La edición 39 de la feria de arte contemporáneo Arco Madrid, entre el 26 de febrero y el 1ro. de marzo, cerró sus puertas con un balance muy positivo y un alto ritmo de ventas. Y aunque los visitantes han bajado un siete por ciento, hasta los noventa y tres mil, la crítica considera que ha mejorado en la calidad de las obras y los artistas seleccionados, lo que ha atraído a más coleccionistas nacionales e internacionales.

La bajada de público era de esperar, por el miedo al contagio con el coronavirus, de los que se han confirmado en España más de un centenar de casos. Sin embargo, entre las galerías (209 de 30 países) y coleccionistas invitados no hubo cancelaciones importantes, y el evento 

transcurrió con normalidad.

Tampoco hubo durante la inauguración la tradicional obra política/polémica que suele empañar la jornada y afear la visita de los reyes de España, aunque algunas se robaron los titulares, como la del finlandés Riiko Sakkinen, que ridiculiza con fake news el legado de Francisco Franco (Franco no era tan malo como dicen, galería Forsblom) y unas banderas chilenas en las que Fernando Prats pintó un grafiti con el lema «El violador eres tú» (galería Joan Prats).

 

Diálogos y opening

Con la participación de diez galerías, más de la mitad de ellas llegadas de América, el programa comisariado Diálogos se centró en las prácticas del arte en Latinoamérica. Como de costumbre, en cada espacio se expuso la obra de dos artistas, partiendo de la idea de potenciar un diálogo intergeneracional.

Una de las galerías latinoamericanas que más llamó la atención fue la guatemalteca Proyectos Ultravioleta, que trajo la obra de Hellen Ascoli y Naufus Ramírez-Figueroa. Este «espacio para la experimentación en el arte contemporáneo» recibió el Premio Iberia Diálogos —entregado por primera vez—, y también el XIII Premio illy SustainArt, que reconoció las creaciones de Hellen Ascoli, donde se funden tradiciones textiles y contemporaneidad.

En su trabajo, inspirado en la erupción del Volcán de Fuego, la guatemalteca afincada en Wisconsin rinde homenaje a la figura artesanal de las tejedoras de su país. Cada pieza, elaborada «con base de tela tejida en telar de cintura, algodón, tela encontrada, algodón costurado a mano o sobre ganchos diseñados», responde a nombres de poemas como Donde nos acuclillamos en amor, Mujeres piedra o dónde las piedras cobran vida o A veces el cielo se abre.

Por su parte, Opening, la sección 

dedicada a los proyectos y creadores emergentes, estuvo formada por veintiún galerías de catorce países de África, América y Europa. Un jurado especializado escogió al artista rumano Vlad Nanc˘a, representado por Suprainfinit, como ganador del VI Premio Opening. El galardón, al igual que Iberia Diálogos, recompensa al mejor stand de la sección con la devolución del valor de su espacio en la feria.

Este año es extraña la ausencia en estos programas de galerías cubanas, pues en numerosas ocasiones hemos visto, por ejemplo, a Acacia participando en Diálogos. Se demuestra la importancia de Opening para las jóvenes galerías, pues El Apartamento sigue dejando su impronta en el programa general, y este año se han vuelto a ver fotografías de Leandro Feal y Reynier Leyva Novo, pinturas de Diana Fonseca y un par de esculturas en madera de Orestes Hernández, además de piezas de Alex Hernández, Ariamna Contino, Ezequiel Suárez y Levi Orta. 

También vinieron los del proyecto sociocultural Dedelmu (Detrás del Muro), comisariado por Juan Delgado y conocidos en la Isla por sus intervenciones públicas durante las Bienales de La Habana. En su pabellón destacaban dos Fabelos: uno monocromático, reconocible desde la distancia, y otro en forma de espiral, lleno de color… dos caras de una misma saga: Roberto Fabelo y Gabriel Fabelo Hung. También había piezas de Rachel Valdés, Adonis Flores y Elio Jesús Fonseca, entre otros artistas cubanos.

Esta edición de Arco no se ha dedicado a ningún país, aunque la feria mantuvo el ojo puesto en Latinoamérica, centrando su programa especial en la influencia del cubano Félix González-Torres (1957-1996) en las prácticas artísticas contemporáneas.

It’s just a matter of time/ Es solo cuestión de tiempo fue comisariada por Alejandro Cesarco y Mason Leaver-Yap, con el apoyo de Manuel Segade en el programa discursivo. La integraron dieciséis artistas de diferentes generaciones y países (otra vez fue notoria la ausencia de cubanos), en los que el concepto de influencia «se entiende como un potencial que simultáneamente permite nuevas producciones, así como redefinir otras previas y reflexionar sobre formas de dispersión continuas: cómo la influencia transita a favor y en contra del tiempo». 

Es solo cuestión de tiempo ocupó una parte del Pabellón 7, pero también el centro de Madrid con vallas publicitarias con reproducciones de esa obra, creada por Gonzalez-Torres en 1992: una frase en inglés sobre fondo negro que resume en sí misma la principal característica del artista: decir mucho con casi nada.

Sin embargo, más allá de lo puramente conceptual, el programa no salió bien parado. Fue más ruido que nueces, se podría decir, porque la peculiar forma del cubano de convertir el dolor en arte daba para más que un puñado de globos o letras esparcidos por el suelo, una inmensa hoja de papel con dobleces o un lienzo de tres colores que simulan la esquina donde el artista dejaba sus montañas de caramelos.

Incluso fuera de la sección se podía ver mejor su influencia (o no), como en la instalación del madrileño Álvaro Urbano, donde ante una puerta cerrada se amontaban cartas… o hasta en la propia montaña de caramelos color rosa (Placebo rosa), envueltos en la bandera de España, con la que el guatemalteco Esvin Alarcón le quiso rendir homenaje (a la vez que denunciar la colonización española en América).

Entre las habituales propuestas de los principales diarios españoles destacamos la de El País, muy sobria en color, pero muy profunda en contenido. Solo diez palabras, íntimamente unidas a la política y los medios de comunicación, que se degradan ante los ojos del visitante hasta volatilizarse. «Las palabras son también una forma de arte», confirmaba el artista catalán Antoni Muntadas (residente en Nueva York desde 1971), quien levantó este espacio con la ayuda del arquitecto Juan Herreros.

Como siempre, en Arco hubo de todo: pintura, escultura, instalaciones, fotografía, video, new media, dibujo, grabado y hasta cosas innombrables… firmadas por representantes de las vanguardias históricas, de los clásicos contemporáneos y del arte más actual, aunque cada vez más se evita la apariencia de mercadillo, y se apuesta por programas comisariados o la presentación de uno o dos creadores, para intentar darles una mayor voz y cercanía con el público.

La meca de los grandes maestros de la vanguardia y la modernidad estaba en el stand del madrileño Leandro Navarro, un pequeño museo donde podías encontrar desde un Kandinsky, Miró, Dalí o Tàpies hasta una escultura móvil de Calder, valorada en 1,8 millones. Mientras que en el de la firma neoyorquina Edward Tyler Nahem había obras de Wifredo Lam, Robert Rauschenberg y Roy Lichtenstein, además de un picassiano Retrato de Jacqueline, lo más caro de Arco (6,5 millones), seguida por la gran escultura de Chillida, que llevó la galería suiza Hauser & Wirth (5 millones).

Vimos piezas mucho más decorativas que artísticas, sobre todo entre las que se exponían suspendidas del techo: plantas tropicales, animales exóticos, espectros parlanchines, redes de pescar… e, incluso, absurdas, como mecheros enamorados, muñecas decapitadas, naranjas con ojos, lechugas, coches de arena o una moto futurista con luces de neón. 

Del 24 al 28 de febrero de 2021 Arco celebrará su cumpleaños 40, sin Chile como país invitado como querían sus organizadores, debido a la situación política de la nación latinoamericana; ya trabajan en una alternativa que será anunciada próximamente. De momento, ni coronavirus ni crisis económicas y políticas han podido con una feria que avanza, indetenible, hacia la madurez.