El binomio religiones y alimentos es esencial en la azarosa ruta de cultura y tradición que permitió a los humanos conducirse hasta la contemporaneidad. Al igual que cualquiera de nuestros hábitos, lo que consumimos está condimentado de elevadas proporciones de filosofía, de mística, de creencias. La popular y globalizada Coca-Cola ofende a los mormones, quienes acusan a la cafeína de alterar el templo del alma que es el organismo. Los hindúes tienen prohibido consumir carne de vaca. Rechazan, incluso, los cubiertos que la hayan rozado. Los taoístas no comen el tan codiciado y universal pan, porque los gusanos se alimentan donde se recoge el grano. El Viejo Testamento prohíbe a los judíos ingerir tocinos. Los Hare krishanas se privan de los encurtidos porque argumentan que el fermentar conlleva a la ignorancia. Los Shiks ven en las vacas animales sagrados. Los budistas rechazan el tocino y la carne vacuna por compasión con los seres vivientes. Los monjes rusos y los griegos ortodoxos participan del sufrimiento de Jesús dejando de ingerir lácteos, carne vacuna y de cerdo los lunes, miércoles y viernes. El cerdo está mal mirado también por los adventistas del séptimo día. En tiempos de luto, los zoroastristas repelen la carne de cerdo y la vacuna para hacer honor a Ram, Bahamas y Gosh. Los musulmanes no prueban carne vacuna, salvo que el animal se haya sacrificado en nombre de Allah… La lista es algo extensa, aunque para nada marca el final de las prohibiciones a las que se someten los seres humanos por “sagrada” voluntad. Más bien pudiera ser el principio para comenzar a descubrir el enorme peso de las religiones, las creencias y los mitos en la cruzada alimenticia del hombre. Sencillamente, el binomio religiones y alimentos es esencial en la santísima alianza de culturas y tradiciones que nos condujeron hasta la contemporaneidad, y no cabe dudas de que nos seguirán conduciendo hacia el futuro. El doctor Jesús Contreras, quien ha dedicado sus energías a desentrañar algunas de esas profundidades, sostiene que no hay que confundir alimentación con dieta. Esta última es para el especialista un “fenómeno multidimensional en el que actúan la biología y las respuestas adaptativas desarrolladas en cada concreto lugar y tiempo. Por eso, es un fenómeno social, cultural e identitario”. Para este estudioso, la alimentación nos remite siempre a un conjunto articulado de clasificaciones y reglas que ordenan el mundo y le dan sentido. Ello explica por qué, al igual que cualquiera de nuestros hábitos, la alimentación está impregnada de elevadas proporciones de filosofía, de mística, de religión. Diversos autores indican que si siguiéramos la huella de las religiones quedaríamos perplejos de asombros. En esa angosta y no pocas veces traumática ruta de ascenso hacia este mundo globalizado e interconectado, nos encontraríamos, por ejemplo, con santos que arribaron hasta los altares gracias a sus descubrimientos y pasiones en el ámbito culinario, mientras otros —santos o dioses de las más diversas regiones— eran temerariamente desafiados en la larga, aciaga y hermosa porfía de los humanos por su destino. La lista de ofrendas culinarias humanas a los dioses o de transfiguración a la santidad es bien larga. Algunos autores apuntan que a los griegos o romanos debemos la entronización en los altares de Baco o Dionisio. Los cristianos practican un rito donde el vino es protagonista; y por mediación de los monjes belgas llegó a los altares la leyenda de Gambrinus, santo de la cerveza e imagen de una conocida franquicia actual de la espumosa bebida. Se señala, además, que en el universo de la cristiandad los monasterios, recintos de cultura en la extensa, oscura y opresiva Edad Media, se transformaron en abrigos y prototipos de la producción alimentaria. En el Mediterráneo conservaron y se especializaron en desarrollar la cultura del vino a partir de la uva y alentaron técnicas para destilar alcohol. El mismo doctor Contreras afirma, en su libro sobre religiones y alimentación, que en todos los pueblos y culturas las elecciones alimentarias están condicionadas muy a menudo por todo un conjunto de creencias religiosas, prohibiciones de diverso tipo y alcance, así como por concepciones dietéticas relativas a lo que es bueno o es malo para el cuerpo y la salud. Los alimentos que no deben consumir los judíos están plasmados en el Deuteronomio. En la Tora están los fundamentos para separar determinados productos en la mesa. En el caso de los cristianos el pecado por las actitudes ante la comida, como el de la gula, supera a las prohibiciones, en el propósito de alcanzar cierta santidad, aunque las limitaciones no dejan de existir. Semejantes prácticas se expanden a todas las doctrinas religiosas, y por consiguiente a las tradiciones y hábitos alimentarios de los más diversos pueblos del mundo, desde el hinduismo, el budismo, las añejas religiones africanas, los aborígenes americanos, hasta a las más noveles corrientes religiosas emergentes… EJES DE UNA COMUNIÓN CULTURAL Pese a esa diversidad y multiplicidad de percepciones de lo prohibido, las costumbres y la dimensión espiritual entre los alimentos y las religiones a escala planetaria, surgieron a lo largo de los siglos ejes casi místicos que las hacen confluir. Entre estos se encuentran la práctica del ayuno, compartir con los necesitados y el inicio de las comidas con una plegaria. Resulta recurrente que cada religión posea un calendario de festividades, indisolublemente ligado al consumo o la ofrenda de determinados platos, recetas que llegan a prepararse incluso por las familias en sus casas. No pocos analistas afirman que quienes profundicen en el texto La cocina sagrada, de Débora Chomski, quien contribuyó a revelar los sabores y platos más significativos de los diferentes cultos a partir de las recetas y preparaciones más importantes del calendario festivo-religioso de cada confesión, experimentarán que es más lo que nos une, que aquello que nos separa en el azaroso encuentro entre creencias religiosas y alimentación. No solo se comparten ingredientes, sino un espíritu común. El texto de dicha autora explicita que en la mayoría de las religiones los vegetales —frutas, verduras y legumbres—, y los cereales —arroz, trigo y maíz— tienen desempeños prominentes. En ellos descansa la base de una alimentación equilibrada, purifican el organismo y son sostenibles desde el punto de vista ecológico. En el mayor número de culturas los cereales están considerados como alimentos básicos. En la cristiandad el pan es el alimento simbólico relevante al representar el cuerpo de Cristo. En el caso de los judíos este es también el alimento primero y las ofrendas que se realizaban en el Gran Templo de Jerusalén. En la Pascua judía los panes se consumen sin levaduras, encarnando lo simple de la vida. La antigua medicina ayurvédica, en la órbita de la religión hindú, orienta comer saludablemente. Para hacerlo indica evitar la mezcla de proteínas (pescado y carne, leche y carne), así como ingerir alimentos acordes con la edad (lácteos en la infancia y la vejez), y solo consumir alimentos de temporada. Pese a sus evidentes contradicciones, islámicos y judíos comparten la limitación de consumir carne de cerdo y la forma para sacrificar los animales: el ritual de degüelle que busca evitar el dolor de estos. Para los primeros, los alimentos de más relevancia son los dátiles y el cordero. Los dátiles los comía el profeta Mahoma para romper el ayuno del Ramadán y es visto como símbolo del dulzor de la vida cuando se dispone de alimentos para nutrir el cuerpo y el espíritu. En el caso del cordero es el animal que se emplea para los sacrificios. En la fiesta del sacrificio del cordero este sustituye al hijo del profeta Ibrahim. Detrás de la reserva para consumir carnes de animales indefensos e inocentes por parte de los hindúes está la creencia de que al hacerlo se ponen en peligro. Sostienen que por su muerte injusta transmiten un mal —karma—, que perturba la naturaleza espiritual de las personas. Ello derivó en que, al igual que en las culturas islámica y judía, el sacrificio de los animales es ejecutado por un matarife “santificado”. Los hindúes se emparentan con los musulmanes en evitar el alcohol y en su propensión lacto vegetariana. Los derivados lácteos son muy valorados por ambas culturas, aunque los budistas más estrictos no toman lácteos ni sus derivados al proceder de la sagrada vaca. Pese a que el budismo no impone restricciones dietéticas, sí establece normas de alimentación forjadas por especialistas en medicina tibetana que, a la par de ayudar a una correcta meditación, posibilitan alargar la vida de manera saludable. En definitiva, coincidencias y divergencias logran demostrar que los patrones alimentarios de las diversas religiones deciden más de lo imaginado en la elección de lo que comemos o desechamos y, consecuentemente, deben ser muy atendidas en aquello que ofertamos. Los placeres espirituales del gusto deben convertirse no pocas veces en placeres morales, para que no empañen el delicado cristal de los ritos y creencias humanas… ni ofendamos sin querer al comensal. Conocer es respetar Cristianismo: Considera que el rito litúrgico más importante es la misa, que simboliza la Santa Cena. En la Eucaristía se ofrece pan y vino, como símbolo del sacrificio del hijo de Dios. La religión cristiana quitó los tabúes de la sangre, del cerdo y de las comidas impuras, aunque hay animales que no se comen, como la rata y el murciélago, considerados desde la Edad Media animales próximos al infierno. Navidad y Pascua son las fiestas cristianas más importantes. Dentro del cristianismo hay diferencias considerables: no comen carne por Cuaresma ni los viernes de todo el año, aunque en la actualidad esta regla se está perdiendo en el mundo católico. Los ortodoxos siguen estrictamente los días de abstinencia y no comen carne los días del año que marca la liturgia. Martín Lutero (1483-1546), en su reforma religiosa, consideró que los católicos no tenían porqué imponer normas sobre los alimentos. Islamismo: Considera la comida un bien de Dios, hay que hacerlo con moderación y hay que compartir con los más necesitados. Ramadán es la fiesta religiosa más importante del mundo islámico, se hace en el noveno mes del año lunar musulmán, durante el día no se puede comer, tampoco beber, ni tener relaciones, ni perfumarse. Al atardecer realizan una comida que recibe el nombre de iftar (romper ayuno), y que se convierte en una pequeña celebración. La ley islámica contempla que si hay transgresiones y son involuntarias o impuestas por las circunstancias, son perdonadas al momento. No comen carne de cerdo. Los sacrificios deben seguir una norma estricta, deben hacerse de cara a la Meca y los animales se deben desangrar, no aceptan hacerlos sufrir con muertes violentas. No está permitido el consumo de bebidas alcohólicas. Judaísmo: Considera que el camino a la espiritualidad está estrechamente unido a la alimentación. Las normas de la dieta judía actúan como medios para la pureza espiritual. Las leyes que regulan la alimentación mantienen Kosher (limpio) los alimentos, hay distintos grados de Kosher, el más estricto es el glatt o badatz. Los alimentos son puros o impuros y deben tratarse de formas especiales. Las comidas impuras son el cerdo, caballo, camello, conejo, liebre, aves carroñeras. Los puros son el cordero, vaca, cabra y aves de corral. Los pescados puros deben tener aletas y escamas. No son puros el rape, el lenguado y los mariscos. Los animales se deben matar siguiendo una norma, con un cuchillo especial. Se desangran completamente porque la sangre es considerada impura. Antes de cocinar la carne hay que lavarla bien, hasta que el agua salga limpia. La carne y la leche no se deben cocer juntas y se sirven en vajillas separadas. Durante el Sabat no se pueden trabajar, ni cocinar, ni encender fuego. Religiones africanas: Son muy numerosas, tienen como elementos comunes que los alimentos son considerados como símbolo de la unión entre cuerpo y espíritu, son signos de vida. Los ágapes y banquetes rituales son muy importantes y tienen un papel social muy fuerte, unen a los vivos con los dioses y con los antepasados. Hacen sacrificios y ofrendas simbólicas y rituales, son ágapes expiatorios de la comunidad. Las libaciones se hacen a la madre tierra, que de esta manera recibe parte de los alimentos o bebidas. Representa la unión con ella y con los ancestros muy presentes en la vida cotidiana del África. Hay muchos tabúes alimentarios que afectan principalmente a las mujeres y niños, varían según las etnias y las creencias religiosas, también dentro de un mismo poblado pueden variar de una familia a otra. Religiones orientales: Los alimentos son considerados como fuente de salud y equilibrio, y tienen una influencia sobre el carácter y el bienestar de las personas. Los alimentos son escogidos y tratados según el equilibrio del Yin y del Yang. La armonía interna tiene mucho que ver con los alimentos que se toman y cómo se toman. Un alimento Yin, como muchos vegetales, necesita ser cocinado o condimentado con productos Yang, como son los xiles. Del mismo modo si una persona está Yang, con demasiada energía, debe tomar comidas Ying para que la suavicen. Hinduismo: Las normas alimentarías son muy importantes y están jerarquizadas, así el cómo, con quién y qué se debe comer están determinados por la pertenencia a una casta, por sexo y por edad. De acuerdo con esta concepción, las comidas son puras o impuras según quien las coma y quien las toque. Tienen muchas reglas sobre los alimentos. Los hay permitidos y prohibidos en todas las castas, a las mujeres, a los niños y a los viejos. Los brahmans tienen prohibido comer cebollas, ajos, puerros y setas, y su comida no puede ser tocada por alguien de otra casta. La vaca es sagrada, matarla está considerado muy grave. El agua es también sagrada, la saliva se considera impura y puede contaminar tu propia comida. Budismo: Esta doctrina está basada en la persona y los factores de su existencia. No tiene reglas concretas sobre los alimentos. Pero hay una clara tendencia al vegetarianismo. No matar es un precepto, porque creen en la reencarnación y si se matan animales, puedes estar quitando una vida que quizás haya sido antes la de un pariente. (Fuente: afuegolento.com)