Portugal
LA tradición marinera y el gusto por el mar y las aventuras, impulsó a esta nación a los descubrimientos. El diseño de las rutas marítimas, tanto al Occidente, como al Oriente, y la conquista de botines en Africa, la India y Brasil, enriquecieron sus arcas reales. La herencia es hoy bien evidente en su riqueza arquitectónica, considerada por la UNESCO, Patrimonio de la Humanidad, y en la idiosincracia de su pueblo, dispuesto siempre a compartir una cena, una copa, un relato o una canción con los forasteros sin perder la calma que lo caracteriza , al más puro estilo de vida portugués.
Situado en el extremo más occidental de la Península Ibérica, Portugal ofrece como destino turístico, un colorido abanico de posibilidades en un espacio relativamente pequeño. Con un área de 89.000 km cuadrados y una densidad poblacional de 10 millones de habitantes, aproximadamente, es un país que se puede atravesar de un extremo a otro en sólo un día, pero tan diferente y rico en su geografía y como en su cultura : el turista podrá disfrutar de playas, montañas, antiguos palacios, modernos bulevares, bosques , viñedos, colinas , islas, museos, valles, rios, discotecas, conventos, arenales vírgenes, movimentadas ciudades,... todo de una sola vez.
Toda esa riqueza está presente en su espléndida y variada culinaria, en especial en sus vinos, uno de los mayores tesoros de esta tierra bañada por dos importantes ríos: O Douro (El Duero) y O Tejo (El Tajo). Frecuentar los restaurantes y cafés de sus riberas, tanto en la ciudad de Porto al norte, como en su capital Lisboa, es una experiencia llena de magia y encanto. Saborear un queso de Serra derretido o de Azeitão, acompañados por un magnífico vino tinto de Alentejo o de Douro; provar una de las 365 maneras de hacer el bacalao, plato favorito portugués; comer una cataplana o guiso de mariscos, acompañada por un vino verde de Minho frío, o de un plato de almejas a Bulhão-Pato en cualquier restaurante costero; catar los vinos añejos de Oporto, mientras nos deleitamos con un pastel de nata, en una pastelería típica y antigüa, como es la situada en Belem, en Lisboa; o un Moscatel de Setúbal, uno de los más famosos vinos de sobremesa, es rigurosamente a no perder.
Calles adoquinadas y estrechas, iluminadas por farolas coloniales, castillos de cuentos de hadas, monasterios, casas señoriales conocidas como pousadas, nos transportan en el tiempo. Tesoros arquitectónicos que van desde el Barroco hasta la contemporaniedad, le ofrecen al visitante innumerables opciones de alojamiento: El Palacio de Seteais, en Sintra; El Vintage House Hotel, en la ciudad de Porto; El Farol Design Hotel, en Cascais; La Quinta de las Lágrimas en Coimbra, Beiras, escenario de la trágica historia de amor del rey Pedro e Inés, versión real portuguesa de Romeo y Julieta; Las pousadas de estilo medieval de Estremadura en Alentejo y Òbidos,...
Disfrutar de una estancia en uno de estos lugares, o presenciar una noche de fados -canción típica portuguesa-_en una humilde tasca de barrio, nos acercan al Romanticismo de este pueblo, expresado en la término Saudade, mezcla de la más triste y esperanzadora melancolía que jamás se sintió. Su clima, unión perfecta mediterránica y continental, permite el disfrute del sol, y de más de 850 kilómetros de costas, playas y arenales vírgenes. Para los amantes de la Islas: Los Azores y La Madeira, ofrecen paisajes de gran belleza selvática e imprevistas aventuras como ver ballenas en su habitad y nadar con los delfines. Y si de aventuras se trata, no sólo encontraremos montañas para escalar y excursiones para admirar la variada flora y fauna en los Parques Naturales de Montesinho, o de Peneda-Gerês, o de la Sierra de la Arrábida; sino podremos practicar esquí en la Serra de la Estrella y deportes naúticos como el Surf y la Vela en el magnífico oleaje que ofrece la costa Atlántica, especialmente en Guincho y en Ericeira. Podremos , además disfrutar de estupendos greens para practicar golf, una de las principales atracciones de la playa D`Rei en Òbidos , en el Parque Nacional de la Ría Formosa; en la Quinta del Lago, y en Vilamoura en Algarve.
Por último, los adeptos al Fútbol, disfrutarán, no sólo de innolvidables espectáculos del deporte rey, sino que podrán admirar los mejores estadios de Europa y del Mundo, legado del Campeonato Europeo de 2004, del que Portugal fue sede.
Con frecuencia, Lisboa y Porto, se convierten en capitales culturales al servir de escenarios a Festivales Internacionales de Música y de innumerables eventos artísticos. El fado, el folclor, el jazz, el rock, la impresionante mezcla de ritmos africanos y latinos, protagonizan auditorios, conciertos y bailables en animadas discotecas abiertas hasta la madrugada: Lux o Kapital en Lisboa; Estado Novo en Matosinhos e Urban Sound o Act en Porto, son de las mejores. Las fiestas tradicionales y religiosas, amenizan el día a dia de este pueblo que cultiva y aprecia desde piezas de teatro y artes plásticas contemporáneas, hasta los poetas épicos, como Luis de Camões, pasando por el modernista Fernando Pesssoa y el premio Nobel de Literatura, José Saramago. De todas formas, su más precioso patrimonio cultural, reside en su arquitectura: edificios vernáculos revestidos de azulejos azules, típicos del país, contrastan con los novedosos diseños.
Verdaderos recintos museables que atesoran los más valioso de la cultura europea, portuguesa, africana, indiana, ...son sus palacios, antigüas residencias reales: Palacio Nacional de Ayuda, y el Castillo de San Jorge, en Lisboa, el Palacio de Queluz, el Romántico Palacio de Pena, en Sintra; y en Porto, Guimarães, el Castillo donde nació el primer rei y el Palacio de los Duques de Braganza. El convento del Cristo , en Tomar, el Convento barroco de Mafra con su espléndida biblioteca, la Iglesia de Fátima y la del Bom Jesus en Braga, son monumentos religiosos a visitar.
En Lisboa, museos como el de Arte Antigüa, el Calouste Gulbenkian y el Centro de Arte Moderno, son exponentes de la rica mezcla de culturas y del arte europeo, africano y oriental ; luego, monumentos como la Torre de Belem y el Monasterio de los Jerónimos, verdaderas joyas del arte manuelino, más el mirador del Padrón de los descubrimientos, desde donde podemos disfrutar de una de las más bellas vistas de la ciudad; nos trasladan a los siglos XV y XVI, era de los navegantes, contrastando con la modernidad del Centro Cultural de Belém, escenario de las artes contemporáneas y con la más reciente Casa de la Música, en Porto.
Si vamos de compras, nuevamente presenciamos esta mistura de estilos, pues el turista podrá encontrar desde la más tradicional artesanía, expresada en encajes, artículos de cuero, cerámicas, cubertería, alfombras, oros y joyas, en las zonas históricas de las ciudades, como es la Baixa lisboeta y Barrio Alto, hasta la moda contemporánea en los más grandes y modernos centros comerciales europeos, como es el Centro Comercial Colombo, en Lisboa. Es así como nos recibe un pueblo que mirando hacia el mar con nostalgia, parece estar siempre dispuesto a emprender nuevos viajes y a conocer otras civilizaciones y costumbre.
Saborear un queso de Serra derretido,acompañado por un magnífico vino tinto de Alentejo o de Douro; probar una de las 365 maneras de hacer el bacalao,comer una cataplana o guiso de ariscos,acompañada por un vino verde de Minho es una auténica delicia.
En Lisboa, museos como el de Arte Antigüa, el Calouste Gulbenkian y el Centro de Arte Moderno, son exponentes de la rica mezcla de culturas y del arte europeo, africano y oriental ; luego, monumentos como la Torre de Belem y el Monasterio de los Jerónimos, verdaderas joyas del arte manuelino.