Los galeones cargados de oro y plata americanos conmovieron la vida económica y social de Europa en el siglo XVI, animaron las guerras durante varios siglos y sólo cuando se apagaron sus destellos pudieron aflorar las grandes e imperecederas riquezas americanas, las de su cultura y naturaleza, que a los europeos fascinaron sobremanera a lo largo de las dos últimas centurias e impresionarán seguramente también en el Tercer Milenio a personas de todos los continentes.

Que en la actualidad se hable el castellano y portugués en un número tan alto de países del Mundo -al igual que el inglés y el francés-, así como la globalización de numerosos productos alimenticios, representan realidades culturales trascendentes de esa conmovedora y aún polémica era de los grandes descubrimientos geográficos y etnográficos (comprendió la desconocida América y las casi sin explorar África y Asia), etapa que arranca desde mediados del Segundo Milenio y que vista a distancia fue capaz de cambiar las ideas existentes sobre la Humanidad, la Tierra y el papel de ésta en el Universo. Si por cualquier capricho esotérico un supuesto "Chef mundial" tachara los productos americanos del consumo cotidiano, tremendo disparate irritaría a millones de personas en todos los rincones del Planeta. Y es que llevan el sello "originario de América" desde el chocolate y la vainilla hasta papas o patatas, tomate y maíz, por sólo citar algunos de los más universales sin contar con el tabaco que Colón vio fumar por primera vez en Cuba ni con la medicinal coca de los aborígenes. Igualmente provocaría un rechazo generalizado en los países del Caribe y de Centro, Sur y Norteamérica el hecho de sólo mencionar la idea absurda de privarlos de la caña de azúcar -madre del aguardiente y el ron-, del café, el arroz, el banano o los cítricos y de cuantos alimentos se elaboran con el trigo, los que siendo de procedencia asiática, medioriental o africana, constituyen hoy renglones básicos de sus culturas y economías, tras su introducción en el Nuevo Mundo por los europeos. Convencido de antemano de que aquellas tenían que ser las "tierras de las especias", Cristóbal Colón describió detalladamente en el Diario de Navegación de su primer viaje cuanta cosa halló e incluso las esperanzas de encontrar el oro a raudales, y se cuidó de llevar consigo semillas, plantas y aborígenes, carentes sus cuerpos semidesnudos de las sedas y joyas que soñaba admirar. Pero sin duda fue Colón quien "exportó los primeros tabacos" al regresar a España en 1493 y quien "importó las primeras cañas" en su segundo viaje, según recuerda el sabio cubano Fernando Ortiz en su notable ensayo "Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar" (1940), en el cual califica de fenómeno de transculturación todo lo resultante, pasado el tiempo del descubrimiento recíproco de indoamericanos y europeos. En el choque violento de las dos culturas ambas resultaron modificadas. Se mezclaron sus lenguajes -el castellano predominante se nutrió de nuevas voces-, y lo más importante, el mestizaje de los pobladores. Algo similar ocurrió en el actual Brasil de habla portuguesa.

LAS RIQUEZAS DE AMÉRICA En el siglo XVI el oro y la plata de la conquista de México y Perú influyeron sobre el curso de toda la historia europea, encarecieron los precios de los alimentos y multiplicaron las fortunas de la naciente clase de los banqueros. España sirvió de puente por donde transitaban las riquezas, pues este país continuó comprando las mercaderías a extranjeros y guerreando con los que le disputaban el imperio colonial. Así se agotó el manantial en pocos siglos y es quizás el momento en que se vuelven las miradas hacia las verdaderas riquezas de América, las eternas: - Numerosos ríos y cataratas. - Su río Amazonas (el más caudaloso, profundo y ancho del Mundo). - El Titicaca (el lago más elevado de la tierra). - El Aconcagua (el pico más alto de América). - Cadenas montañosas. - Las hermosas playas del Caribe. - La única masa continental cubierta por zonas templadas y tropicales de ambos hemisferios de la Tierra. - La existencia de prácticamente todos los climas. - Bañada además por los dos grandes océanos mundiales y que se extiende casi de polo a polo. - Aún conserva bosques tropicales vírgenes y una rica biodiversidad de flora y fauna. - Las Américas han dado a la civilización universal: el cacao, el maíz, la papa o patata, la batata (boniato o camote), el tomate, el aguacate o palta, la yuca o mandioca, el maní o cacahuete, la vainilla, la guayaba, la papaya, el ananás o piña, ajíes o chiles, calabazas y otros muchos productos más. También entre otras plantas tiene las del tabaco, la coca, la yerba mate, los cactos, el henequén o sisal, el zapotillo de donde se saca el chicle y el árbol del caucho, así como numerosas maderas preciosas. - Sobreviven elementos de la cultura precolombina que tuvo su esplendor en los territorios central y meridional de México (aztecas y); más abajo en Yucatán y actuales países centroamericanos (mayas y quichés) y en la sudamericana, en regiones de Perú, Ecuador y Bolivia (el imperio inca). EL EMPECINADO COLÓN Es Cristóbal Colón, cuya visión temeraria si acertó en cambiar el curso de la Humanidad, quizás el hombre más polémico del Segundo Milenio. Colón se aferró a la idea original de la posible ruta al Oriente navegando hacia el poniente. Según sus cálculos, si la Tierra es redonda, llegaría a la India, Cipango (Japón) y Catay (China) donde se afirmaba existían grandes riquezas. El Almirante creyó hasta su muerte que había encontrado parte del Oriente. Nunca pensó en la existencia de un continente desconocido intercalado en su ruta y si lo pensó, bien supo callarlo. Cuando cerró sus ojos para siempre en Valladolid, España, el 20 de mayo de 1506, ya existía un Nuevo Mundo aunque continuara afirmando que eran las codiciadas y ricas tierras de las especias.

DESPUÉS DE COLÓN Después de Colón el mundo fue diferente. De 1492 a 1502 organizó cuatro viajes en los que por primera vez los europeos navegaron por el mar Caribe y descubrió para España las Lucayas o Bahamas, las Antillas Mayores y Menores. Exploró, además, parte de la costa septentrional de la actual América del Sur y una porción costera de la América Central, y aunque no logró su objetivo de encontrar una nueva ruta, corta y segura, para el comercio con el Oriente, hizo algo mucho más importante, abrir una nueva etapa que revolucionó la ciencia, el comercio y las relaciones entre las potencias, la era de los grandes descubrimientos geográficos y etnográficos. Existen diferentes versiones sobre su origen, la más aceptada es que nació (entre 1436 y 1451) en Génova, Italia, hijo de un cardador de lana, del cual aprendió el oficio, pero desde la niñez se interesó por la navegación y adquirió tales conocimientos por estudios y práctica. Con unos 25 años se estableció en Portugal donde concibió su proyecto de llegar a la India por el poniente que presenta inicialmente al rey portugués Juan II, en 1483, y a los reyes de España, Fernando e Isabel, en 1486. No será hasta 1492, que obtenga el apoyo de la corona española. Tras recibir el visto bueno de los Reyes de España, obtuvo el financiamiento para armar la primera expedición con tres carabelas (la Pinta, la Niña y la Santa María). Por entonces ciertos adelantos como el uso generalizado entre los marinos de la brújula y las cartas de navegación daban más seguridad a la empresa, pero de todas formas aún prevalecían ideas terribles sobre los peligros en adentrarse en el actual Océano Atlántico y la redondez de la Tierra se ponía en duda y tal creencia afirmativa constituía una herejía.