Todo viaje encierra aventura, y en un Peugeot 206 se puede disfrutar a plenitud la ingeniería aplicada al automóvil. Salimos de Ciudad de La Habana una mañana rumbo al Oeste con el sol colgado a la espalda. Fácil de manejar, este “pequeño gigante” de la Marca del León, devora los kilómetros de la Autopista Nacional con la avidez de un carro mayor.

A pesar de tener un motor de gasolina de poco más de un litro (solo 1 100 cc), el cachorro más pequeño que hoy viene a Cuba (el modelo 106 ya se retiró de las líneas de producción) se mueve con rapidez y si bien no tiene la aceleración de los grandes, la caja de velocidad con una multiplicación más larga le permite viajar a 150 Km/h sin sofocarse.

Con alrededor de 60 000 Km de camino, y calzado con Michelin, se rentó este auto de Vía (Rent Car Vía) para el Viaje de Prueba donde examinaríamos tanto los neumáticos como el carro. Ante todo hay que decir que se mantiene en forma y rueda estable aun a esta velocidad. Por eso lo forzamos un poco más, para frisar los 160 sin llegar ni mantenerse más allá de 155 Km/h. ¿Qué más podemos pedirle? Aflojamos para detenernos en Las Barrigonas, una cafetería que toma el nombre de las conocidas palmas que crecen en esta región del país. En el curso de esta fuerte prueba, la temperatura del motor se mantuvo estable, en su rango normal, o sea 90° Celsius, lo que denotaba que iba fresco.

Tras conseguir calificación de sobresaliente en el examen de velocidad pura, nuestro 206 espera por retos mayores mientras trazamos el rumbo entre sorbos de guarapo. Vamos a cruzar la cordillera de Los Órganos, por Viñales, en Pinar del Río.

El Valle de Viñales es un destino turístico famoso en todo el mundo. Antes de llegar a la capital provincial, giramos hacia el Norte por una carretera que suele parecer angosta tras salir de la Autopista. Comenzamos a subir el camino ondulado que va presagiando alturas mucho mayores. Allí hay que olvidarse de 5ta para viajar todo el tiempo en 4ta y a menudo desarrollar una larga 3ra. Las curvas se hacen más cerradas y pasar algún otro vehículo resulta una verdadera hazaña.

Pero nuestro 206 trepó el lomerío con un vigor desconcertante si consideramos el tamaño de su motor. A esta altura también dejamos de andar en 4ta, y a menudo subimos en 3ra, o para pasar utilizamos alguna rápida y acelerada 2da. Un gigantesco ómnibus de turismo, tipo Marco Polo (con motor Mercedes-Benz), se hizo difícil de rebasar. Potente, escalaba las lomas con un abanico interminable de cambios de velocidades. Al coronar una altura que termina en una curva muy pronunciada, donde casi hay que parar, descubrimos una recta de menos de 300 metros de longitud. ¡Era nuestra oportunidad de pasar!

Saltó literalmente hacia delante el Peugeot: 1ra, 2da y 3ra. Rápidos cambios, uno detrás del otro, hasta 4 500 rpm cada uno, para cruzar raudos y veloces la pequeña recta a más de 80 Km/h y dejar atrás la mole cargada de pasajeros. Pudimos llevarlo más lejos, a 5 000 rpm, pero se “estira” demasiado el cambio con esta caja de velocidades. Resultó mejor manejar de esta forma, que apenas cae 1 000 rpm entre los cambios y responde muy bien: se siente que “tira” hacia delante en cada cambio de velocidad. Del hotel Los Jazmines, encaramado sobre una de las lomas más altas, se ve el valle. Almuerzo y contemplación del paisaje, que engrandece el espíritu y fortalecen cuerpo y alma. Desde aquí los mogotes semejan enormes pedruscos colocados por un cíclope, cuyos conocimientos de arte y estética están a la vista. De telón de fondo, el verde intenso y tupido de la serranía. Y más alto, como un dosel, el cielo.

Bajamos al valle por caminos torcidos en una larga frenada que hizo protestar al 206 con el sonido típico del aviso que indicó que estaba más allá de sus posibilidades. Lo ayudamos con la caja de velocidades y el motor, lo cual alivió tensiones y disipó la preocupación. En las curvas agudas, la tracción delantera mostró sus innegables ventajas. Detrás, el sistema de barra fija no lo deja irse y dibujaba, cada vez que doblábamos, una perfecta simetría. Y todo ello apoyado por los excelentes neumáticos Michelin que llevamos, lo cual brinda seguridad y alto desempeño al vehículo.

En la llanura del valle, las paredes de pizarra carmelita rodean el entorno y contrastan con el verde particular de las vegas de tabaco. Al Noroeste, en una de las ensenadas más románticas, está el Mural de la Prehistoria, pintado sobre la roca viva, en franco desafío al tiempo, la cordura y el sentido común, pero en su estilo más bravo de permanencia y rodeado del hálito de aquello que perdura.

Por acá se fundó, hace casi 400 años (1607), el entonces municipio de Viñales, que no era más que un pintoresco corral de ganado vacuno. Probablemente los animales del Mural son los abuelos lejanos del toro más conocido de la zona, que asombra a turistas y visitantes con sus mañas de bien amaestrado. A todas partes llegamos en nuestro Peugeot, que recorrió cada rincón para hacernos disfrutar de este viaje maravilloso. Al atardecer retomamos el camino de las lomas para volver a cruzar la cordillera, esta vez con rumbo Sur, en un retorno que suele parecer más corto. Decidimos pernoctar en la ciudad de Pinar del Río, pues el cansancio acechaba y no era recomendable tomar la Autopista, donde seguramente nos atraparía la noche.

A la mañana siguiente revisamos el auto y el motor para emprender el regreso a la capital. Todo bien. Los neumáticos tenían la presión exacta. Abastecimos de gasolina especial y... carretera.

A pesar de la recia prueba, el consumo de combustible no fue alto. Evidentemente puede catalogarse de un auto económico. En trayectos montañosos hizo entre 9 y 11 Km/l, mientras que en la ciudad 10/12. Durante la prueba en carretera, a velocidades entre 100 y 120 Km/h, caminó 14 kilómetros por litro.

Sin embargo, al subir la velocidad a 130 Km/h o un poco más, el consumo osciló entre 8 y 10 Km/l. Siempre viajamos con aire acondicionado puesto, que aumenta el gasto de combustible y le resta potencia al carro. Por eso, de regreso, no pasamos de 120 Km/h. Y arribamos a casa sin ninguna dificultad.