el llamado continente negro, que en breve vería unido al Caribe el destino de sus no menos hermosos hombres de fuerte complexión física y bellas mujeres.
Un Nuevo Mundo se ofrece todavía a los viajeros que incursionan en los destinos turísticos caribeños.
La diferencia estriba en las peculiaridades de la multitud de pueblos de un origen común, que con el devenir del tiempo y las más inusitadas fusiones raciales, se transformaron en forjadores de sus propias culturas e identidades, hasta definir un rico universo de tradiciones, creencias y costumbres, que enriquecen el deleite del paisaje natural y lo tornan mucho más atractivo. El ancho Mar Caribe, las más de las veces apacible, y otras, en tiempos de tormentas y ciclones, previsiblemente violento, engloba y matiza el entorno de los territorios ribereños del continente americano situados a medio camino entre los trópicos, desde el sur de la Florida, pasando por las costas de Yucatán y del istmo centroamericano hasta llegar a los bordes septentrionales de Colombia, Venezuela, Guyana y el propio Brasil. En el otro extremo, cerrando esta especie de lago inmenso, un cinturón de pequeñas islas, cayos e islotes marca los límites con el Océano Atlántico.
A más de cinco siglos de impactar en el mundo europeo con sus originalidades, el Caribe está hoy más de moda que nunca, al decir de un especialista y buen conocedor de sus potencialidades, como Jean Holder, secretario general de la Organización Turística del Caribe (OTC). “La mayoría de las encuestas que he visto indican que el Caribe es en la actualidad la primera elección de los viajeros y esto es respaldado por el alto número de vacacionistas que nos visitan”, dijo recientemente en Alemania.
El año 2004 comenzó bajo los inmejorables augurios de un 2003 en el que la afluencia de visitantes hacia la región caribeña creció 7.6 por ciento, según la Organización Mundial de Turismo (OMT), dejando atrás la pesadilla de la crisis de los dos años anteriores.
Estimados de diversas entidades especializadas calcularon en alrededor de 20 millones o más el número de viajeros que se lanzó al descubrimiento del Caribe, atraídos por su ambiente de mayor seguridad, ausencia de peligrosas enfermedades contagiosas, instalaciones de primer nivel, una atención profesional esmerada, multiplicidad de genuinas manifestaciones culturales y, sobre todo, un entorno natural que se beneficia de una sabia política de preservación de la biodiversidad, cada vez más extendida. Los mayores ganadores, a juicio de expertos, fueron Cuba y la República Dominicana, con crecimientos de dos dígitos en comparación con el año precedente, pero en general casi todos los destinos obtuvieron resultados estimulantes. El número de viajeros procedentes de Canadá aumentó en un 15 por ciento, los de Europa en 9 por ciento y los de Estados Unidos en 4 por ciento, según reportes de la (OTC).
A sólo cinco años del pronunciamiento de los gobernantes de los estados, países y territorios integrantes de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) a favor del establecimiento de la Zona de Turismo Sostenible del Caribe, existe una completa claridad sobre el carácter estratégico de esta industria para el desarrollo económico de la región y el bienestar de sus pueblos. Un ejemplo notorio lo ofrece Cuba, que en poco más de una década (1990-2002) incrementó su planta hotelera de 12,900 habitaciones a 40,000 y consiguió elevar el número de turistas foráneos de 340,329 a 1 millón 773,986 en igual lapso, en tanto al cierre de 2003 ya se aproximaba a los 2 millones de visitantes.
En apenas una década el turismo se convirtió en la principal actividad económica de la mayor de las Antillas y motor impulsor del resto de las ramas productivas y de servicios. La experiencia aportada por Cuba resulta sorprendente, y quizás por eso la decisión de la OTC y la AEC de designar La Habana como sede de la VI Conferencia Anual sobre Desarrollo de Turismo Sostenible, del 28 al 30 de abril, adquiere una importancia de particular relieve.
Privilegiado foro regional para el intercambio de información sobre los logros alcanzados y los escollos confrontados por las iniciativas nacionales, regionales e internacionales, la Conferencia brinda una oportunidad a los grupos de interés para aprender del pasado, construir el presente y planificar el futuro, según explicó la Dra. Mercedes Silva, de la AEC, en uno de los documentos preparatorios. Una conferencia exitosa, agregó, es aquella que le permite a la región y al país anfitrión identificar claramente los aspectos claves de su propia búsqueda de la sustentabilidad en el sector turístico, y comprometerse a establecer las políticas y programas que posibiliten alcanzar resultados positivos.
Un Caribe eternamente verde-azul
El tema central propuesto para la reunión de La Habana es la necesidad de preservar el balance correcto entre la tierra y el mar, tomando en cuenta que la mayoría de los estados y territorios del Caribe se asientan en pequeñas islas, y en el caso de los países continentales de la región, un porcentaje significativo de su población y sus actividades económicas se concentran en las costas o sus cercanías.
La Dra. Silva precisó que la Conferencia se centraría especialmente en los productos turísticos naturales y patrimoniales, en las áreas protegidas y en la participación comunitaria, utilizando al país anfitrión, Cuba, como uno de los estudios de casos.
“Para el turismo cubano el concepto de sostenibilidad significa, en primer lugar, contribuir al desarrollo integral del país, elevando sus aportes a la economía, incrementando el empleo, mejorando sostenidamente la calidad de vida de la población, contribuyendo al mismo tiempo a preservar o recuperar el patrimonio natural y cultural de uso turístico, para su utilización responsable actual y en el futuro”, de acuerdo con la explicación de dos especialistas del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba.
Según expresan Teresita Borges Hernández y Lourdes Coya de la Fuente, quienes elaboraron una cuidadosa exposición sobre este asunto sometido ahora a debate por las autoridades caribeñas, “Cuba presenta en la actualidad el crecimiento turístico sostenido más alto del Caribe insular y está relativamente bien posicionada en los principales países emisores de ecoturismo: Francia, Alemania, Canadá, Italia y España”.
Entre las ventajas del ecoturismo enumeran “el mayor rendimiento del capital en este producto, por cuanto los valores de la inversión son inferiores a los del turismo convencional, y sus precios de venta son relativamente superiores”. Por otra parte, añaden, existe una mayor posibilidad de negociación en este segmento, pues “no es una opción masiva y sus canales de distribución no están concentrados en grandes ni poderosas firmas”.
En coincidencia con otros expertos del Caribe, las autoras subrayan entre los obstáculos para el éxito de una gestión de turismo sostenible la insuficiente educación ambientalista de directivos, especialistas, trabajadores y población relacionada directamente con el ecoturismo. “Más aún, afirman, se puede apreciar la falta de formación integral y suficiente experiencia en los guías especializados”.
En un enjundioso trabajo titulado “Turismo en el Caribe disfruta de días soleados”, difundido durante la Feria de Berlín este año, Bernd Kubisch arriba a una conclusión semejante y al respecto cita al ministro de Turismo de Barbados, Noel Lynch. “Cada mes, cuenta, empleo varias horas enseñando y sosteniendo discusiones en alguna de nuestras escuelas” acerca de la importancia del turismo para nuestros países.
Agrega Kubisch que en cada esquina de cada isla caribeña se impone difundir un mensaje clave: donde seguridad, limpieza, servicio y amistad están escritos en grandes letras, población local y turistas están contentos, y crecen los ingresos y el nivel de vida.
Por su parte, Jean Holder, el secretario general de la OTC, subraya que “la mayoría de los turistas que nos visitan desean algo más que arena y sol; ellos quieren contactos con los pobladores, festivales, cultura y tradición. Y eso también promueve el turismo sostenible”.
En realidad, a pesar de los obstáculos y defiencias prevalecientes, el Caribe marcha al frente en materia de turismo sostenible a nivel mundial, y no es casual que el 40 por ciento de los certificados de reconocimiento emitidos por la organización londinense Green Globe hayan sido otorgados a países de la región caribeña.
Entre los cuatro mil cayos e islotes que conforman el archipiélago cubano, algunos todavía jamás sintieron el impacto de los pasos humanos, como cinco siglos atrás, cuando las naves de Cristóbal Colón se adentraron en la Corriente del Golfo; otros, donde hace apenas una década comenzó el desarrollo turístico –como Jardines del Rey- acumulan ya el crédito de un millón de visitantes, pero sus visitantes sienten la impresión de estar repitiendo el hechizo del descubrimiento.
Esas y otras experiencias, como el contacto con una población que cuenta entre sus escritores, artistas plásticos y músicos a muchos de los que con mayor autenticidad definen la identidad cultural del Caribe –José Martí, Fernando Ortiz, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Ernesto Lecuona, Benny Moré, Wilfredo Lam o Amelia Peláez, por solo citar algunos- permitirá a quienes acudan a la cita caribeña en La Habana, descubrir las claves de un turismo que crece y se sostiene sobre las sólidas bases de una cultura que enriquece a la humanidad.