CAYO LARGO. Una isla premiada
Hacia el sur de la región occidental de Cuba sobresalen los cayos, cayuelos, islotes e islas del grupo insular llamado Archipiélago de los Canarreos, entre los que aflora cayo Largo.
La imagen soñada de islita caribeña, con interminables playas de arena blanquísima junto a un espléndido mar turquesa se corresponde con Cayo Largo, como prototipo de paraíso tropical hecho realidad. De los 4.195 cayos e islas que forman el gran archipiélago cubano, 672 pertenecen a los Canarreos, que a su vez se agrupan en cayerías más pequeñas. Los Jardines y Jardinillos se extienden a lo largo de 148 Kms., contabilizándose en total 111 cayos alineados de este a oeste, al seguir la dirección de las grandes corrientes oceánicas que han ido depositando la arena. Esta cayería es rocosa y está formada por isletas largas y estrechas que a veces presentan sus puntas en forma de gancho. Son esencialmente barras que han surgido del fondo del mar gracias a la acumulación de detritus coralinos y arenas depositadas por el viento y el oleaje y después cimentadas gracias al carbonato de cal, sobre estructuras calizas más antiguas. Cayo Largo mide 24 Kms., medidos entre la Punta del Mal Tiempo, al oeste, y su Punta Este. Toda su costa sur presenta una alta y espléndida playa de arenas blancas oolíticas, es decir, de piedra caliza semejante a las huevas de pescado. Es una arena especialmente formada, con la propiedad de que al andar por ella nunca tienes la sensación de pies quemados, se podría decir que es una arena permanentemente fresca. Este enjambre de islas fue escenario propicio para que se desarrollara la piratería pues los parajes sirvieron de seguro refugio a los bandidos del mar. Las islas ofrecen ensenadas, playas, puntas, rocas y arrecifes, muchas facilidades para acechar, sorprender, atacar y escapar. En 1801 recorrió Cuba el sabio alemán Alexander von Humboldt que realizó estudios botánicos y zoológicos de gran trascendencia. Explorando los cayos, dedujo con acierto que esas pequeñas islas coralinas debían tener “por base alguna roca primitiva o volcánica a corta profundidad, a la cual estaban pegadas”.
Naturaleza y descanso Cayo Largo mantiene todavía intacta su naturaleza. La isla ofrece playas vírgenes, una buena infraestructura hotelera y cierta sensación de aislamiento, un buen argumento para disfrutar sin agobios. Nunca hubo ningún núcleo de población fijo, los únicos cubanos con quienes se tropieza el visitante son los trabajadores de las instalaciones, que ahora empiezan a estructurarse socialmente en un incipiente pueblo, con su escuela y su taberna. Lo remoto y aislado de los cayos les ha convertido en verdaderas reservas de la naturaleza de vida salvaje. Las tortugas y las iguanas han encontrado aquí sus refugios, y podemos encontrar colonias de pelícanos, gaviotas y garzas. La vegetación de los cayos la constituye el mangle, el mate de costa y la verdolaga de playa. En las playas no hay esas grandes palmeras tropicales, pero en el interior se pueden contemplar dunas cubiertas de profusa vegetación. Una bonita excursión es acercarse a Cayo Iguana, en la parte norte, una islita donde sólo habitan las iguanas. Al poco rato de saltar de la barca y caminar hacia el interior ya se distinguen los animales, a los que es posible acercarse. Andando con calma, se puede ver uno rodeado por una docena de reptiles y llegar a pensar que se está en un simpático Parque Jurásico; la iguana mira fijamente, parpadea y se va arrastrando su larga cola de gran lagarto en busca de sombra. Aproximadamente viven 350 iguanas, que encuentran aquí un ecosistema apropiado: es el único cayo con cuevas e higos chumbos, su alimento preferido. Playa Sirena, de anchísima franja de arena blanca que contrasta con la variedad de azules, resulta impresionante al atardecer con sus nubes enrojecidas extendidas en bandas. También hay otras playas recomendables, como Lindamar, Blanca, Los Cocos, Tortuga y Luna. Estar en Cayo Largo ayuda a encontrarse a uno mismo. ¿Será un lugar “filosófico”? Puestos a reflexionar, le llegará el momento de elegir tumbarse al sol, practicar deportes o realizar alguna excursión y, ¿olvidarse del mundo tal vez...?
Un jardín submarino Una barrera coralina emergente por tramos, acoge una variada fauna subacuática. Unas gafas, un tubo y unas aletas son suficientes para adentrarse en un mundo silencioso de corales caprichosos y peces de colores. El fondo, cubierto por agua casi transparente, semeja un cristal ligeramente azulado, permiténdonos ver con claridad el maravilloso fondo submarino. Los más variados corales revestidos con toda la gama del arco iris y mezclados con todo un universo de moluscos, equinodermos y foraminíferos, formando un alucinante montículo orgánico, como algunos estudiosos han querido llamar al arrecife. Entre las gorgonias crecen abanicos de color gris-violeta que, gracias a su flexibilidad, son movidos por el vaivén del agua, mientras en el suelo arenoso aparecen estrellas de mar. Un magnífico mundo donde uno puede hacer como estos simpáticos animalillos, relajarse y dejarse llevar.