Un accidente laboral había privado de la visión a su anterior dueño, un administrador de la fábrica del popular Ron Arrechabala, imposibilitándole así la conducción del auto.  Hoy no resulta claro si la familia continuó usando de manera esporádica el vehículo, pero lo cierto es que terminó en el garaje de la casa, por más de tres décadas.  Ya al final de los años noventa, su viuda decide deshacerse del hermoso Fairlane y comienza a intentar su venta.  Amigos comunes le avisaron a Bernal de la oportunidad del bello automóvil el cual, a pesar de evidentes huellas del tiempo, apenas había sido usado.

Cuando a un amante del automovilismo se le presenta una oportunidad así, la valora de inmediato.  Encontrar autos con más de cincuenta años, su línea conservada por no haber tenido accidentes, todos sus vidrios originales, hasta los pequeños detalles de fábrica, es un verdadero azar, y aunque hemos reseñado historias así en el pasado, tampoco son el pan nuestro de cada día.

Con los años Bernal ha restaurado por completo su Ford Fairlane 500, devolviéndole el glamour de sus años mozos.  Como tantos dueños de este tipo de autos en Cuba, asegura haberlo desarmado “hasta el último tornillo” y  reconstruido todo cuanto fue necesario.  Lo cierto es que hoy el vehículo exhibe una inmejorable presencia y una imagen fiel a la original de fábrica.  Se ha inscrito en el Club de Automóviles de La Habana y participa con él en numerosas actividades donde llama la atención de todos.

Texto y fotos: Jorge Esténger Wong