Cuba: San Lázaro, el Santo de los Milagros
San Lázaro es la deidad de los panteones yoruba, bantí y católico más venerada por los cubanos, que le atribuyen el don del milagro en la curación de enfermos.
Como todos los 17 de diciembre, más de 60.000 devotos de distintas religiones recorrieron desde la madrugada, calles y avenidas para llegar desde distintos puntos del país hasta el poblado del Rincón, a unos 30 km de la capital, donde está instalado el Santuario que lleva el nombre de San Lázaro, el santo mártir católico y el orisha (denominación yoruba a las deidades) en los cultos de origen africano. Los momentos seleccionados por esos creyentes fueron los miércoles (día de San Lázaro, según el calendario de los orishas) y los 17 de cada mes. En ambas oportunidades, sin embargo, los religiosos cumplieron también sus promesas, pero generalmente, las ofrendas fueron ramos de flores, velas o donativos en metálico para el leprosorio que circunda el templo. El 17 de diciembre, en cambio, numerosos peregrinos, llevaron a cabo largas caminatas, mientras otros se arrastraban por la carretera, a veces llevando grandes piedras atadas a una de sus piernas, o haciendo cabriolas en convicción de fe. Hacían esos sacrificios en reconocimiento de los milagros del Santo que se traducen en la solución de difíciles situaciones relacionadas, por lo general, con enfermedades o en ocasiones, por haber logrado la conquista de la persona amada. El culto a Babalú Ay nació con la presencia africana en el Nuevo Mundo, apareciendo en la versión más liberal como un hombre de vida disipada a quien Olofi, Dios supremo en la mitología yoruba, castigó por violar compromisos con esta deidad sobre su comportamiento personal. Así según la leyenda, a Babalú Ay se le cubrió el cuerpo de llagas y luego murió, pero fue resucitado por el propio Olofi en conformidad con los insistentes ruegos de otros orishas del Panteón. Con esas características lo muestra la religiosidad popular que lo describe como un anciano, encorvado, acompañado por dos perros, afincado en dos muletas y con un costal de tejido de yute, colgado en el hombro. Esa bolsa, llena de maíz tostado, ha sido con el tiempo uno de los atributos que lo identifican en la santería y se emplea como elemento de protección contra las enfermedades, sobre todo las de carácter infecto-contagiosa. En Cuba, donde las religiones de origen africano entremezcladas en exótica simbiosis, tienen una significativa influencia, son muchos los creyentes que adoran al “viejo Lázaro”, santo que goza de la mayor popularidad entre todas las deidades de diferentes cultos. Aunque su imagen más difundida no es reconocida por la Iglesia Católica, cuyos fieles adoran a San Lázaro de Betania, hermano de María y Marta, resucitado por su amigo Jesucristo. Lázaro de Betania llegó a ser el primer Obispo de Marsella, pero fue ejecutado por su fe cristiana. Canonizado por la Iglesia Católica ocupa el más alto escalón del Altar Mayor del santuario del Rincón y es reconocido por todos los fieles del mundo católico. Babalú Ay, quien bien pudiera ser el mendigo de la parábola de Cristo, fue en Cuba convertido en “santo” en la creencia popular. Esa imagen del “Viejo” perdura respetuosamente en la mente de los cubanos y es a quien la mayoría de los creyentes ponen al pie del altar del santuario del propio Rincón, el saquito de yute lleno de maíz tostado todos los 17 de diciembre, en el mismo lugar en el que el Obispo de Marsella ocupa la cima del retablo católico, con sus mejores galas y los brazos abiertos a todos los creyentes.