Centro económico-productivo de Cuba
la Habana, como casi todas las ciudades levantadas por la humanidad desde que es humanidad, tiene un origen económico. El conquistador Sebastián Ocampo, a quien se debe el primer nombre del lugar —puerto Carena, pues allí pudo arreglar sus naos— defendió las virtudes del sitio como sede naviera: puerto, astillero por los bosques de árboles preciosos que la rodeaban, y enclave comercial en el previsible tránsito hacia Europa en los años que venían. Expuso además que sus lomas podían ofrecer los materiales pétreos que se requerían para la construcción de la villa y sus fortalezas militares.
A fines del siglo XVIII se había convertido en una gran plaza comercial que abastecía a España de todo el azúcar, además de exportar otras mercaderías como cera, cuero, café y tabaco, mientras que su puerto siempre andaba rebosado de galeotes y flotas enteras procedentes de la metrópoli, por lo que parte de las riquezas que trasegaban permanecieron aquí.
«La Habana es ciudad y lo demás es campo» era una frase sarcástica que se usaba para referirse al gran desarrollo que tenía la cabecera de la nación y la pobreza que campeaba en el resto de Cuba, excepto algunas ciudades de las provincias.
En su viaje en marzo de 1960, junto a Simone de Beauvoir, el mismo Jean-Paul Sartre destacó la modernidad de la urbe, con sus altos edificios —a los que llamó rascacielos— y su gran empuje industrial y en el sector de los servicios.
La triunfante Revolución cubana de 1959 se propuso cambiar las cosas hechas en los 450 años anteriores e impulsar el desarrollo económico y social del llamado «interior» del país.
Graziella Pogolotti, entre las más relevantes intelectuales contemporáneas, recordaba días atrás que para revertir aquella situación se emprendieron dos acciones paralelas: una, dar prioridad al progreso de ciudades y poblados del resto de la Isla; y otra, formular, con la participación de los arquitectos más destacados de entonces, el proyecto de plan director de la capital.
Mucho se avanzó en el primer objetivo, aunque no tanto en el segundo, pero una y otra estrategias fueron detenidas por la severa crisis económica de los años 90 del pasado siglo, etapa conocida como «Período especial». Sin embargo, La Habana —con o sin crisis— continúa siendo el centro económico-productivo de Cuba, además de ser su principal eje cultural y social, como debe ser.
BREVE PERFIL ECONÓMICO
Limitado por viejos problemas estructurales de escala nacional que no se resuelven, pero sobre todo por el férreo bloqueo que en todos los órdenes impone el gobierno de Estados Unidos al pueblo cubano, el desempeño económico habanero es sumamente complejo... y, a la vez, promisorio.
En la provincia están representadas todas las actividades económicas, con predominio de los sectores, industria, turismo, comercio, transporte, administración y servicios.
La producción mercantil local ronda el tercio del Producto Interno Bruto (PIB) de la República, que en 2018 alcanzó sobre los 100 000 millones de pesos (al cambio oficial, un peso es igual a un dólar estadounidense).
Al cierre de julio pasado, la productividad en el sistema empresarial metropolitano ascendió a 14 642,8 pesos por trabajador, 3,8% por encima de lo planificado debido al decrecimiento de los trabajadores promedios y al sobrecumplimiento del Valor Agregado Bruto (VAB).
Como regla, en la última década la ciudad rebasa las metas de producción mercantil y las ventas netas, además de que sus presupuestos anuales son generalmente superavitarios, lo que le ha permitido no ser parte del «recalentamiento» de las arcas centrales del Estado, bastante tensas en el último trienio por los abultados déficits fiscales que acumula.
OPORTUNIDADES DE NEGOCIOS
La Cartera de Oportunidades de la Inversión Extranjera 2018-2019, dada a conocer en la Feria Internacional de La Habana del pasado año (FIHAV), incluyó 525 proyectos por un monto de inversión total superior a los 11 600 millones de dólares. Fueron 69 propuestas más que las del año que le antecedió, aunque en realidad se incorporaron 168 nuevas iniciativas de inversión extranjera directa (IED), pues 104 presentadas en 2017 se concretaron, cambiaron de alcance o estaban en negociación.
La Cartera 2018-2019 excluyó de la distribución territorial 112 proyectos cuyos asentamientos quedaron a definir durante los procesos de negociación con las contrapartes foráneas; no obstante, de los propuestos para cada provincia, a La Habana correspondieron 85 emprendimientos (el 20,6% del total) por un valor superior a los 1 350 millones de dólares en nueve de los 16 sectores que impulsan la IED a través de la Cartera de Oportunidades.
La atracción de inversión extranjera en La Habana tiene entre sus guías la captación de capitales frescos, tecnologías, conocimientos y mercados, pero en un contexto donde los emprendimientos sean amigables con la naturaleza y generen riquezas en base a los últimos avances de la ciencia, como la nanotecnología, que es uno de los proyectos de la Cartera de Oportunidades para la ciudad.
La capital también insiste mucho en el turismo, así que el dossier para las y los inversionistas extranjeros promueve 43 iniciativas en este ámbito, incluyendo el turismo de salud. Según la estrategia hasta 2030, La Habana prevé dotarse en el período de 5 000 nuevas habitaciones y otras 6 000 remodeladas, además de un gran apogeo inversionista en el área extrahotelera.
La economía citadina en 2019 ha estado signada por grandes inversiones en obras sociales y de infraestructura, como las vinculadas a los sectores de la vivienda, salud pública, deporte, educación, transporte, y agua, saneamiento y medioambiente, además de otras relacionadas con «El 500».
La Habana se aproxima al medio milenio más hermosa que siempre. Y no son afeites. Muchas obras resultan nuevas, pero en otras —la mayoría— los trabajos de restauración llegaron hasta el «esqueleto» para de ahí empezarlas a cubrir con «vestido de estreno», incluso a algunas con hilos y capas de oro puro de 24 quilates, como la cúpula y la linterna del Capitolio Nacional.