Con aires de JAZZ
Ya se sabe lo que representó el llamado «Cuban tinge» para el jazz y, en general, la industria del espectáculo en los Estados Unidos una vez que allá descubrieron el espíritu rumboso de El manicero, la sensualidad melódica de Aquellos ojos verdes, y la polirritmia de las tumbadoras en las manos de Chano Pozo, el gran conguero cubano que impresionó al trompetista Dizzy Gillespie en los días del alumbramiento del bebop en Nueva York.
De Cuba también se admira, en Estados Unidos y el mundo, las contribuciones a la pianística del género aportadas por Chucho Valdés, las orquestaciones de Chico O' Farrill, el toque distinguido del contrabajista Israel Cachao López y la maestría en las congas de Mongo Santamaría.
La magnitud de la huella de la mayor de las islas antillanas ha adquirido entidad propia, al punto que la crítica, la academia y el público se han puesto de acuerdo para establecer una zona llamada jazz afrocubano.
Pero no hay que olvidar a un pionero de la dimensión de Juan Tizol. Este puertorriqueño, nacido en San Juan en 1900 y fallecido en California en 1984, se formó como trombonista en la Banda Municipal de su ciudad natal y se trasladó a Estados Unidos a los 20 años de edad.
Allí alternó por largo tiempo con las bandas de Duke Ellington y Harry James. Fue el Duke, con su impronta creativa, quien lo estimuló a desarrollar su talento como compositor y a escribir para su orquesta una pieza que se considera un clásico del jazz latino, Caravan, que influyó posteriormente en las concepciones de esa zona del género y hasta en el propio Gillespie, quien confesó que su célebre Night in Tunisia tenía la huella de Tizol.
La presencia de creadores de las tierras del Caribe hispano a la actualidad jazzística está lejos de circunscribirse a la innegable incidencia de los maestros de la percusión, altamente valorados por las formaciones norteamericanas.
Quizá sea en el piano donde se encuentren los más establecidos y reconocidos íconos internacionales: el dominicano Michel Camilo y el panameño Danilo Pérez. De rigurosa educación clásica, Camilo sorprendió a muchos cuando un tema suyo, Why Not, que transpiraba una mezcla exultante de pop, rock y jazz, se alzó en 1963 con un Grammy en la versión del grupo Manhattan Transfer.
Pero ha sido su capacidad improvisatoria puesta al servicio de su legado latino lo que le ha dado nombradía global. En sus más recientes búsquedas se ha dedicado a explorar la convergencia con el flamenco, a partir de su colaboración con Tomatito. El ángulo virtuoso, y a la vez, intelectualmente especulativo, lo pone Danilo Pérez, quien con apenas 40 años de edad clasifica como uno de los pianistas más apreciados por la crítica en los propios Estados Unidos. En 1996 marcó la diferencia con el disco Paramonk, obvia referencia al gran jazzista norteamericano Thelonius Monk.
Vale aclarar que no necesariamente hay que acudir a los circuitos norteamericanos de jazz para descubrir y disfrutar de las maravillas de los músicos del Caribe hispano. En República Dominicana, Puerto Rico y Cuba se organizan cada año festivales internacionales de jazz que muestran el potencial de las islas.