Un oficio de la Luz
Nacidos en el renacimiento europeo, los vitrales llegaron a Cuba durante la colonia y tuvieron su momento de mayor esplendor en el siglo XX. hoy sólo se utilizan como forma pictórica
Cuando hacia el siglo XII el desarrollo arquitectónico europeo propició el nacimiento del sostén de techos y bóvedas de crucería y por ende un espacio mayor entre arcos, ¿con qué llenarlo? fue la pregunta que cayó por sí sola.
Justo allí, donde por siglos se había dibujado sobre el muro o la madera, ahora estaba el espacio dejado por los arcos ojivales. Desaprovecharlo era como desaprovechar al mismísimo cielo, después de tantos siglos de simularlo sobre el lienzo. Pero, pintar sobre él, era tarea menos que imposible, no apta para humanos. ¿Por qué no hacerlo entonces sobre vidrio?
La ilusión última de todo feligrés y de todo misterio podía al fin realizarse en un material cuya tecnología también había evolucionado por entonces. Y, por si fuera poco, impedía en el invierno la ventisca y en el verano la lluvia, pero nunca la luz. Surgían así, de la necesidad y el espíritu, los vitrales.
En Cuba, los orígenes del género no se pueden relacionar con el vitral propiamente dicho, sino con las vidrieras de los arcos de mediopunto. Hasta fines del siglo XVIII e inicios del siguiente, no se hizo manifiesta esta modalidad de vitral. Como en la Europa medieval, primero tuvo que darse el arco, para que después se diera la vidriera.
A falta, por entonces, de un real desarrollo pictórico en la Colonia, y dadas las restricciones al uso en lo que respecta al arte figurativo y el carácter utilitario de la nueva función a acometer por las vidrieras, es de comprender que los motivos primeros en ornarlas fueran geométricos y simples.
Por idéntica razón, la vidriera de medio punto cubana no precisó del emplomado, técnica que se sustituyó por el de la madera ranurada. De esta forma, la geometría característica derivada de tales ornamentos, devino patrón a seguir, y en el cual el acento plástico concedió más fuerza al color que al dibujo.
No obstante, con el nacimiento de la República en el siglo XX, la luz se vio reiterada, cuando no sustituida, por una concepción del vitral más homologable con la europea en cuanto a forma, técnica y temáticas. El paso de la vidriera de mediopunto al vitral propiamente dicho, se producirá justo con el paso del palacete y la quinta suburbana coloniales al palacete o la casa-quinta republicanas. Así, el vitral cubano posicionado en su nacimiento fundamentalmente en La Habana Vieja y algunas construcciones de Centro Habana y el Cerro, invadió los espacios arquitectónicos de nuevas barriadas emergentes como el Vedado.
El vitral que se producirá a partir de entonces por espacio de treinta o más años, será en lo fundamental un producto importado de Europa. Así lo atestigua la más importante iglesia de estilo gótico de Cuba, la levantada en la calle Reina, en Centro Habana, e inaugurada el 3 de mayo de 1923. En correspondencia con su estilo, hizo buen uso del vitral, incorporando en su diseño un total de 169 obras: 33 grandes y 136 pequeñas. Otro tanto sucedió con la vidriería del palacete de 17 entre D y E (actual Museo de Artes Decorativas), en el Vedado, dado su estilo versallesco.
Ya para entonces, fueron apareciendo en el país talleres dedicados a la concepción, realización y comercialización de vidrieras y vitrales, en particular, en La Habana. Uno de los más importantes fue la Casa Martí-Ballesteros, propiedad de Martí y Francisco Ballesteros, naturales de Cataluña. Su buen trabajo en tales menesteres desde inicios de la década del 20 del pasado siglo, les permitió tomar la contrata para los vitrales del Capitolio Nacional (1929).
A diferencia de la vidriera de medio punto colonial, el vitral republicano obró sobre un espectro mayor de tipologías constructivas, en particular, sobre aquellas relacionadas con la arquitectura civil llamada a asumir los valores de representatividad social de la nueva burguesía, preferentemente en hoteles, bancos, edificios estatales y, sobre todo, palacetes particulares. Asimismo, amplió de manera significativa su presencia en la arquitectura de función religiosa y la asociada a servicios fúnebres.
En cuanto a los asuntos o motivos artísticos de estos vitrales, son de mencionar como los más constantes, los paisajísticos, los heráldicos, los históricos y los religiosos. Una diferencia esencial entre estos dos últimos asuntos: la ubicación. Si los históricos se ubicaban casi siempre en casas particulares, edificios públicos y oficinas comerciales; los religiosos tenían por supuesto, al templo, el convento y el panteón, como los espacios adecuados para su inserción funcional y artística.
Ya en los años ´50 con el auge económico de la burguesía criolla se impondrán nuevos hábitos de vida, modas y gustos entre las clases acomodadas y ricas del país. Al sueño americano le sigue el modo de vida americano. Y la forma primera de asumirse tales cambios vendrá dada por la introducción de los nuevos códigos arquitectónicos y plásticos. En consecuencia, ni la vidriera de medio punto ni el vitral serán ya dominantes en los nuevos ambientes interiores.
Así, aunque hubo cierta tendencia a recuperar los valores de la arquitectura colonial, ésta se verá superada por la asimilación de los códigos arquitectónicos provenientes de los países desarrollados.
El palacete republicano cederá ante las líneas funcionalistas de la arquitectura llamada «moderna», tanto como el vitral a las formas geométricas puras y simples. En la impronta de la nueva estética abstracta, ya sin el arco de medio punto, se harán irrelevantes los vitrales, dado el hecho de que en toda interrelación espacial predominará el cristal transparente o de color.
Así, la luz perderá uno de sus oficios, para quedar en tierra de nadie, donde tienen su reino la puerta o ventana corrediza de cristal o el fragmentado espacio de la importada persiana Miami.
De la pasada gloria del vitral sólo se hablará en las artes plásticas. Nombres ilustres como los de Mirta Cerra, René Portocarrero y Amelia Peláez, entre otros, harán de la vidriera de medio punto motivo esencial de sus respectivas poéticas visuales, con lo que contribuirán a su revalorización posterior durante los años de la Revolución, conjugando arte y decoración. Mientras que del vitral republicano quedará lo que del ya antaño palacete, la pica del tiempo y la actitud indolente hacia la belleza no destruyeron.