Martinica. EUROPA EN EL CARIBE
Se murmuraba en Francia en la época colonial para referirse al que disfrutaba del lujo de las grandes familias de hacendados en las islas del Caribe, “Es rico como un criollo”. En aquel comentario se condensaba toda una cultura colonial afianzada en Martinica y en otras islas francesas desde el siglo XVII, un mundo que disfrutaba de la exuberancia y de la fertilidad de este territorio convertido hoy en un moderno reclamo turístico que sin embargo rezuma todavía secuelas de aquella forma de vida.
El tráfico enloquecido en el centro-ciudad y el bullicio de las calles que rodean la catedral no impiden disfrutar de una pequeña capital caribeña repleta de comercios y de cafés. El descanso puede llegar en el parque de Savane. Fuera de la capital, un particular Caribe ofrece innumerables posibilidades de disfrute al viajero que quiera iniciar un periplo por esta isla. Hacia el norte toda la vida y la historia están dominadas por la presencia del volcán Mont Pelée. A sus pies la ciudad de Saint Pierre, la antigua capital devastada a principios de siglo por esta montaña de fuego que se ha convertido en los últimos años en reclamo para visitantes. Los buceadores son atraidos por los barcos naufragados frente a la bahía de la ciudad, los amantes del senderismo pueden recorrer varias rutas trazadas en las faldas del volcán y disfrutar además de espectaculares vistas sobre el norte de la isla. Y los que buscan un turismo cultural pueden visitar el Museo Perret, el museo Paul Gauguin donde el pintor residió durante cinco meses en 1887 con su amigo el pintor Charles Laval ambos enfermos de paludismo y disentería; y el Museo Volcanológico que lo cuenta todo sobre estas montañas todavía en activo. La carretera que atraviesa la parte norte de la isla hasta el Atlántico se recomienda por la belleza de los paisajes en los que las grandes plantaciones de plátanos y caña de azúcar se suceden unas a otras. De nuevo la tierra martiniquesa se empeña en recordar un pasado reciente en estas grandes haciendas que hace siglo y medio giraban alrededor de alguna familia criolla y de cientos de esclavos que cultivaban su tierra. Sobre el origen del nombre de esta isla, la teoría más aceptada señala que es una derivación del término “Matinino”(Madinina o Martinina), una palabra caribe que significa “la isla de las flores”. En un momento dado se conoció que una leyenda narrada a Colón por los indios de Haití aseguraba que éste era un territorio habitado solo por mujeres por lo que los historiadores comenzaron a dudar si en realidad el término caribe no significaría “la isla de las mujeres”. Trinité es hoy un importante reclamo turístico y también centro de ocio para los residentes en la isla que llenan sus playas durante los fines de semana. Diamant parece a primera vista poco más que un barrio de casas al borde de la playa donde se levanta el edificio más solemne de la ciudad, una iglesia del siglo XVIII catalogada monumento histórico con un llamativo techo de madera en su interior. Frente al pueblo emerge con un aspecto bien rotundo la Roca del Diamante que presta el nombre prácticamente a toda la comarca y es un reclamo en todo el mundo para buceadores. Grutas submarinas, pasadizos y formaciones coralinas repletas de vida animal atraen a miles de deportistas a este rincón caribeño. Desde el Rocher parece imprescindible tomar la serpenteante y escarpada carretera de la costa que conduce al Mirador de la Punta del Diamante y a las bahías D´Arlets, unos entrantes en la costa que acogen a los pequeños pueblos de Grande Anse y Anses D´Arlet. Aquí todavía se siente el tiempo detenido y el aire caribe más puro, ese Caribe de imágenes sorprendentes