El Carnaval en República Dominicana. Bailar, disfrutar y espantar al Diablo.
En otras regiones como la de Bonao y Salcedo se les identifica como Macaraos. En Montecristi se les conoce como toro, en San Juan de la Maguana le dicen Tifuá y Judas, en Mao.
Desde todas partes del mundo llegan visitantes para asistir a estas coloridas fiestas donde los diablos aparecen con su bolsa de vejiga de vaca con la cual, a decir de los testigos, «pegan duro». Es la mística de sacar al diablo del cuerpo, con dos o tres fuetazos se le espanta, cuenta el vegano Alfredo José García, quien cada año se traslada desde la ciudad a esta región asegurando que «aquí el que no llora, baila».
La bolsa de vejiga de vaca es una de las tradiciones más antiguas del carnaval. Luego de matar la res se saca la vejiga, se seca con sal, ceniza y limón, y se deja que el sol la cure.
Luego se rellenan y se inflan, y los diablillos salen a buscar a quien azotar. También utilizan fuetes al estilo del capataz que azotaba a los negros esclavos en el cañaveral. Buscando a Los Broncos llegamos hasta la cueva donde se alistan para el baile. Sus trajes son con adornos plateados, azul brillante, y sus inmensas máscaras realzan el conjunto coreográfico que integran un centenar de bailadores.
Pasan muchos meses los dominicanos preparando comparsas y carrozas para estas fiestas de disfrute popular. Igualmente, costosísimas ya que según los organizadores, la confección de un traje puede rondar entre los $350 o $400 dólares y los cambian cada año.
Según el sociólogo dominicano Dagoberto Tejada, quien dirige la oficina del carnaval en Santo Domingo, éstas son fiestas populares en las quese manifiesta la fusión de varias culturas que dejaron su huella en el Caribe.
LOS DISFRACES Los trocitos de espejos, cascabeles, cintas y fibras, plumas y pieles conforman un buen canasto de accesorios a la hora de montar un traje de carnaval.
Los trajes tipifican personales, historias, pero ciertamente las caretas del diablo, los personajes de indios y los reyes africanos están entre los más conocidos. Cuando se hable del carnaval dominicano hay representaciones muy conocidas: «Robalagallina» y “ Se me muere Rebeca», “Los Galleros”, Los Alí-baba”, todos mezcla de teatro primitivo callejero, combinando pantomima, maniobras del circo ateniense y autoctonía de los juegos y tradiciones barriales dominicanos.
El carnaval dominicano requiere oído, ritmo y sentido del humor para disfrutarlo. El propio acto de apertura establece el adagio: ¡Fuera la tristeza!..., ¡Viva la alegría!, y a partir de ese momento se desata la vida.
Muy divertido es el paso de «Robalagallina», -por ejemplo- es un personaje que va por los puntos comerciales disfrazado simulando un gran busto y una buena «cola». De gran sentido patriótico son las máscaras tricolor, azul, blanco y rojo simbolizando la bandera dominicana, y también reciben un lugar particular «Los Negros» que integran el carnaval cimarrón del país, vestidos con tiras de desechos vegetales, pero exhibiendo una gran creatividad. Otros que muestran gran colorido son los Gaga, una reminiscencia de cultos haitianos, que sobreviven por la tenacidad y aportes de hombres como Apolinar, de Villa Mella quien cada año sale al frente de su comparsa.
Se arropan de tiras de colores, plumas y rellenos vistosos, y van arroyando por las calles tras el tamboreo y el canto de los seguidores.
La «gallina» es seguida por niños y jóvenes que van musicalizando una tonada que dice: «roba la gallina, palo con ella», pero los dueños de negocios no dan palo, por el contrario regalan caramelos, dulces y dinero que la «gallina» va tirando hacia sus polluelos (léase seguidores).
Otra muy conocida es «Los Africanos», personajes pintados de negro con carbón y aceite quemado (antes era aceite de palma), y bailan al estilo de los cabildos de la etapa de la esclavitud.
Muy tipificada en el carnaval está la muerte. El disfraz de las calaveras es común y los niños se divierten al «poderla» tocar. Esta burla a la muerte, este baile a la «pelona» como le llaman, tiene que ver con las costumbre traídas por las tribus africanas, donde se hace fiesta cuando el Rey va al otro mundo por mandato divino.
LOS BAILES El dominicano nació para bailar. En el carnaval se disfruta de todo tipo de música pero el merengue busca su espacio, se instala en el corazón del pueblo, y niños, jóvenes y viejos le hacen tributo a esta música que es de aquí, con raíces e influencias de todas partes.
Eran 1850 cuando nació el merengue, era un baile de ciudad. Las parejas movían ágiles sus pies, sin brincos ni movimientos fuertes, al estilo de vals, donde el hombre enamora a la mujer, como un gallo que hace rueda a la gallina. Le dicen «música de aire dulce», pero puede resultar sensual y caliente, sin límite para los sentidos.
También en los carnavales se suele oír el palmiche, un ritmo rural superado por nuevas sonoridades, no obstante durante el carnaval se escucha, y entonces los viejos sacan la historia de cuando Rafael Solano, el gran músico dominicano, la llevó a niveles estelares.
El palmiche tiene influencia de ritmo haitiano, y surgió por allá por el norte del país, en Dajabón, ciudad fronteriza con Haití.
La bachata, un ritmo de origen campesino considerado por mucho tiempo género menor, ahora se disputa los espacios de popularidad y en el carnaval como más se divierte un dominicano es con la bachata.
El paseo del carnaval, a lo largo de la avenida del malecón dominicano, es definitivamente una gran fiesta de las tradiciones y la dominicanidad.
Cuando amaneces en las calles y te sorprende la luz, te vienen a la memoria las palabras del poeta, que Dominicana es la ruta del sol y alma de la música.