Cristina García Rodero, Ojos de España, ojos del mundo
Es la mejor de España en su oficio, que es un arte entre las artes. En 1996 recibió el Premio Nacional de Fotografía y en 2005 fue distinguida con la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, el mayor reconocimiento del Estado español a las personalidades que descuellan en la creación artística.
Nacida en 1949, en las tierras del legendario Don Quijote, Cristina García Rodero compite con las hazañas del héroe cervantino a lo largo de una incansable labor profesional por los confines del mundo, donde a través del lente fotográfico atrapa lo humano y lo divino oculto en los más mínimos detalles de nuestro tiempo.
Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, desde 1974 impartió clases de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de la capital española, y entre 1983 y 2007 volvió a la Complutense, esa vez como profesora de fotografía en la Facultad de Bellas Artes.
Sus ojos desvelaron al mundo el alma de su pueblo en la primera recopilación de fotos publicada bajo el título España oculta, la más trascendental de sus exposiciones, en la que asoma la visión profunda capaz de descubrir la naturaleza humana escondida en ritos y fiestas tradicionales.
Excelencias ha tenido el privilegio de ofrecer a sus lectores confesiones de vida de esta mujer excepcional.
¿Cómo nació la vocación de Cristina García Rodero por la fotografía?
De niña me parecía que la cámara era un instrumento que hacía magia. Tenía el poder de reproducir los momentos felices. Cuando mi padre fotografiaba a mis hermanos, era pura magia, una caja de sorpresas. La cámara… no sabía cómo eran sus «tripas», pero me emocionaba lo que era capaz de hacer.
Creo que fue encontrar el tema lo que me convirtió en fotógrafa y reportera. Nuestras fiestas, ritos y tradiciones e ir descubriendo poco a poco a España.
¿Cuál fue tu principal problema a la hora de encauzar la profesión?
Descubrir qué era el reportaje, la fotografía. En mi época no habían escuelas de fotografía, por lo que el aprendizaje fue lento, pero considero que cuando lo haces todo, o desfalleces y lo dejas, o la vocación se acentúa; tomas decisiones y determinaciones importantes. Poco a poco fui dejando la pintura. Si la fotografía se ha implantado en mi vida de una manera tan fuerte y rotunda se debe a que es una técnica que me permite ser mucho más eficaz con lo que quiero contar.
¿Cómo ves hoy en día el mundo de la fotografía?
Desde un aspecto técnico todo lo nuevo, es decir, el tema digital ayuda mucho al fotógrafo, quizás demasiado, quizás hay excesivas facilidades. Si la fotografía no ha tenido desde el principio más reconocimiento es porque todo el que tiene una cámara cree que puede hacer buenas fotos o que no es el fotógrafo quien hace la foto, sino la buena cámara. El que haya un instrumento mecánico para ello siempre le quita importancia al autor. A medida que ese medio técnico está al alcance de todo el mundo, será más difícil valorar a los fotógrafos. Se apreciará más a quienes tienen una buena obra y son originales.
¿Te gustaba fijarte en algún fotógrafo en la primera etapa de tu carrera?
Fui autodidacta. Cuando tenía 20 años descubrí a Irving Penn, a Richard Avedon, pero lo que yo hacía eran, sobre todo, retratos. Siempre tuve un interés por las personas. A mí la que de verdad me conmovió y admiré fue Diane Arbus. Es la mujer que más me ha golpeado en el corazón.
Diane Arbus fue una mujer que transmitía mucho dolor en sus obras. ¿Consideras que sois como el ying y yang en la fotografía?
Creo que era una mujer con mucho dolor en la vida, con una gran desesperanza. Se ve en sus obras. Me parece que la mejor forma de definirla es «contar todo con lo mínimo». Como un retrato, unos labios abiertos, como su obra La puertorriqueña. Creo que se desencantó ante la vida. Yo todavía tengo muchas esperanzas, quizás posea un carácter más optimista o más alegre porque he nacido en España, donde sabemos muy bien cómo sobrellevar las penas, hablando, comiendo con un sol maravilloso. Considero que la diferencia entre nosotras es realmente que ella sufrió mucho.
¿Cuál ha sido el mayor desafío en tu trayectoria?
Dedicarme a lo que me gusta, primero a la pintura y luego a la fotografía. Tener una vocación temprana, las ideas claras, ha sido lo mejor que me ha podido pasar. Cuando empecé con lo que después sería España oculta no sabía a dónde iba a ir, qué iba a ser de mi vida, pero conforme empecé
a trabajar dije: el tiempo que sea necesario para recopilar todo esto, porque esto lo tienen que conocer. Lo más importante es saber qué decisiones tomar en la vida y que sean las adecuadas.
¿Cómo se sentía una autodidacta impartiendo clases?
Fue horrible. No existían buenos libros de fotografía, entonces recuerdo que me acostaba con varios libros. Había uno que era enorme, enorme y ponérmelo encima de las rodillas era horroroso. El hecho de no tener un buen libro hacía que mirara en varios, consultara y preparase mis lecciones a mi manera. Fue muy difícil. No tuve ninguna formación en fotografía por lo que fue muy costoso y no solo eso. Con lo tímida que he sido toda mi vida, hablar en público para mí era un sufrimiento. Pero al final he sido profesora durante 30 años, primero en la Escuela de Arte y Oficios y posteriormente en la Facultad de Bellas Artes.
¿En qué proyecto te encaminas ahora?
Llevo mucho tiempo con un trabajo que he titulado Entre el cielo y la tierra. No sé si será ese el título final. Llevo 20 años con él y no sé si alguna vez terminaré. Voy a los lugares buscando alguna que otra fotografía para el libro y el problema es que acabo enamorándome de los países a los que voy y nunca termino.
¿Cuándo terminarás este libro?
Quizás podría estar terminado ya. Si no encuentro la forma de exponerlo y el lugar de hacerlo, seguirá esperando.
¿Cómo te sientes siendo la primera fotógrafa española en entrar a la prestigiosa agencia Magnum?
Sinceramente no lo sé, nunca fue mi deseo. Pero cuando me dijeron «deberías entrar en Magnum» pensé que era la forma de estar rodeada de gigantes, de grandes creadores, expertos en fotografía con los cuales poder intercambiar ideas. Son personas con una gran cultura de la imagen y con una gran obra. Quiero estar con ellos y que mi trabajo no se pierda. No sé lo que pasará en el futuro. He dedicado mi vida a trabajar y a trabajar. Quizás también una parte importante era darle mi archivo a Magnum, el que ellos lo puedan seguir manteniendo vivo, como ha pasado con otros compañeros que llevan 40 años fallecidos, pero gracias a Magnum su trabajo sigue vivo.
¿Y el Premio Planeta?
Para mí significó sobre todo reconocimiento, pero también dinero para poder continuar. El 95 % del trabajo hecho en estos 40 años me lo he financiado yo. Significó una alegría poder continuar con mis proyectos en mejores condiciones