Sueños y misterios de Roberto Ávila
Roberto Ávila Ramírez se propone trasladar a su obra toda la gama de problemas filosóficos del hombre contemporáneo. Tan ambicioso proyecto ha llevado a este artista, de formación autodidacta, a crear una obra que establece una relación entre el ser humano y su mundo.
Roberto Ávila Ramírez (Villa Clara, 1956) durante diecisiete años impartió filosofía en centros docentes de la educación superior de su provincia natal. En los años ochenta trabajó la artesanía artística, con elementos aborígenes cubanos y de las culturas americanas precolombinas. Desde la adolescencia, le interesó el dibujo y ya, a partir de 1993, se ha dedicado sólo a la pintura. La obra que actualmente entrega Roberto Ávila Ramírez, que desde 1996 vive en Matanzas, centra su mirada en el paisaje, donde se acumula una larga tradición junto a una nueva perspectiva. De ahí que estas piezas retomen la luz y el color cubanos que ya otros creadores han reflejado, pero que lo hagan con un prisma diferente. Es como si el paisaje no fuese el centro del cuadro, sino que la composición en que aparece fuese lo que el artista quisiera hacer trascender más allá del lienzo. Ahí están como muestras evidentes, ese vallecito que aflora a través de un marco apergaminado. O ese río que corre protegido por los faldones de una camisa. El hombre, sin embargo, no es una presencia viva en estas obras, aunque sin él, estos cuadros no serían realidad. Pues el hombre está presente en ese vínculo que se establece cuando, con su acción, para bien o para mal, transforma el paisaje. Ese paisaje que el pintor representa y pone a dialogar con el espectador. A ese diálogo, no obstante, hay que llegar con el convencimiento de que las reflexiones que exhiben estas obras traspasan los límites de lo convencional.